La necesidad de un debate sobre la alternancia política en África

Chefs d' états de l’Afrique de l'Est. par Magnus Manske CC-BY-2.0

Jefes de estado de la comunidad africana del este en 2009: Yoweri Museveni – Uganda; Mwai Kibaki – Kenia; Paul Kagame – Ruanda, Jakaya Kikwete – Tanzania, Pierre Nkurunziza – Burundi, por Magnus Manske CC-BY-2.0.

Las constituciones de varios países del África subsahariana limitan el ejercicio de la presidencia a dos mandatos consecutivos. La razón de esta posición es clara: estas constituciones se inspiraron en modelos occidentales – generalmente, la constitución francesa. Al aceptar una ley fundamental que se originó en otro continente, en otra época y bajo circunstancias diferentes, y fallar en la adaptación de esta a su nuevo contexto local, se corre el riesgo de que no se adecúe perfectamente a la política lugareña.

Durante el desarrollo de las elecciones en los países africanos, donde se pronostica el cambio político, resurge casi de manera sistemática el debate: ¿debería modificarse la constitución para que el líder político del Estado pueda fijar sus objetivos en un nuevo mandato?

En la actualidad esta pregunta está encaminada a Ruanda, la República de Congo e incluso Burundi. Debatir esos temas es saludable, mas es lamentable también que este surja únicamente en períodos previos a los comicios; momento en el que generalmente los candidatos tienen intereses personales y no logran apreciar el panorama mayor, e incluso, emiten declaraciones que contradicen sus convicciones más arraigadas.

En la República del Congo, por ejemplo, después de haber reprobado desde hace tiempo la constitución actual, la oposición ahora rechaza la noción de que esta debiera ser eventualmente modificada. Esto se debe a que el cambio en cuestión contemplaría que el actual presidente, Sassou Nguesso, fijara sus objetivos en un tercer mandato, en 2016. Por consiguiente, la oposición congoleña se ha encontrado una vez más en una vulnerable posición de defender un documento al que se ha resistido desde siempre, y de tener que rechazar absolutamente una constitución nueva y más democrática, aún habiéndola querido. En el marco de asuntos electorales, aún existirían temas que conllevasen a un análisis profundo de la necesidad de cambio político obligatorio tras dos mandatos.

La realidad de la vida política y el ejercicio del poder en África se remonta a las estructuras que surgieron en el período precolonial. Los reinos y mandos, que ampliamente controlaban África, en esa época fueron gobernados por el clan jerárquico o principios familiares. El cambio político al «estilo africano» se caracteriza por muchas tradiciones específicas: el candidato que compita por la presidencia ya debe ser una figura conocida, quien, a grandes razgos, debió haber demostrado sus capacidades, previo a que pueda asumir el poder. Si no cumple con esto el candidato no sería tomado en serio.

Los fuertes lazos comunitarios que predominan en África están en contraste con el individualismo relativo común en occidente, el cual explica las carreras efímeras e historias de éxito deslumbrantes. En muchos países africanos, un «buen hombre» solo puede ser reemplazado por otro buen hombre; esto explica la popularidad que poseen aquellos que, tan pronto como es legitimizado su gobierno, se han mantenido en el poder político por largos períodos de tiempo. En Europa, basándose únicamente en eso y a pesar de sus antecedentes, ellos serían denominados tiranos.

President Paul Kagame of Rwanda - CC BY 2.0 via wikipedia

Paul Kagame, presidente de Ruanda – CC BY 2.0 vía wikipedia.

