La experiencia de navegar Internet en Cuba desde puntos de acceso público

Wifi-Cuba

Un símbolo WiFi en La Habana Vieja, Cuba. Foto por Nano Anderson, tomada de Flickr bajo Licencia CC BY 2.0.

Son las diez de la noche y el parque Agramonte, en la ciudad de Camagüey, parece que va a explotar entre tanta gente con pantallas blancas que alivian la oscuridad del alumbrado público ausente. En las noches, los bancos apenas alcanzan, pero durante el día, el sol abrasa a quien intente navegar desde este sitio y para sentarse en cualquier cafetería hasta donde llegue la señal, es obligatorio consumir.

La Rampa, en La Habana, también carente de cualquier infraestructura amigable para la navegación, puede acoger hasta 100 usuarios conectados simultáneamente. En los parques habilitados en la provincia de Camagüey son solo 50. “Y sí que se ha llegado a esa cifra”, me cuenta Alejo. “Uno se da cuenta porque te sale un cartel que dice que no pueden procesar tu solicitud cuando insertas el nombre de usuario y la contraseña”, añade.

Hay dos vías para conseguir un usuario: las tarjetas Nautas prepagadas o un contrato con ETECSA (la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba) que incluye navegación por Internet y correo electrónico. En ambos casos es obligatorio presentar una identificación oficial que queda registrada, ya sea carnet de identidad o pasaporte. Sin embargo, los hoteles, que proveen servicios de acceso a Internet por precios que oscilan entre 4.50 y 10 CUC la hora (más o menos el mismo equivalente en USD), no solicitan ninguna información personal.

Hace tres semanas eran a 2.50, hoy cuestan 3 CUC las tarjetas prepagadas para navegar por las zonas wifi que circulan en el incipiente mercado negro de La Rampa. En los puntos de venta oficiales de ETECSA valen 2 CUC, pero los usuarios deben hacer largas colas donde se mezclan quienes necesitan recargar su celular, pagar el teléfono o comprar algún producto.

Guanabo, también en La Habana, carece de zonas wifi, pero el punto de ETECSA con tres computadoras y aire acondicionado – todo un lujo comparado con el que se ubica en el Casino Deportivo – se ha convertido en el lugar de moda para los adolescentes. Jennifer ya tiene su cuenta en Facebook, y guarda la página de su navegador con orgullo para mostrársela a su madre en su computadora desconectada. “¿Qué más viste hoy?”, le pregunto. Y me enseña las fotos descargadas de la página de Los Ángeles, el grupo musical de moda.

En La Rampa, Guanabo, Camagüey o el Casino Deportivo todos parecen revisar lo mismo. Internet en

Jóvenes cubanos navegan por Internet en La Rampa, La Habana (Foto: Elaine Díaz)

Jóvenes cubanos navegan por Internet en La Rampa, La Habana (Foto: Elaine Díaz)

Cuba – desde los espacios de acceso público – se circunscribe a una red social, algún servicio de correo electrónico y aplicaciones de chat y video. Apenas un sustituto básico para un servicio telefónico caro e ineficiente. Y no es que exista una sola experiencia de navegación, tal presunción sería aberrada, pero basta caminar por estos sitios para detectar patrones de consumo generalizados.

Los altos precios, la falta de condiciones mínimas donde navegar – lo que obliga a las personas a aprovechar muros, escaleras, contenes y aceras -, la ausencia de una estrategia coherente de formación para la ciudadanía toda – no solo para los universitarios o sectores clave en el desarrollo científico del país – en cuanto a los servicios de Internet y las limitaciones de los dispositivos de acceso han provocado que surja un consumo principalmente utilitario de la red.

Internet caro y por poco tiempo. Internet convertido en inversión. Una inversión que en el caso de algunas jóvenes y adolescentes debe retornar con ganancias en el menor tiempo posible. Varios anuncios publicados en Revolico (el «craigslist» cubano) brindan servicios de gestión de cuentas personales en Facebook. “Por mi casa vive un señor que le lleva la cuenta a tres muchachitas que se escriben con extranjeros. Ellas responden los mensajes y él los envía”, cuenta un usuario que no quiso ser identificado.

En la esquina siguiente, una adolescente estrena su cuenta de Facebook y en la foto de portada se lee un escandaloso “Yo soy sexy”. Sus padres la imaginan en un parque con sus amigos, lo cual es técnicamente cierto. Nadie les ha explicado a sus padres que, en Internet, uno puede estar en muchos sitios al mismo tiempo, y que algunos de ellos son peligrosos. O lo han explicado en algún que otro reportaje de la televisión, como algo que pasa lejos, en otros países, pero nunca en Cuba, jamás a sus hijos.

A esto se suma el sentido de la urgencia. En la Cuba de 2015, Internet apenas resuelve uno de los problemas que abarataba en la década de los '90: la cercanía entre las personas. Con casi dos millones de cubanos residiendo en Estados Unidos y cientos de miles de familias separadas por la emigración, Nauta desafía visas y pasajes de avión, y une. Quizás eso es lo más importante por ahora.

Para el resto, ya habrá tiempo.

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