Política israelí que pidió el genocidio del pueblo palestino fue nombrada ministra de Justicia

Ayelet Shaked with Reuven Rivlin, President of Israel in consultations after the elections, March 23, 2015. by מארק ניימן Government Press Office of Israel - Mark Nayman. CC BY-SA 3.0

Ayelet Shaked con Reuven Rivlin, presidente de Israel en consultas tras las elecciones, 23 de marzo de 2015. por מארק ניימן Oficina de Prensa del Gobierno de Israel – Mark Nayman. CC BY-SA 3.0.

Benjamin Netanyahu, recientemente reelegido primer ministro de Israel por cuarta vez, ha designado a Ayalet Shaked como ministra de Justicia. Esto ha parecido extraño debido a las opiniones ultranacionalistas de Shaked. Ciertamente, Shaked, integrante del partido de extrema derecha HaBayit HaYehudi (“Hogar Judío”), ganó titulares el año pasado después de decir en Facebook que consideraba a todo el pueblo palestino como «el enemigo» y esencialmente alegó a favor de su exterminio «porque los soldados enemigos se esconden entre la población, y es solamente a través de su apoyo que pueden luchar». Muchos condenaron sus comentarios como que llamaba al genocidio del pueblo palestino.

El estado de Facebook mencionado, que luego ella borró pero quedó archivado antes de eso, fue publicado un día antes de que el adolescente palestino Muhammad Abu Khdeir fuera secuestrado y quemado vivo por extremistas israelíes. El texto del estado fue traducido por Dena Shunra para Electronic Intifada:

The Palestinian people has declared war on us, and we must respond with war. Not an operation, not a slow-moving one, not low-intensity, not controlled escalation, no destruction of terror infrastructure, no targeted killings. Enough with the oblique references. This is a war. Words have meanings. This is a war. It is not a war against terror, and not a war against extremists, and not even a war against the Palestinian Authority. These too are forms of avoiding reality. This is a war between two people. Who is the enemy? The Palestinian people. Why? Ask them, they started.

I don’t know why it’s so hard for us to define reality with the simple words that language puts at our disposal. Why do we have to make up a new name for the war every other week, just to avoid calling it by its name. What’s so horrifying about understanding that the entire Palestinian people is the enemy? Every war is between two peoples, and in every war the people who started the war, that whole people, is the enemy. A declaration of war is not a war crime. Responding with war certainly is not. Nor is the use of the word “war”, nor a clear definition who the enemy is. Au contraire: the morality of war (yes, there is such a thing) is founded on the assumption that there are wars in this world, and that war is not the normal state of things, and that in wars the enemy is usually an entire people, including its elderly and its women, its cities and its villages, its property and its infrastructure.

And the morality of war knows that it is not possible to refrain from hurting enemy civilians. It does not condemn the British air force, which bombed and totally destroyed the German city of Dresden, or the US planes that destroyed the cities of Poland and wrecked half of Budapest, places whose wretched residents had never done a thing to America, but which had to be destroyed in order to win the war against evil. The morals of war do not require that Russia be brought to trial, though it bombs and destroys towns and neighborhoods in Chechnya. It does not denounce the UN Peacekeeping Forces for killing hundreds of civilians in Angola, nor the NATO forces who bombed Milosevic’s Belgrade, a city with a million civilians, elderly, babies, women, and children. The morals of war accept as correct in principle, not only politically, what America has done in Afghanistan, including the massive bombing of populated places, including the creation of a refugee stream of hundreds of thousands of people who escaped the horrors of war, for thousands of whom there is no home to return to.

And in our war this is sevenfold more correct, because the enemy soldiers hide out among the population, and it is only through its support that they can fight. Behind every terrorist stand dozens of men and women, without whom he could not engage in terrorism. Actors in the war are those who incite in mosques, who write the murderous curricula for schools, who give shelter, who provide vehicles, and all those who honor and give them their moral support. They are all enemy combatants, and their blood shall be on all their heads. Now this also includes the mothers of the martyrs, who send them to hell with flowers and kisses. They should follow their sons, nothing would be more just. They should go, as should the physical homes in which they raised the snakes. Otherwise, more little snakes will be raised there.

