Algunas reflexiones desde Cebu mientras un dron toma una foto de Global Voices en sus 10 años

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Miembros de la comunidad de Global Voices, de más de 60 países, fotografiados desde un dron. Imagen cortesía de @ka_bino and PR Works.

Pasé una semana en Cebú, la segunda ciudad en importancia de Filipinas, con trescientos periodistas, activistas y académicos de más de sesenta países. La ocasión fue la Cumbre de Medios ciudadanos de Global Voices, una conferencia bienal sobre el estado de los medios ciudadanos, los blogs, el periodismo y el activismo. Esta cumbre coincidió con el décimo aniversario de Global Voices, el sitio web de medios ciudadanos y la comunidad que con Rebecca MacKinnon contribuimos a fundar en 2004.

Hemos realizado la conferencia en seis oportunidades, y siempre ha sido una excusa para reunir a los miembros principales de la comunidad de Global Voices para planificar, capacitarnos y construir solidaridad. Un equipo de más de 800 personas, entre empleados y voluntarios llevan adelante Global Voices, y puesto que carecemos de oficina central, sede o presencia real, la conferencia brinda el contacto físico y la presencia que penosamente está ausente en la mayoría de nuestras interacciones. Como la Cumbre comenzó como una excusa para realizar nuestra reunión interna, siempre ha sido una fiesta maravillosa y una reunión familiar, pero no siempre ha sido un evento cuidadosamente programado. (Puedo decirlo porque colaboré en la programación de algunas de esas conferencias.) 

La de este año (¡En cuya planificación no participé en absoluto!) renovó las expectativas acerca de lo que la Cumbre de Medios ciudadanos podía ser. Fueron dos días repletos de paneles, talleres y debates, que abordaron algunos de los problemas más interesantes y desafiantes para quienes escriben en línea  y para el activismo: amenazas a la internet abierta, medios sociales y movimientos de protesta, troleo y abusos en línea, censura vía intermediarios. Me encontré blogueando y tuiteando de manera frenética, tratando de capturar las conversaciones que estaba escuchando en los paneles y en los corredores, absorbiendo tantas noticias, información y puntos de vista como podía de amigos de todo el mundo. 

Los editores y autores de Global Voices publicarán artículos basados en las notas de las reuniones en los próximos días, pero he decidido usar mis vuelos de vuelta desde la tropical Cebu hasta una tormenta de nieve del noreste para reflexionar acerca de algunas percepciones clave que obtuve de la comunidad de Global Voices, los increíbles cibernautas filipinos que nos recibieron y nuestros invitados de todo el mundo. 

Los medios sociales se están convirtiendo en canales más cerrados y privados  

Global Voices comenzó como un proyecto que agrupaba posts de blogs de todo el mundo, cuando era posible organizarlos en forma temática ilustrando un aspecto de la conversación de los medios sociales en un país o región. Con el paso del tiempo, comenzamos a ofrecer perspectivas de medios ciudadanos sobre las últimas noticias a través de la mirada de medios de lectura pública: blogs, tuits, videos y posts públicos en Facebook.

Me pregunto si vamos a poder seguir operando de esta manera en el futuro. Cada vez más, los medios ciudadanos privados o semipúblicos, plantean preguntas realmente interesantes acerca de cómo los usamos en nuestra tarea periodística. Por ejemplo, en China, muchas discusiones políticas se fueron de Weibo (que es primordialmente público) cuando la empresa comenzó a verificar la identidad de los usuarios. Muchas de esas discusiones se mudaron a WeChat, donde grupos de cientos o miles de miembros parecen listas de distribución o boletines. 

¿Es ético y justo usar como fuentes historias de estos espacios semipúblicos? Probablemente no existe una respuesta general – es probable que sea algo que deba ser respondido en cada caso concreto. Si la respuesta es que algo solo puede ser publicado si todos en la lista están de acuerdo, va a ser muy difícil continuar haciendo este trabajo, y es probable que perdamos parte de la capacidad para informar sobre conversaciones importantes que no han llegado a los medios tradicionales. Si no manejamos estas preguntas con cuidado, vamos a alienar a las personas cuyas voces esperamos amplificar con nuestro trabajo.  

