Universidad Indígena Aymara, un camino para ayudar a las comunidades originarias de Bolivia

Nota de Rising Voices: Como parte de un acuerdo de colaboración con La Pública, estamos republicando algunas de las historias escritas por estudiantes universitarios aymaras en la Universidad Indígena Aymara de Bolivia «Túpac Katari» (Unibol). Los estudiantes están participando en un proyecto de periodismo ciudadano coordinado por La Pública y Jaqi Aru. Todas las entradas del blog fueron escritas originalmente en aymara o español.

Estudiante de la Unibol. Foto - La Pública.

Estudiante de la Universidad Indígena Aymara de Bolivia (Unibol). Foto – La Pública.

La Universidad Indígena Aymara de Bolivia «Túpac Katari» (Unibol) atrae a estudiantes de muchas comunidades rurales en el Altiplano en busca de oportunidades educativas. Algunos de los estudiantes vienen con el sueño de una educación superior, mientras que otros sienten alentados por miembros de la comunidad para aprender todo lo que puedan para mejorar la vida de sus comunidades. Cada estudiante tiene una historia y experiencias únicas, muchas de las cuales fueron documentadas en el blog del proyecto.

Lo siguiente fue escrito por Eva Alvares Mamani, estudiante de ingeniera de alimentos y proviene de la comunidad de Chajlaya.

En mi pueblo se trabaja mucho para tener una vida mejor; los habitantes son agricultores y, como el sol es muy fuerte, se te quema la piel.

En ese lugar crecieron tres hermanas que se quedaron allí después del tiempo del patrón. Se casaron, cada una con un hombre llegado de distinto lugar, y tuvieron hijos. Una de ellas es mi abuela, quien tuvo siete hijos. La familia criaba chivos y ovejas y, según cuenta mi abuela, la comida apenas alcanzaba. Lo poco que tenían, cada sábado lo llevaban al mercado más cercano para obtener algo más.

Mi papá era quien acompañaba más a mi abuela. Uno de esos días conoció una iglesia, la Adventista, y los sábados acudía al lugar, aunque su padre, mi abuelo, se oponía pues odiaba todas las iglesias. Pero fue así, desobedeciendo, que mi papá aprendió a leer, pues ni él ni mis tíos asistían a una escuela debido a que no había una en el pueblo y la pobreza de la familia.

Mi papá iba contento a la iglesia, le gustó mucho aprender y así se capacitó y quiso saber cómo se podía hacer agricultura. Él sabía que en un pueblo más abajo del suyo había producción de verduras y frutas, así que él se fue a ayudar y aprender.

Cuando se casó con mi mamá, a los 20 años de edad, él tenía sólo 150 bolivianos de capital. Con eso empezó a trabajar y se arriesgó a plantar tomates por vez primera en su tierra. Dice que cosechó siete cargas y así mis tíos, al ver que producía bien, se animaron a sembrar y poco a poco aprendieron a ser agricultores.

Hoy en día, en mi pueblo hay una escuela que educa hasta sexto de primaria. La gente siembra tomate, lechuga, vainita y choclo. La comunidad me ha enviado a la Unibol para que yo pueda ayudar a mejorar la producción.

Otros estudiantes llegan para aprender más sobre la industria textil, dos alumnas escriben sobre la falta de estudiantes varones en la carrera. Julia Apaza Mamani Mamani Mamani y Zelma escriben:

Somos más mujeres (80%) que varones (20%) quienes ingresamos a la carrera de Ingeniería Textil de la Universidad Indígena Boliviana Aymara Túpak Katari. Y luego, algunos de ellos se van saliendo, pues parece que el enfoque práctico de tejer, por ejemplo, no les gusta. Se sienten humillados frente a las mujeres al tener que hacer un tari, una istalla, una chambrita para wawa (saquito para recién nacido)… Ellos quieren “ciencias exactas”. Por eso, ahora que estamos en sexto semestre, los varones son pocos.

Continuaremos a compartir más historias de los estudiantes aymaras mientras escriben sobre sus experiencias educativas en esta universidad única.

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