Cómo encontrar la felicidad en la democracia

Desde Bután, la tierra de la felicidad nacional bruta, el bloguero Passang Tshering comparte una reflexión sobre cómo la gente puede alcanzar la felicidad en democracia. Él compara esta última con el matrimonio por amor y agrega que hay tres grupos de personas: los que aman, los que odian y los ciudadanos que se interesan. 

The Lovers are the ones who swear by one party, and regardless of how good or bad the decision the party makes they will not move an inch into disagreement. They are like a obsessive husband who could go and hug his wife after she has thrown a hot pan on his face.

Contrary to that The Haters are the ones who turn blind eyes to all the good things a party does and suddenly becomes so loud when they see a flaw. They are like an angry husband who would slap his wife even when she gifts him a bouquet of flowers.

If we have more of these two groups of people then democracy is at risk. They could fail a country. Therefore we must strive to be and saw the seed of The Concerned Citizens in our youth. Educating and inspiring them to grow the heart that is courteous enough to acknowledge the good even if it's done by an enemy, and courageous enough to condemn even when the wrongdoer is a friend. That like a very human and loving husband.

«Los que aman» son aquellos que tienen plena confianza en un partido y, sin importar cuán buena o mala sea la decisión que éste tome, serían incapaces de estar en desacuerdo. Son como un marido obsesivo que podría correr a los brazos de su esposa y abrazarla después de que ella le haya lanzado una sartén caliente a la cara.

En el extremo opuesto se encuentran «los que odian». Ellos se ponen una venda en los ojos a fin de ignorar todas las cosas buenas que el partido hace, pero intempestivamente arman todo un escándalo cuando notan una falla. Son como un esposo iracundo que le voltearía la cara de una cachetada a su mujer aún cuando ella le regalase un ramo de flores.

De haber más de esos dos grupos de personas en la sociedad, la democracia correría peligro. Podrían llevar a un país a la ruina. Es por eso que nosotros tenemos que luchar por ser y sembrar la semilla de «los ciudadanos que se interesan» en nuestra juventud. Tenemos que enseñarles y motivarlos a cultivar un corazón que sea lo suficientemente noble para reconocer lo bueno, aún cuando el enemigo sea quien lo haya realizado, y lo suficientemente valiente para condenar, aún cuando el malhechor sea un amigo. Y todo eso como un esposo muy humano y amoroso.

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