Siria: La vida tal como era antes del invento de la bombilla eléctrica

Esta publicación es parte de la serie de artículos especiales de la bloguera y activista Marcell Shehwaro, que describen la realidad de la vida en Siria durante el conflicto armado en curso entre las fuerzas leales al régimen actual y los que buscan deponerlo. 

Surgical teams now without water and electricity in Aleppo. Image by Halabi Lens. Copyright: Demotix

La vida sin electricidad en Siria: Los equipos quirúrgicos en Alepo actualmente sin agua y electricidad. Imagen de Halabi Lens. Derechos de autor: Demotix

Desde que la parte de Alepo donde vivo fue liberada del actual gobierno sirio, nuestra electricidad ha sido cortada como un castigo colectivo aplicado a una ciudad al borde de la liberación. No importa si uno apoya o se opone al régimen, pues el gobernante del país se comporta como el dueño de la granja, cortando la electricidad y el suministro del agua cuando quiere. Si pudiera cortar el oxígeno de aquellos que se le oponen, probablemente lo haría. 

Nuestro suministro de energía ha sido cortado por completo por largos períodos. Nos quejábamos por un par de días, o por una semana, pero luego teníamos que centrar la atención en enterrar los restos de los muertos ya que la máquina de matar de Assad cambia de bombardear la campiña de Damasco a bombardear la ciudad, algunas veces utilizando misiles Scud. 

A la vez, tenemos que enfrentarnos a nuevos retos que surgen de la interrupción de los servicios públicos como sanidad, educación y el sistema judicial. Nos costó comprender que la ciudad que amamos se convirtió en dos ciudades que se regañan la una a la otra y tratan de superarse en el número de anuncios de defunción.

Y nos hemos acostumbrado. Nos habituamos a la vida tal como debería haber sido antes de la invención de la bombilla eléctrica, resignados a la desaparición de este lujo moderno. Se ha vuelto habitual oír gritos de alegría en el vecindario cuando las luces se encienden, como si fuera un evento excepcional que merezca festejarse. 

Con el tiempo, los rituales de nuestras vidas cotidianas empezaron a medirse por la cantidad de electricidad que nos regala «Su Majestad». Hay que aprovechar al máximo las dos horas de electricidad que reciben los vecindarios afortunados. Prendemos todas las luces de la casa, incluso las que no necesitamos y cargamos todos nuestros aparatos eléctricos, en especial los ordenadores portátiles y los teléfonos móviles, aunque estos apenas funcionan pues la red es demasiado débil. 

Si tuviéramos suerte y la reaparición de la electricidad coincidiera con la disponibilidad del agua, empezaríamos a tratar de limpiar las pilas de ropa sucia que tenemos acumulada. Muchos de nosotros empleamos las dos horas en utilizar los hornos eléctricos para ahorrar en el precio exorbitante del gas. Ni siquiera las horas que uno duerme o se despierta ya son relevantes. Hay que acostumbrarse a despertarse cuando se conecta la energía para terminar las tareas domésticas que dependen del suministro eléctrico. 

La disponibilidad de energía eléctrica, además, dicta lo que se compra y lo que se come. No tiene sentido comprar comida que necesita refrigeración. Uno se vuelve innovador y encuentra nuevos sitios para almacenar la comida. Se puede dejar un trozo de carne, que se ha hecho un producto relativamente caro, cerca de la ventana, pues es inaceptable la idea de tirarla caso se estropee. La materia prima perecedera tiene que ser consumida en uno o dos días. Con el tiempo se aprende a ajustar y a calcular la cantidad de comida que se necesita. O quizás jamás se lo aprenda, como uno de nuestros amigos que siempre calcula mal la cantidad de Labneh que necesitamos en nuestra casa. 

Después de varios meses, los sirios encontraron soluciones económicas e innovadoras para reemplazar la electricidad suministrada por el gobierno. Generadores centrales de electricidad están disponibles en la mayor parte de los vecindarios en las áreas liberadas y con su ruido y contaminación se han convertido en una peculiaridad de la ciudad que ya se encuentra cubierta por el hollín de los bombardeos y de los misiles Scud. 

Las casas comparten los generadores entre ellas de acuerdo con sus necesidades o más precisamente de sus posibilidades económicas. Poco a poco, se aprende los nombres de los dueños de los generadores que suministran la energía en la casa de los amigos, pues no puedes evitar escuchar los chillidos cuando ellos y sus vecinos gritan de los balcones a cada vez que la energía es desconectada o cuando hay un problema con el suministro. Esto pasa cuatro o cinco veces al día: «Abu Ahmed, la energía eléctrica está desconectada» seguido por «Abu Ahmed, la energía eléctrica ha vuelto a conectarse». La energía eléctrica de los generadores está disponible unas pocas horas al día, pero se ha vuelto una alternativa aceptable que permite a la gente cuidar de sus necesidades básicas.

Hay que ampliar el tamaño del bolso para mantenerse al tanto con el impredecible suministro de energía. Hay que llevar encima todos los cargadores donde quiera que se vaya, para poder aprovechar cualquier momento en el que se conecte la energía eléctrica. Si alguien tiene algún dinero extra ciertamente comprará una batería extra para el teléfono móvil y para el ordenador portátil. 

Luces parpadeantes, no lo suficientemente fuertes para que se pueda leer, proyectan su sombra en las paredes de la casa, alimentadas con baterías de coches que los sirios actualmente están utilizando para generar energía eléctrica en sus casas. En estos tiempos modernos, gastamos gran parte de nuestra inteligencia y tiempo lidiando con la falta de electricidad, que es lo que quiere el dictador maléfico. Quiere que dejemos de seguir las noticias, que nos quedemos aislados de todo lo que ocurre a nuestro alrededor. Quiere dividir Siria para que nos quedemos enfocados en nuestras necesidades locales y limitadas, que no se extienden más allá del vecindario en el que vivimos. Quiere que nos quedemos agotados y paralizados por la falta de servicios básicos. Quiere hacer nuestras vidas difíciles para que añoremos los viejos tiempos. 

Tenemos que ser ingeniosos, para que se nos ilumine lo que nos queda por caminar. 

Marcell Shehwaro bloguea en marcellita.com y tuitea en @Marcellita, ambos fundamentalmente en árabe. Puedes leer las dos primeras publicaciones de esta serie aquí aquí.

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