Por qué bloguear es una amenaza para el gobierno etíope

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Por Beza Tesfaye. Este artículo se publicó originalmente en el sitio de medios de comunicación Africa is a Country [en].

Al escribir esto, recuerdo con inquietud que, en Etiopía, expresar tus opiniones puede conseguirte un billete en primera a la cárcel.

Del 25 al 26 de abril de 2014, nueve blogueros y periodistas etíopes fueron arrestados. Mientras celebrábamos el Día Mundial de la Libertad de Prensa el 3 de mayo, ellos estaban detenidos en la tristemente célebre oficina de investigación central de Adís Abeba. Aunque oficialmente no se han presentado cargos, el grupo está acusado de “trabajar con activistas extranjeros de derechos humanos” y de “utilizar los medios sociales para desestabilizar el país”. Si son procesados bajo la polémica Ley Antiterrorista de Etiopía, podrían enfrentarse a la pena de muerte.

Los arrestos son parte de una preocupante tendencia en Etiopía, clasificado a menudo como uno de los lugares más represivos para la libertad de prensa en los últimos años. Según el Comité para la Protección de los Periodistas, en la última década, más periodistas han huido de Etiopía [en] que de ningún otro país en el mundo. Para aquellos que permanecen en Etiopía la posibilidad de ser acusado de terrorismo por criticar al gobierno es un riesgo real. En 2009, cuando se debatía una amplia y ambigua Ley Antiterrorismo, Human Rights Watch [en] advirtió que:

Si se aplica en su forma actual, esta ley podría proporcionar al gobierno etíope un potente instrumento para acabar con la disidencia política, incluyendo las manifestaciones políticas pacíficas y las críticas públicas a la política gubernamental que se consideren apoyan la actividad de la oposición armada.

Desde la aprobación de la ley, lo que sobrevino es exactamente lo que predijeron los grupos de derechos. En menos de cuatro años, más de 200 personas han sido detenidas en virtud de la ley antiterrorista y más de 35 periodistas y líderes de la oposición fueron condenados por terrorismo.

Las últimas víctimas de este régimen de política represiva parecen ser seis jóvenes profesionales que forman parte de un grupo de blogueros llamado Zone 9 [am] y tres periodistas. Irónicamente, las detenciones coincidieron con la visita del Secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, quien expresó su preocupación por el grupo en una conferencia de prensa [en]. La indignación contra los arrestos también se extiende rápidamente en los medios sociales; desde Facebook y Twitter a un sitio en tumblr [en]. En el sitio web Zone 9ers’, su desafiante lema todavía dice: “Blogueamos porque nos importa”.

Entre los periodistas detenidos a finales de abril está Tesfalem Waldeys, un avezado periodista que fue editor del muy popular diario Addis Neger, que se convirtió en uno de los primeros periódicos independientes en cerrar tras la aprobación de la Ley Antiterrorismo. Mientras varios de sus colegas de Addis Neger huyeron del país, Tesfalem se quedó y adquirió una reputación como periodista profesional independiente y respetado.

En 2012 Tesfalem escribió un artículo titulado, “Cuando informar se convierte en terrorismo” [en]. Aquí describe las catastróficas consecuencias de la Ley Antiterrorista sobre el periodismo en Etiopía:

El miedo y la autocensura abundan entre los periodistas etíopes. Muchos periodistas amigos míos se sienten frustrados. No ven ningún futuro en su profesión. Algunos consideraron vivir en el exilio. Los pocos con los que hablé esperaban ser arrestados en cualquier momento. Nadie está seguro de quién será el próximo en la lista.

Quizás Tesfalem era demasiado meticuloso en sus reportajes y dedicado a su profesión para pensar que algún día iba a ser el siguiente en la lista. Si trabajar dentro del sistema para cambiar el sistema es el enfoque moderado hacia el progreso, en Etiopía —donde se usan las leyes por conveniencia política— no existe ninguna razón para creer que la propia integridad te protegerá contra detenciones arbitrarias. A la larga, dichas acciones radicalizarán incluso a los pacifistas más comprometidos y moderados. La Ley Antiterrorista, en efecto, está fomentando la oposición.

Me desconcierta que un gobierno respaldado por el mayor y más sofisticado aparato de seguridad en el África subsahariana [en] considere a un grupo de blogueros y periodistas como una auténtica amenaza. Si el uso de los medios sociales en Etiopía fuera tan alto como en los países de la Primavera Árabe o el acceso a los periódicos independientes fuera común lejos de las áreas urbanas, tal vez no habría motivo de preocupación. Pero en un país donde solo un 1,5% [en] de la población utiliza Internet y un 61% [en] de la población adulta no sabe leer, es difícil imaginar cómo estos escritores podrían, en realidad, desestabilizar el país.

Sin embargo, la reciente ofensiva demuestra que los gobiernos siguen temiendo a las nuevas ideas, porque las nuevas ideas desafían el status quo, son contagiosas y no pueden contenerse en las cárceles.

En los últimos años la narrativa común de Etiopía ha sido sobre el crecimiento y el desarrollo. Aunque debemos dar crédito cuando hay que darlo, ¿por qué es inaceptable exigir más? ¿Qué hay de malo en también esperar un Estado de Derecho? ¿Y derechos humanos? ¿Y unas elecciones libres y justas? Cuando se habla de la necesidad de democracia en Etiopía —o cualquier país en desarrollo— la gente te mira con recelo y te dice que te preocupes por la democracia después de ocuparte de la pobreza, el hambre y el VIH/SIDA. Se apresuran a etiquetarte de idealista o indicar que te han lavado el cerebro con «ideales occidentales». Pero la misma noción de que la gente pobre, la gente en los países en desarrollo, sólo aspiran a alimentos y servicios básicos es paternalista y rayana con el racismo.

La amenaza encarnada en los blogueros, periodistas y pensadores libres de Etiopía es que introducen una nueva y radical idea ─la idea de un país más libre, más democrático. Representan a una generación de jóvenes africanos que se atreve a exigir más a los gobiernos cuya fuente de legitimidad se basa en la lamentable pobreza de las poblaciones de sus países. Esta idea, aun más infecciosa por el encarcelamiento de los blogueros y periodistas, continúa propagándose en su ausencia.

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