El pueblo palestino nos ha declarado la guerra, y debemos responder con guerra. No una operación, no una lenta, no una de baja intensidad, no una escalada controlada, no destrucción de infraestructura de terror, no matanzas específicas. Basta de referencias indirectas. Esto es una guerra. Las palabras tienen significados. Esto es una guerra. No es una guerra contra el terror, y no es una guerra contra extremistas, y ni siquiera es una guerra contra la Autoridad Palestina. Esas también son formas de evitar la realidad. Esta es una guerra entre dos pueblos. ¿Quién es el enemigo? El pueblo palestino. ¿Por qué? Pregúntenles a ellos, ellos empezaron.

No sé por qué es tan difícil para nosotros definir la realidad con las palabras simples que el idioma pone a nuestra disposición. Por qué tenemos que inventar un nuevo nombre para la guerra cada dos semanas, solamente para evitar llamarla por su nombre. ¿Qué es tan terrible de la comprensión de que todo el pueblo palestino es el enemigo? Toda guerra es entre dos pueblos, y en toda guerra el pueblo que empezó la guerra, todo ese pueblo, es el enemigo. Una declaración de guerra no es un crimen de guerra. Responder con guerra certamente no lo es. Ni es el uso de la palabra “guerra”, ni una clara definición de quién es el enemigo. Al contrario,: la moral de la guerra (sí, eso existe) se basa en asumir que hay guerras en este mundo, y que la guerra no es el estado normal de las cosas, y que en las guerras el enemigo es por lo general todo el pueblo, incluidos sus ancianos y sus mujeres, sus ciudades y aldeas, su propiedad y su infraestructura.

Y la moral de la guerra sabe que no es posible abstenerse de herir a civiles enemigos. No condena a la fuerza aérea británica, que bombardeó y destruyó totalmente la ciudad alemana de Dresden, ni a los aviones estadounidenses que destruyeron las ciudades de Polonia y destrozaron la mitad de Budapest, lugares donde los desafortunados habitantes nunca le han hecho nada a Estados Unidos, pero que deben ser destruidos para ganar la guerra contra la maldad. La moral de la guerra no requiere que se lleve a Rusia a juicio, aunque bombardea y destruye pueblos y barrios en Chechenia. Nada de denunciar a las Fuerzas de Paz de las Naciones Unidas por matar a cientos de civiles en Angola, ni a las fuerzas de la OTAN que bombardearon el Belgrado de Milosevic, una ciudad con un millón de civiles, ancianos, bebés, mujeres y niños. La moral de la guerra acepta como correcto en principio, no solamente en lo político, lo que Estados Unidos ha hecho en Afganistán, incluido el bombardeo masivo de lugares poblados, incluida la creación de un flujo de refugiados de cientos de miles de personas que escaparon de los horrores de la guerra, y que para miles de ellos no hay hogar al cual regresar.

Y en nuestra guerra esto es siete veces más correcto, porque los soldados enemigos se esconden entre la población, y es solamente a través de su apoyo que pueden luchar. Detrás de cada terrorista hay cientos de hombres y mujeres sin quienes no podrían emprender el terrorismo. Actores en la guerra con los que incitan en mezquitas, que escriben los asesinos currículos para los colegios, que dan refugio, suministran vehículos y todos los que los homenajean y les dan su apoyo moral. Todos son combatientes enemigos, y su sangre debería estar en todas sus cabezas. Ahora, esto también incluye a las madres de los mártires, que los envian en infierno con flores y besos. Deberían seguir a sus hijos, nada sería más justo. Deberían ir, como deberían irse los lugares físicos en donde criaron a las serpientes. De otra manera, criarán más pequeñas serpientes ahí.