Este concepto de poder, aunque parezca extraño para los occidentales en la actualidad, no siempre se limitó a los africanos. Las constituciones de las cuales han tenido influencia, afirman los africanos, se derivan de la primera constitución mundial, que se creó en los Estados Unidos en 1787. Este instrumento no anticipó ninguna restricción en cuanto a los mandatos presidenciales se refiere. Yann Gwet, un hombre de negocios camerunés y escritor, recuerda en el periódico Jeune Afrique, que los Padres Fundadores de los Estados Unidos, en especial Alexander Hamilton, creían que restringir los períodos presidenciales motivaría un comportamiento contrario a los intereses nacionales y a la estabilidad gubernamental. De acuerdo con los Padres Fundadores, en una democracia solo las personas soberanas tienen la potestad para imponer límites en la cantidad de mandatos presidenciales. Esa es precisamente la razón por la cual emitimos el sufragio.

Aunque los Estados Unidos adoptaron primero la tradición de restringir a dos los mandatos presidenciales, esto se originó a causa que George Washington, cansado de gobernar, decidió retirarse del cargo al finalizar su segunda gestión. En esa época, sin embargo, esto aún era una tradición destinada a evolucionar. Más adelante, la prueba se evidenció cuando Franklin Roosevelt elaboró un enorme mandato de cuatro períodos. De acuerdo con lo que escribió de manera acertada Yann Gwet, todavía se sostiene que si Washington hubiese esperado hasta el final de su tercer mandato, antes de proclamarse a sí mismo muy cansado para continuar, la tradición que se convertiría en la constitución, probablemente hubiese conservado la figura de tres mandatos en lugar de dos.

En 1947 la oposición republicana, que fue la parte mayoritaria en las dos cámaras, aprobó la vigésima segunda enmienda, la cual limita de manera específica a dos la cantidad autorizada de períodos presidenciales. Esta fue una decisión política motivada por el miedo de verse a sí mismos excluídos del poder por más de una década. Sin embargo, en 1944 el partido republicano fracasó en los comicios, debido a que no pudo ofrecer un candidato lo suficientemente apto que pudiera competir contra Roosevelt. En este contexto, el cambio político hubiese debilitado al país, que en ese momento estaba involucrado en una guerra mundial.

Esto en sí probó ser la mayor desventaja del principio de cambio político: la calidad de las alternativas propuestas. Una nación se encuentra en buena condición cuando sus líderes sucesivos son de la más alta calidad. Eso fue un aspecto decisivo en África, lugar donde los colonizadores formaron estados desde cero, puesto que dividieron los territorios sin tener alguna consideración por los grupos étnicos preexistentes; ellos definieron los estados acorde al territorio, no a las naciones o a los habitantes. Las tensiones consecuentes son comúnmente reales todavía y al parecer es imprudente incluir el estado de estabilidad frágil existente en ciertos países al llevar al cargo ya sea un incompetente o una figura ampliamente desconocida para un segmento de la población.

África aún es un continente vulnerable. Las compañías trasnacionales, los inversionistas extranjeros, fundamentalistas religiosos – entre otros, tratan de adueñarse de la mayor parte del territorio, explotando de manera descarada los recursos y a las personas. Sin embargo, en muchos casos, aún cuando la oposición es consciente de ello, son incapaces de presentar a un candidato que sea capaz de salvaguardar los intereses del país contra toda clase de especuladores, ya que ellos aplican la ventaja constitucional para desplazar a los presidentes que han llegado al final de sus dos mandatos. Por lo general, dichas maniobras ponen en riesgo la estabilidad del estado y practicamente la del pueblo.

La idea es, obviamente, no permitir que los líderes de África tengan una cantidad ilimitada de mandatos presidenciales, o menos aún, establecer períodos presidenciales vitalicios; si no adaptar la esencia de la constitución a las necesidades específicas del país. Desde el momento en que el cambio político se convierta en una obligación constitucional, este será considerado una limitante en los países donde existan pocos líderes que sean capaces de asegurar el papel de jefe de estado.

Por lo tanto, el verdadero desafío no es, en una extraña manera arbitraria, restringir la cantidad de mandatos presidenciales a dos en todo el continente africano, si no garantizar elecciones libres, transparentes e irrefutables. Si las personas realmente no desean ver reelecto a su presidente por tercera vez, ellas protestarán por medio de las urnas – y viceversa.

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