Por qué los taxistas de Lima ven con recelo la nueva normativa que rige la apariencia de los taxis

"A conductor on one of Lima's combis, private minibuses which compete with Lima's taxis for both passengers and road space. Officials want to reduce their number, saying they cause accidents and are poorly maintained. Photo by Alex Pashley.

Conductor de una de las combis de Lima, minibuses privados que compiten con los taxis por los pasajeros y la carretera. Los funcionarios quieren reducir su número, argumentando que son la causa de muchos accidentes y que, además, no suelen estar en condiciones óptimas de circular. Foto de Alex Pashley.

La vida para los taxistas de lima no es lo que solía ser. Durante años, taxistas piratas han llenado las calles de la capital: bajando las tarifas y robando clientes. Ahora, una nueva normativa que intenta acabar con esta competencia ilegal de alrededor de 120.000 taxis «piratas» que no suelen cumplir con las inspecciones y que, alguna que otra vez, roban a los propios pasajeros, hace que a los propios taxistas se les quiten las ganas de ayudar.

Este mes, las autoridades locales han afirmado a los 90.000 taxistas con licencia de Lima que tendrán que ponerle a sus taxis rayas negras y amarillas, así como una señal luminosa de «TAXI» en el techo si no quieren tener que enfrentarse a multas de 190 soles (aprox. 68 $). Todos los taxis también deberán ser de color amarillo, blanco o negro para antes de 2017, según el taxista sea autónomo, autorizado o si solo recoge a clientes que han reservado con anterioridad.

Los taxistas que trabajan en la zona suburbana de Miraflores le dijeron a Global Voices que no creían que estas medidas iban a ayudar a reducir los delitos y que dicha ley tiene por objeto aumentar el erario público de la localidad.

Según Jesús Alberto Alarcón Huauya, taxista autónomo con taxi amarillo (por lo que queda exento de realizar cambios en su vehículo): «Cada tres meses, tenemos que enfrentarnos a nuevos cambios. Esto no va a reducir los delitos porque todo el mundo puede comprar las rayas. Es una pena que esto vaya a ser un negocio para la municipalidad. Es una mafia».

Por su parte, Marco Antonio Rodríguez Atarra, taxista autónomo que gana unos 100 soles diarios, argumenta: «¿De dónde voy a sacar el dinero? Solo las rayas cuestan 85 soles y luego pintar el coche podrían ser unos 1.500. Creo que cuando pasen tres meses las autoridades nos dejarán en paz. No voy a cumplir la normativa y estropear mi coche con esas rayas. La mayoría de mis compañeros tampoco lo harán, aunque si reincides la multa es de 380 soles».

A taxi driver's accumulated yearly permits displayed on his windscreen. Photo by Alex Pashley.

Se pueden observar todas las licencias que acumula un taxista en la luna de su vehículo. Foto de Alex Pashley.

Ciudad congestionada

Según el periódico El Comercio (2011), la capital peruana cuenta con más del doble de taxis de los que necesita. Según Gestión, otro periódico, en 2010, los problemas de tráfico hicieron que se perdieran mil millones de dólares por problemas de productividad. Para mejorar la situación, en los últimos años, las autoridades locales han intentado obligar el uso de taxímetros con tarifas reguladas, además de imponer el uso de licencias con chips electrónicos. Asimismo, las licencias de los taxis no deben exceder los 14 años de antigüedad; pero la ley ha tendido a aplicarse de forma muy irregular.

Según Susana Villarán, alcaldesa de Lima, «los taxis solo satisfacen el 10% de la demanda, mientras que hacen uso del 70% de las vías públicas». Por ello, promovió la nueva ley el pasado agosto. Los taxistas piensan que la nueva normativa es solo una estrategia que Villarán está usando para ganar votos, ya que espera ser reelegida en las elecciones locales de noviembre. Por su parte, esperan que la nueva ley se anule si la alcaldesa (64 años) de centro-izquierda pierde.

Alberto Martínez Molina comentaba lo siguiente en la página web de La República, un periódico de Lima: «Cuánta eficacia de nuestra Sra. Alcaldesa, esperó tres años y medio para ordenar el servicio de taxi. Puro oportunismo por las próximas elecciones. ¡Viva la Sra. Honestidad!»

La falta de un buen sistema de transporte público sumado al hecho de que la población de la ciudad se haya triplicado desde 1980 hasta los 9 millones, ha hecho que el sector privado reine sobre los transportes. Una pequeña legión de combis, minibuses de carácter privado, y alrededor de 45.000 colectivos de taxis que comparten los trabajadores que van a destinos similares han hecho que, durante años, las avenidas de Lima estén completamente atascadas.

Pero la situación está cambiando. Las autoridades locales inauguraron la primera línea de metro en 2011 y la segunda línea estará lista para 2016, mientras que también se está trabajando en otras tres líneas. También, se le están dando más prioridad a los coasters, autobuses similares a los que se utilizan en los institutos de los EE.UU., sobre las combis. Estos últimos son bastante criticados porque se dice que corren de forma temeraria por hacerse con los clientes que esperan en cada parada.

Sin embargo, la nueva línea de metro, que ha reducido los desplazamientos al trabajo de dos horas a treinta minutos a lo largo de la ruta norte-sur de 34 km, todavía es poco efectiva, ya que se forman grandes colas, por lo que los taxis aún siguen siendo esenciales para ciertos desplazamientos.

