Luego de 25 años, ¿los húngaros han entendido finalmente que viven en una democracia?

Demonstrators in Budapest, October 2014. Photo by Marietta Le.

Manifestantes en Budapest, octubre de 2014. Foto de Marietta Le.

Marietta Le es editora de Global Voices en húngaro y trabaja en Atlatszo, importante ONG de transparencia en Budapest.

Con una noticia en primera plana del New York Times y dos minutos de risa con John Oliver, Hungría tuvo fama en los medios masivos gracias al plan del gobierno húngaro de implantar un impuesto especial al tráfico en Internet.

Los húngaros están siempre orgullosos de que su pequeño país tenga cobertura internacional, sin importar qué imagen les brinde. De los oscuros predios del marketing, parecen aceptar la terrible idea de que es mejor tener mala cobertura que no tenerla. Esto describe perfectamente sus expectativas sobre lo que la gente de todo el mundo pueda o quiera saber, del país.

La noción de que Hungría se está convirtiendo en un ‘estado intolerante’ no es nada nueva

Para algunas personas no es nada nuevo la noción de que Hungría, país centroeuropeo que se unió al hemisferio democrático occidental en 1989 (y el Muro de Berlín cayó hace exactamente 25 años), tiene como objetivo convertirse en un ‘estado intolerante’, y que su primer ministro está poniendo a países más o menos autoritarios como ejemplos a seguir para su pueblo. Pero si no eres un lunático liberal que lucha por libertades civiles en cualquier país que amenace la libertad de acuerdo a tu punto de vista, entonces tal vez no sabías que la caída de esta reciente democracia empezó mucho antes de estas útimas semanas.

Cuando el actual gobierno asumió el cargo en 2010, una de las primeras órdenes fue cambiar la Constitución y la Ley de medios. En Hungría, si tu partido recibe una mayoría de dos tercios en las elecciones nacionales, nunca tendrás que preocuparte de convencer a los miembros del partido de oposición de votar por tus propuestas. Puedes aprobar cualquier propuesta que quieras.

Los ciudadanos le dan al gobierno el mandato de cambiar las leyes —es lo que un miembro del partido de gobierno Fidesz diría ahora, y ciertamente, el pueblo no dijo ni una palabra cuando se trató de una nueva constitución, una nueva ley de medios o transferir dinero de un fondo privado de pensiones a un fondo estatal de pensiones. Ni les molestó el hecho de que en algún momento, decenas de miles se reunieron en las calles y gritaron en la tumba de la democracia con el nombre “Un millón por la libertad de prensa en Hungría”.

Nadie sabía en 2010 ni en 2012 que el gobierno reformaría la ley electoral para facilitar su propio regreso a una mayoría de dos tercios en 2014. Nadie sabía que reprimiría los proyectos en curso de las ONG financiados por Subvenciones de Noruega, una programa diseñado para asistir a países subdesarrollados de la Unión Europea.

¿Vives en un país donde los activistas se aterran cuando ven un auto de policía frente a sus oficinas? Los húngaros sí.

En cuanto el gobernante Fidesz fue elegido para su segundo periodo, la Oficina de Control del Gobierno (entidad estatal de auditoría) empezó a investigar el gasto de las ONG que recibieron subvenciones de Noruega. La policía allanó la oficina de Ökotárs, organización donante, para buscar evidencia de supuesta malversación y otogamiento no oficial de préstamos a ONG. Se prepararon listas de organizaciones problemáticas. Trece ONG, dedicadas principalmente a combatir la corrupción y promover la democracia, fueron puestas bajo especial observación debido a sus actividades.

El allanamiento en Ökotárs ocurrió una mañana de lunes. Días después, el expresidente de la Comsión Europea, José Manuel Barroso, visitó Hungría para recibir un doctorado honorario de la Universidad Corvinus. Una de las ONG “de la lista”, que tenía oficinas detrás de la universidad, fue rodeada por fuerzas de orden público para proteger al invitado especial. Los correos electrónicos empezaron a volar en torno a una nueva represión, ahora en una organización receptora de subvenciones. Horas después, recibimos un correl electrónico de una aterrada trabajadora de la ONG. Lloró cuando llegó a casa luego de horas de temer una incursión de la policía en su oficina. Su hija le dibujó un corazón y escribió “La felicidad nunca se va” en su interior.

