Palestina: El sufrimiento del exilio

Los refugiados palestinos constituyen una de las mayores poblaciones de desplazados en el mundo. La Agencia de las Naciones Unidas para Alivio y Ayuda de los Refugiados Palestinos en el Cercano Oriente (UNRWA, por sus siglas en inglés) brinda asistencia a unos 4.7 millones de refugiados registrados en el territorio palestino ocupado, Jordania, Líbano y Siria. Muchos millones más de desplazados y emigrantes palestinos viven por todo el mundo. No obstante, su cariño sigue siendo fuerte hacia el hogar que ellos, sus padres o abuelos dejaron atrás. Dos bloggers en Gaza han escrito acerca del sufrimiento del exilio.

A comienzos de la semana pasada, el barco de asistencia Al-Amal («esperanza», patrocinado por Libia) intentó navegar a la Franja de Gaza (pero lo obligaron a cambiar de curso hacia Egipto). En Gaza, el blogger Kalam pensaba en alguien que él hubiera querido que estuviera en el barco:

Usa una bufanda para oraciones y sujeta cuentas entre sus manos, y le pide a Dios –o tal vez esté haciendo lo que ha visto hacer a sus padres cuando las cosas se les ponen difíciles–recurre a Dios para hacer realidad su sueño o, más exactamente, el deseo de su abuela de verla y abrazarla y besarla.

Ella es Hala, quien todavía no ha cumplido su primer año de vida, pero carga los sentimientos heredados de cualquier exiliado palestino. Es hija de un refugiado que no ha visto un solo centímetro de tierra en toda su vida, y de una madre que vive con el corazón dividido entre su patria y un país extranjero, entre su familia y su matrimonio, entre su madre y su hogar, entre sus hermanos y sus hijos. Su mente y una parte importante  de su corazón están ahí, y su familia y el resto de sus recuerdos están acá.

Hala, on http://blog.amin.org/kalam/

Hala

Kalam continúa:

Hala es mi pequeña sobrina que vive en Libia y no puede venir a Gaza –que se ha convertido en el centro de atención de todos en estos días. Rueguen a Dios y pídanle que le permita venir a Gaza… Ella no puede venir debido a la dificultad de conseguir residencia en Libia, lo que significa que no puede estar segura de regresar allá a donde su padre es un desplazado –no tiene número de identidad– y lo es el resto de su familia. Hala está buscando alguien que diga «Bienvenida a tu país», y está buscando a alguien que la ponga al alcance del cariñoso abrazo de su abuela, que adora cualquier foto de ella o cualquier video en el que aparezca.
Hala espera llena de esperanza, una esperanza más grande que el barco libio que se viene para acá, en el que he deseado tanto que ella esté para poder abrazarla; cuando lleguen, la veré en cada uno de ellos un pedazo de la imagen de Hala, y les preguntaré por qué no trajeron a Hala con ellos.

Tanbién en Gaza, Kawther Abu Hani escucha rememorar a su madre:

«Me gustaría saber qué pasó con nuestra pequeña casa que dejamos en Nazaret hace años… ¿Cómo estarán las colinas ahora? Tal vez el aroma del tomillo ha cambiado… Cómo han crecido los viejos amigos, y yo me he convertido en apenas una historia para sus hijos… Mi Dios, ni siquiera asistí a sus matrimonios. Quería vivir las etapas de mi vida con ellos, y principalmente esperaba el día en el que aprenderíamos del amor y nos olvidaríamos de los juegos, cuando nos enamoráramos hasta deprimirnos. Oh cariño, pero la preocupación del amor no es como la preocupación de la ocupación [israelí]. Ahora recuerdo…». Siempre está recordando.

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