Inseguridad

Dante Paredes, trabajador social, comentaba que la nueva normativa que tendrán que cumplir los taxis le haría sentir más seguro. Según sus palabras, «es la única forma de progresar». Una de las mayores preocupaciones del electorado es la seguridad pública, por lo que este tema va a ser clave en las elecciones. En este respecto, según una encuesta que Ipsos realizó en enero, nueve de cada diez ciudadanos se sentía desprotegido en las calles de Lima.

Jaime Sorilla, un empresario jubilado de 65 años, se preocupa poco por los taxistas; pero considera que los continuos cambios de normativa que va realizando cada alcalde cada cuatro años son muy nocivos. Según sus propias palabras, «los taxistas van a tener que financiarlo. Si no arreglan este plan y no nos garantizan que los taxis estarán registrados, nosotros seguiremos en peligro». Sorilla también añadía lo siguiente: «Un antiguo alcalde prometió que se iban a pintar todos los taxis, pero entonces entró un nuevo alcalde y se desinteresó por el tema. Son cretinos y burros. Cuando hay buenos planes en marcha, estos no deberían cambiarse porque otro de otro partido entra a gobernar».

A passenger interacts with the driver of a Lima taxi sporting the new regulation black-and-yellow stripes and lighted sign. Some Lima residents say marking licensed taxis in this way will make them feel safer. Photo by Alex Pashley.

Una pasajera habla con un taxista de Lima, cuyo taxi cumple con la nueva regulación de llevar rayas amarillas y negras y una señal luminosa. Algunos residentes de la ciudad argumentan que la nueva regulación les hará sentirse más seguros. Foto de Alex Pashley.

Informalidad

El lento y laborioso proceso para conseguir la licencia de taxi es culpable, en parte, de que el sistema se haya vuelto bastante informal.

«El sistema es muy caótico», asegura Vladimir García, un estudiante que necesita de los taxis para llegar al trabajo. «Ahora mismo, para conseguir una licencia de taxi, tienen que esperar durante horas o días, lo que se convierte en algo problemático».

Un taxista «pirata», que no quiso desvelar su identidad, argumenta que hay demasiado papeleo y muy poca persecución por parte de las autoridades, por lo que prefieren pagar para seguir trabajando sin necesidad de licencia. Por su parte, el servicio de registro lleva funcionando mal desde noviembre de 2012.

«Trabajo con mucha discreción para una serie de clientes», comenta el conductor, que solía trabajar en un bar y que ahora gana entre 100 y 200 soles por día. «Solo me han multado una vez en cinco años. Pagué 500 soles en el Callao [una ciudad vecina a Lima]. La policía está siempre ahí, pero no me ven, así que no está mal». 

Algunas excepciones

Violeta Valiente, asistente del director de los Servicios de Taxi de la Administración de Transporte Urbano, dijo que el ayuntamiento tiene «acuerdos con 19 distritos en Lima para inspeccionar a taxistas que incumplen la norma en toda la ciudad».

El primer día en que se implantó la ley, los inspectores llegaron a multar a 53 conductores por no llevar las rayas en el coche. Sin embargo, los conductores que están registrados en la ciudad vecina de Callao, que limita con Lima, no necesitan las rayas, ni pintar sus coches, según confirmaba Miguel González, el director de Transportes Urbanos del Municipio de Callao.

Valiente comentaba que tener el mismo equipo directivo en ambas ciudades sería lo «idóneo».

Jimmy Mulgar, taxista registrado en Lima, que conduce un taxi «remisse» y que solo puede transportar a clientes bajo previa reserva, comentaba que no tiene ningún sentido que los taxis que están registrados en Callao no cumplan también con la normativa. Hay una gran discrepancia entre el transporte de Lima y Callao y solo nos afecta a nosotros.

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Este taxi podría ser multado con 190 soles (68 $). Pero la duda de los taxistas es si los cambios realmente se van a implantar. Foto de Alex Pashley.

Carril para vehículos lentos

Con planes para aumentar el servicio de metro y un servicio de autobuses más regulado, el sistema de transporte de Lima, cada vez más moderno, intenta dominar sobre el sector privado. El éxito de la nueva normativa para los taxis reside en la correcta aplicación de la ley y en que los nuevos alcaldes continúen y mantengan la propuesta (situación que los taxistas miran con escepticismo). Para los que probablemente acaben desplazados, les espera un futuro bastante inestable.

«Si la situación continúa así, pueda que tenga que buscarme otro trabajo», comenta César Elías. «Es complicado. Las empresas no querrán contratar a un hombre de 49 años. Algún día, me gustaría comprobar cómo funcionan los taxis en Londres. Ustedes los ingleses nos llevan 200 años de ventaja».

Alex Pashley es un periodista británico residente en Lima que cubre diferentes noticias en la fascinante nación andina. Cuando no se habían cumplido ni tres meses, él ya se sentía como en casa. Cambió las incesantes lluvias y los cielos nublados de las regiones centrales de Inglaterra por el temido invierno de Lima. Pashley ha trabajado para la agencia Bloomberg en Londres y también en la prensa local.

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