Una semana después, su estado fue seguido por la llamada «Operación Borde Protector» de Israel en Gaza, que dejaría devastada la zona. En 50 días, las Fuerzas de Defensa de Israel habían matado al menos a 2,137 palestinos, incluidos más de 500 niños, y dejado más de 10,000 heridos. Según Naciones Unidas, el 72 por ciento de los palestinos que murieron en esta ofensiva eran civiles. Alrededor de un tercio de los niños heridos se verán obligados a vivir con discapacidades permanentes. Un tercio de la población total de Gaza, más de 520,000 personas, han sido desplazadas, de las cuales 279,389 se refugiaban en 83 colegios administrados por Naciones Unidas.

Aunque impactante, su declaración no es la primera por la que se ha acusado a los líderes israelíes de incitar a la violencia contra los palestinos, incluido el genocidio. Ciertamente, el testimonio del activista israelí David Sheen en el Tribunal Russell para Palestina reveló una tendencia preocupante dentro de la sociedad israelí.

Acá algunas de las personas que Sheen destacó en su presentación:

Yitzhak Shapira, rabino que vive en el asentamiento de la Ribera Occidental de Yitzhar, ocupada por Israel, y que dirige la organización Od Yosef Chai Yeshiva, publicó un libro en 2009 titulado «La Torá del rey» donde escribió que «hay justificación para matar bebés si está claro que crecerán para dañarnos, y en esa situación tal vez sean afectados deliberadamente, y no solamente durante combate con adultos». Se le interrogó por sus declaraciones pero quedó en libertad a las pocas horas tras una protesta de sus simpatizantes y parlamentarios.

Shapira fue superado por Ovadia Yosef, líder del partido ultraortodoxo Shas, que ha hecho declaraciones como «los Goyim (no judíos) nacieron solamente para servirnos. Sin eso, no tienen lugar en el mundo –solamente para servir al pueblo de Israel», «las seis millones de víctimas del Holocausto fueron reencarnaciones de las almas de los pecadores», así como ha llamado a árabes y musulmanes con palabras como «serpientes», «malvados» y «estúpidos’. Sobre los árabes en general, a Yosef se le citó diciendo que las Fuerzas de Defensa Israelíes «deben enviar misiles para aniquilarlos». Luego de su fallecimiento el año pasado, el funeral de Yosef reunió a 800,000 israelíes para lamentar su muerte. Fue el funeral más concurrido de la historia israelí.

Shimon Gapso, alcalde del Alto Jerusalén, dijo sobre su distrito que «[Alto Nazaret] es una ciudad judía y es importante que siga siéndolo. Si eso me hace un racista, entonces soy un orgulloso descendiente de una gloriosa dinastía de “racistas’”. David Stav, rabino jefe de la ciudad de Shoham y fundador y presidente de la Organización Rabínica Tzohar, escribió un editorial en el Times of Israel durante la guerra en Gaza y la llamó «Milchemet Mitzvah», o «Guerra por mandamiento». En otras palabras, una guerra sagrada, o como lo definió, «una guerra defensiva cuya victoria es una santificación del nombre de Dios».

Moshe Feiglin, antiguo miembro del Likud y jefe de la facción Manhigut Yehudit (Dirigencia Judía) dentro del partido, llamó a que Israel conquistara Gaza y a poner a sus ciudadanos en campos hasta que toda la zona quedara limpia étnicamente de todo palestino. Sobre la solución de dos estado, dijo: “Nada de dos estados para dos pueblos; solamente es un estado para una nación”.

Naftali Bennett, actual ministro de Economía y jefe del partido «Hogar Judío» de Ayelet Shaked, ha dicho que «ya maté a montones de árabes en mi vida, y no hay absolutamente ningún problema con eso».

Y finalmente, el rabino Noam Perel, secretario general del Movimento Juvenil Mundial desde 2012, pidió que las Fuerzas de Defensa Israelí «se conviertan en un ejército de vengadores que no se detendrán con 300 prepucios filisteos».

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