Que las conversaciones en estos espacios sean tratadas como discurso público o privado será de suma importancia para el periodismo ya que más conversaciones se trasladan desde espacios de medios sociales claramente públicos a complejos espacios semipúblicos. 

La importancia de las plataformas

Muchas de nuestras conversaciones con activistas sugieren que el trabajo de organización del activismo ha reemplazado herramientas públicas como Twitter y Facebook con otras más privadas como WhatsApp. Cuando los revolucionarios comienzan a planear un movimiento social en WhatsApp, la arquitectura y políticas de la plataforma se convierten en asuntos de enorme importancia. Los diseñadores de WhatsApp probablemente no anticiparon que su aplicación iba a ser usada para coordinar revoluciones, y una vez que la herramienta es usada de ese modo en ambientes represivos, genera preguntas acerca de si la plataforma es suficientemente cuidadosa protegiendo a sus usuarios. La respuesta es que los activistas se trasladen a plataformas más seguras, como TextSecure. Vengo sosteniendo desde hace tiempo, sin embargo, que la mayor parte del activismo sucede en las plataformas más accesibles, por lo tanto no es fácil convencer a los activistas de abandonar WhatsApp. Lo que convierte a esfuerzos como la exitosa campaña de Moxie Marlinspike para lograr que WhatsApp use encriptación de terminal a terminal en algo de suma importancia.

Las plataformas también importan porque controlan qué discurso es posible. El libro de Rebecca MacKinnon, No sin nuestro consentimiento ha sido un texto clave para entender los problemas de censura a través de los intermediarios y en una sesión referida a su nuevo proyecto, Ranking Digital Rights, Jillian C. York de EFF explicó que ella considera que las normas comunitarias de Facebook controlan funcionalmente el tipo de discurso que es posible en esa plataforma. Jill, que ahora está más preocupada por los controles de las corporaciones sobre el discurso que por los gubernamentales, cita ejemplos en los que Facebook ha suprimido discursos pro-palestinos que habían sido denunciados incorrectamente como apoyando al terrorismo, mientras ha permitido discursos pro-Israel mucho más encendidos. El simple hecho de que Facebook le haya dado de baja al grupo de Facebook “We Are Khaled Said” – a quien luego felicitó por ayudar a organizar las protestas de Tahrir Square – muestra que la plataforma a menudo entiende los temas del discurso de manera equivocada, con consecuencias potencialmente graves.

Para algunos miembros de la comunidad de Global Voices, que estas plataformas no eliminen el discurso de odio es tan perturbador como el potencial de estas plataformas para ser censuradas. Thant Sin de Myanmar describió el clima despiadado que caracteriza los hilos en birmano en Facebook, donde las amenazas violentas contra grupos religiosos, especialmente musulmanes rohingya, son alarmantemente comunes. Cuando con otros usuarios birmanos de Facebook trataron de detectar y reportar esos hilos, no tuvieron éxito por la simple razón de que los moderadores de Facebook no pueden leer en birmano.

Cuando tuiteé esto, Elissa Shevinsky – CEO de Glimpse, una nueva aplicación de mensajería – me preguntó por qué Facebook no simplemente contrata hablantes de birmano para ocuparse de este asunto. La respuesta es simple y lamentable: el equipo encargado de recibir denuncias por infracciones en cualquier empresa de medios sociales es visto como un costo e inevitablemente escaso de recursos. Facebook y otras empresas dependen de las denuncias de los miembros de la comunidad para identificar los contenidos que deben ser investigados o eliminados. (Kate Crawford y Tarleton Gillespie escribieron un maravilloso documento titulado “¿Para qué sirve denunciar?” que explora las limitaciones de reportar infracciones como manera de controlar y comentar el discurso en línea – es de lectura obligatoria para las personas interesadas en este tema.) Cuando el contenido reportado como infracción está en un idioma desconocido, Facebook se enfrenta a dos malas alternativas: puede dejarlo (ignorando el potencial discurso de odio) o bloquearlo (potencialmente censurando el discurso político.) Quizás Facebook no deba expandirse en mercados en los que no puede monitorear adecuadamente su contenido… pero es difícil exigir que una empresa desarrolle mecanismos sólidos para controlar abusos en un idioma antes de que tenga usuarios en ese idioma.

