Cómo se aliaron musulmanas y cristianas en Nigeria para oponerse al extremismo violento

Nigerian pastor Esther Ibanga joined with Muslim leaders in the city of Jos to call for the return of Chibok girls who were kidnapped by the extremist group Boko Haram. Credit: Women Without Walls Initiative (Willie Abok). Published with PRI's permission

La pastora nigeriana Esther Ibanga se unió a líderes musulmanas de la ciudad de Jos para pedir el regreso de las jóvenes de Chibok secuestradas por Boko Haram. Imagen de Women Without Walls Initiative (Willie Abok). Publicada con permiso de PRI.

Este artículo y el reportaje de radio de Joyce Hackel para The World han sido publicados en la web PRI.org el 14 de enero de 2015 y están siendo republicados en Global Voices como parte de un acuerdo para compartir contenidos.

Con todos los ojos puestos en Francia esta última semana, apenas se ha mencionado en el resto del mundo una masacre perpetrada por extremistas religiosos en una ciudad del noreste de Nigeria llamada Baga.

La disparidad en la cobertura informativa salta a la vista, sobre todo para los nigerianos. 

Esther Ibanga, pastora de la ciudad de Jos y fundadora de un grupo llamado Women Without Walls, afirma que habría esperado que el mundo hubiera prestado más atención al asalto del grupo Boko Haram que acabó con cientos, o quizás miles, de vidas nigerianas. 

«En el fondo estaba muy enfadada, pero mi ira estaba dirigida a mi gobierno», comenta Ibanga, la pastora de las misiones cristianas de Jos. «Porque mi gobierno y mis dirigentes tienen que valorar a su propio pueblo. Si ellos no valoran a su propio pueblo primero, ¿por qué esperan que otros lo hagan?».

Jos es la capital del estado de Plateau, en la zona centro de Nigeria. Está situada cientos de kilómetros al sur de las fortificaciones de Boko Haram en el estado de Borno en el noreste del país. Las tensiones religiosas en la región tuvieron su origen antes de la creación del grupo Boko Haram y se iniciaron más recientemente en la mitad de los años 90.  

«Es desafortunado, pero en los últimos años en cierto modo nos hemos acostumbrado a que cristianos y musulmanes no se lleven bien», dice Ibanga. 

Aun cuando las tensiones ya se habían vuelto comunes, la severidad de la masacre de 2010 en la ciudad de Dogo-Nahawa transformaron a Ibanga y a otra mujer local en activistas.

«La guerra llegó a los dormitorios», dice Ibanga. «Las víctimas estaban durmiendo cuando los atacantes entraron en sus habitaciones por la noche y comenzaron a matarlas».

En respuesta a ello, Ibanga organizó una marcha de 100,000 mujeres, principalmente cristianas, a través de Jos. La idea, según recuerda, era «hacer saber al gobierno que las mujeres del Plateau no iban a permanecer en silencio».

Aun así, en las semanas que siguieron, Ibanga y las otras mujeres descubrieron que la violencia extremista de Dogo-Nahawa era en realidad una represalia por un ataque anterior a la región de militantes cristianos.

«Las mujeres musulmanas reaccionaron entonces, y dijeron: ‘Eh, esperen un minuto, nuestra propia gente también ha sido asesinada'» recuerda Ibanga. Así pues, las musulmanas de Jos organizaron su propia marcha por separado.

Pero incluso después de que las cristianas y las musulmanas se manifestaran siguió habiendo enfrentamientos violentos. En ese punto, Ibanga se contactó con una líder musulmana local, Khadija Hawaja. 

«En ese momento fue cuando me di cuenta de que el problema no era religioso, sino político. A pesar de ello, la religión se utilizaba como una herramienta muy poderosa» comenta. «Contacté con Hawaja y le dije: ‘Oye, sabes que tenemos los mismos problemas. En este asunto no se trata de que tú seas musulmana y yo cristiana. Estos políticos provocan los enfrentamientos. Porque todo trata de que ellos mantengan el poder'».

Dado que Jos estaba tan polarizada desde un punto de vista político, las mujeres tuvieron que encontrarse en un «terreno neutral», un restaurante.

«Podrían haberla matado» afirma Ibanga. «Y a mí también, si hubiera entrado en una comunidad musulmana».

Después de meses de colaboración, Ibanga y Hawaja fundaron el grupo Women Without Walls Initiative. 

«Queremos acabar con los muros que nos dividen y nos separan, ya sean sociales, étnicos o religiosos», comenta Ibanga. «En verdad no podemos unirnos a los políticos en esta lucha. Somos madres. Somos dadoras de vida y portadoras de soluciones. Y creemos que deberíamos contribuir con soluciones, más que darle vueltas al problema».

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