“Por primera vez, no eran solamente activistas lunáticos los que protestaban”

Como trabajadora de una ONG, a menudo me preocupa que los ciudadanos estén cansados de que constantemente hagamos sonar la alarma sobre la tumba de la democracia húngara. Pero el impuesto al tráfico en internet, “netadó” en húngaro, cambió la posición de la gente hacia lo que el gobierno ha estado haciendo durante años. Por primera vez, no eran solamente activistas lunáticos los que protestaban. Jóvenes y viejos estaban en las calles de Budapest, con memes dibujados a mano. La gente coreaba a voz en cuello cánticos sobre servidores, Twitter y Facebook. Usaban máscaras de Guy Fawkes, a pesar de que esto está prohibido por la ley. Finalmente, parecía que toda una nueva generación entendía que debían defender sus derechos. Ya no parecía una pregunta -finalmente, la gente podía ver que todas las medidas tomadas por el gobierno estaban dirigidas a un fin deterninado: la captura del estado.

Aun así, muchos podrían pensar que la propuesta de impuesto a internet era solamente “desinformación” –información falsa difundida con el fin de distraer al público de acontecimientos importantes. Este es un concepto que recordamos de los tiempos anteriores a 1989. Da miedo pensar que el Muro de Berlín cayó hace justo 25 años. Hemos entrado en un periodo de la historia de Hungría cuando el gobierno tiene como objetivo limitar los derechos de los ciudadanos en la misma medida que entonces, y ahora casi explícita y exclusivamente en su propio beneficio.

País libre, internet libre

El primer ministro decidió congelar la propuesta de impuesto a internet luego de la segunda protesta, cuando decenas de personas se congregaron en las calles de Budapest gritando no solamente “país libre, internet libre” y que debería renunciar, sino también que no iban a pagar impuestos a una autoridad fiscal corrupta. El primer ministro explicó que el impuesto de internet no es nuevo, sino solamente una extensión de los impuestos especiales ya existentes en la industria de las telecomunicaciones. Aunque las discusiones sobre el impuesto de internet han disminuido recientemente, seguimos esperando una «Consulta Nacional» al respecto en enero.

La gente puede estar cansada de vivir en una joven democracia mal manejada, pero no se les puede inducir a error por siempre. Espero que los húngaros hayan sabido siempre qué estaba pasando, pero que tenían mucho de qué ocuparse, que debían pensar en llegar a fin de mes. Tal vez el impuesto de internet realmente ha convertido la decepción de los ciudadanos hacia casi todo en el país, en acción, y los ha forzado a luchar contra la corrupción.

El domingo 9 de noviembre, los húngaros llevaron a cabo una manifestación, exigiendo la renuncia del presidente de la Autoridad Tributaria. Entre los oradores estaba András Horváth, el “Snowden húngaro”, que hace justo un año filtró documentos que probaban que la Autoridad Tributaria constantemente perdona a redes de empresas involucradas en fraude fiscal, y que la corrupción está “inserta en el sistema”. Las filtraciones encendieron pocas protestas, solamente aparecieron algunos centenares de personas.

Pero ahora que el gobierno estadounidense está prohibiendo que algunos funcionarios húngaros viajen a Estados Unidos, hemos visto que hasta ellos tenían información de corrupción de alto nivel en nuestro país. Zsolt Várady, fundador de la primera red social de Hungría que alguna vez fue mayor que Facebook, anunció que lanzaría una nueva red social para gente que quiera hacer un cambio en Hungría. Dijo que la mentalidad de los ciudadanos húngaros deberá cambiar para cambiar la mentalidad de la élite política. 

Y no es solamente la corrupción de alto nivel lo que está en discusión. Los oradores en la manifestación del domingo plantearon la idea de un cambio en el sistema de tributación húngara. Se ha hablado de la evasión tributaria como un “juego nacional” pero ahora incluso los ciudadanos parecen exigir un cambio. Los oradores llamaron a la audiencia a que empiecen a hablar con sus vecinos sobre problemas con la corrupción pequeña. Les dijeron que visitaran la oficina local de la Autoridad Tributaria y que pidieran a los trabajadores si el presidente de la Autoridad Tributaria ya había renunciado.

Como conclusión, solamente puedo repetir las palabras de Zoltan Békési, artista y empresario húngaro. Ya son 25 años años que jugamos el juego de la democracia. Ya es hora de que empecemos a tomarla en serio.

Marietta Le es editora de Global Voices en húngaro y trabaja en Atlatszo, importante ONG de transparencia en Budapest.

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