Jillian y sus colegas de OnlineCensorship.org ahora están documentando el contenido de Facebook y otras plataformas como una manera de hacer un mapeo del espacio del discurso admisible en línea. Estoy fascinado con esta idea, y me pregunto si el método que Crawford y Gillespie usan en su trabajo – denunciando contenido para ver cómo responden las plataformas – podría funcionar para Jillian. (Tal vez colocar más discurso ofensivo en el mundo para ver cómo reaccionan las plataformas no resulte positivo – puede que haya suficiente enojo y odio en línea y que simplemente documentarlo bien sea suficiente.)

Imágenes, no palabras 

Soy un individuo de muchas palabras, como saben todos los que han lidiado con posts de mi blog. Pero uno de los mayores beneficios que me llevé de esta conferencia fue conocer la fuerza y el protagonismo de las imágenes como una forma de discurso político. Georgia Popplewell organizó una sesión multitudinaria titulada “La Revolución será ilustrada”, donde 13 miembros de la comunidad de Global Voices nos presentaron el trabajo de caricaturistas, ilustradores y diseñadores de sus respectivos países.

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Muchos de los artistas presentados eran caricaturistas tradicionales, como Crisis Valero de España o el norteamericano de origen mexicano Lalo Alcaraz. Pero algunos eran artistas del diseño gráfico como el activista filipino Pixel Offensive, o Kevin Rothrock de Global Voices. Pixel Offensive produce gráficos simples, atractivos usando imágenes de los políticos filipinos recontextualizadas, subtituladas o remezcladas. El trabajo de PXO tiene una firma distintiva de color – amarillo y negro – que son los colores del gobierno de Aquino. Es un secuestro visual de la marca presidencial. El trabajo de PXO no muestra tanta destreza artística como el de un artista como Alcaraz, pero ese bien podría ser parte del mensaje: el activismo visual debe ser abierto a todo aquel que tenga algo que decir.

Kevin Rothrock claramente captó ese mensaje. El coeditor de RuNet Echo, la pertinaz y a menudo controvertida sección de Global Voices que se centra en la internet rusa, Rothrock disfruta de causar problemas en línea, provocando a los trolls que reaccionan a su cobertura. Sus posts para Global Voices generalmente acompañados de collages satíricos, en los que Vladimir Putin es remezclado para convertirse en todos los memes imaginables. No todos los collages funcionan para mí, pero algunos son divertidísimos, y es fácil imaginar que se viralicen en línea. 

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Imagen mezclada por Kevin Rothrock.

Lo que más valoré de la charla de Rothrock fue que alentó a los blogueros y autores de la audiencia a que adopten sus simples técnicas de collage en su propios trabajos, ofreciéndoles los secretos del oficio. (Los logos funcionan bien, ya que están diseñados para una gran cantidad de contextos diferentes, y Vladimir Putin sin camisa, a caballo, mejora cualquier escena.) Así como los activistas han aprendido a hablar en oraciones breves, que pueden ser tuiteadas, para lograr difundir su mensaje en línea, puede que haya llegado el momento de que activistas y periodistas aprendan a hacer memes visuales de rápida difusión con la esperanza de llegar a audiencias más amplias.

Representación, si no revolución

Después de los movimientos Occupy, Indignados, Gezi y otras protestas populares recientes, es razonable preguntarse si los movimientos de protesta son más poderosos para expresar el disenso que para hacer cambios fundamentales en los sistemas de poder. Escuchando a los panelistas hablar de las protestas en México, Siria, Ucrania y Hong Kong, pensé en la idea de Zeynep Tufekçi acerca de que las herramientas digitales han facilitado las manifestaciones populares, pero pueden haber vuelto a los grupos reunidos por medio de esas herramientas más débiles y frágiles. (Debido a que es tan fácil reunir 50,000 personas en una protesta, sostiene Tufekçi, los organizadores tienen mucho menos trabajo que hacer por adelantado y terminan teniendo menos influencia y capital social que en años anteriores. Cuando la protesta termina y es hora de tratar de influir en el gobierno, esos movimientos tienen muchas dificultades para ocupar el poder.)

Uno de los principales mensajes de la conferencia fue la idea de que los movimientos de protesta se concentran cada vez más en su propia representación en los medios. Tetyana Bohdanova, autora de Global Voices de Ucrania, explicó que los manifestantes de Euromaidán miraban las reacciones de los medios ante su movimiento con creciente preocupación, mientras periodistas crédulos adoptaban narrativas simplistas. Tendemos a pensar que los manifestantes transmiten mensajes simples, agudos y propagandísticos para motivar a sus seguidores. En cambio, Bohdanova sugiere que los manifestantes de Euromaidán a menudo se encontraron en la posición incómoda de defender sutilezas y matices, explicando el concepto de “una revolución de dignidad” a la prensa, que quería ver la protesta como una simple batalla entre Rusia y EE. UU. 

Mi colega Sasha Costanza-Chock sostiene que producir contenido para los medios es una parte fundamental de organizar movimientos de protesta, y las historias de la Cumbre de Medios ciudadanos parecen apoyar esa afirmación. Desde Ucrania a Gaza, los activistas tuitean en inglés para tratar de influenciar en las descripciones de sus movimientos. Entender los medios sociales como canales para movilización – la narrativa más común acerca de la relación entre tecnología y protestas – nos brinda una imagen parcial. Para los activistas y manifestantes, los medios son, una vez que la gente está en las calles, tan importantes para informar lo que ha sucedido, y documentar los abusos como para representar el movimiento ante el mundo. 

La respuesta ante catástrofes es un impulso para el uso de los medios sociales

Filipinas es azotado por un promedio de veinte tifones al año, incluyendo tormentas impresionantes como el tifón Haiyan, que causó la muerte de 6300 personas. Isolde Amante y otros colegas filipinos explicaron que los medios ciudadanos se han convertido en una fuente primaria de información en estas crisis, y que los diarios es mucho más probable que se enteren de estos sucesos en los medios sociales que en la radio u otros canales de difusión.

Muchas historias han celebrado el poder de los medios sociales para ofrecer respuestas ante las crisis – como Ushahidi fue usado para colaborar en los esfuerzos de recuperación luego del terremoto en Puerto Príncipe, Haití, por ejemplo. Pero estas cuentas generalmente describen los aportes de los medios sociales como un epifenómeno. Las conversaciones en Filipinas sugieren que podríamos esperar que los medios sociales asuman un rol de liderazgo en las noticias referidas a los desastres y posiblemente, en la coordinación de las respuestas. 

Los medios sociales tienen que ver con tomar partido

Esa frase pertenece al próximo libro de Phil Howard Pax Technica, y me resultó útil para analizar las conversaciones que tuvimos en Global Voices. Siempre hemos considerado a Global Voices como un proyecto periodístico – le hemos pedido a nuestros autores que cubran las conversaciones que tienen lugar en sus esferas nacionales de un modo balanceado y equitativo, aunque rechacemos las nociones clásicas de objetividad periodística. Pero también está claro que muchos de quienes están involucrados en Global Voices son apasionados defensores de diversas causas: de la libertad de expresión en línea, de que su nación sea representada de manera diferente en los medios internacionales, de causas políticas.  

Cada vez más, siento que Global Voices es una plataforma para el “periodismo por una causa” en el mejor sentido del término: tanto aboga por cambios en el mundo como representa a las personas que luchan para lograr esos cambios. Y la descripción de Phil de los medios sociales como tomar partido me parece correcta. Ambos lados no son explícitamente políticos– la gente que usa los medios sociales para brindar asistencia durante el huracán está tomando partido contra un desastre natural y para beneficio de las víctimas. Pero la línea entre pedirle a amigos y seguidores que te presten atención y tratar de aprovechar esa atención para el cambio es borrosa, y mucho de lo que funciona en los medios sociales supone asumir la defensa de una causa.

Para mí, las cumbres de Global Voices son siempre un momento alegre, una oportunidad para reconectar con viejos amigos y para hacer nuevos. Esta edición también me brindó material para reflexionar, y no puedo esperar para continuar estas conversaciones con la comunidad hasta que nos volvamos a ver personalmente dentro de dos años.

Este post fue publicado originalmente en el blog de Ethan Z.

Ethan Zuckerman cofundó Global Voices en 2004, mientras era Berkman fellow en la Universidad de Harvard. Él actualmente dirige el Center for Civic Media en el MIT, y enseña en el Media Lab del MIT. En 2013 fue publicado el primer libro de Ethan: Rewire: Digital Cosmopolitans in the Age of Connection.

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