El racismo ataca de nuevo en el Perú

Calles de Lima, Perú

Calles de Lima, Perú. Imagen del usuario Martín García en Flickr, bajo una licencia CC Attribution-NonCommercial 2.0 Generic (CC BY-NC 2.0).

Se suele decir que el racismo en el Perú es sutil, solapado, oculto. A pesar de ser un país multiétnico, con gran presencia de población mestiza e indígena, el racismo ha persistido desde los tiempos de la colonia hasta nuestros días. Se manifiesta de diversas maneras: en la costumbre de las familias pudientes de que sean personas de raza negra las que carguen el ataúd de sus fallecidos, en publicidad con guiños racistas o clasistas, en el trato discriminatorio a las empleadas domésticas que casi siempre son de origen andino o incluso a congresistas quechua hablantes por sus errores al escribir el castellano.

Estas manifestaciones hasta hace unos años eran aceptadas pasivamente, quedaban en el anonimato, no trascendían los círculos en los que se daban y los medios casi no se ocupaban de ese tipo de cosas. Pero con la masificación de las redes sociales este tipo de prácticas han llegado al debate de los ciudadanos comunes y corrientes de la mano de los activistas por los derechos humanos y gente que no está dispuesta a soportar más discriminación.

Sin embargo, estas mismas redes sociales también sirven para difundir y hacer ver como normales las mismas costumbres racistas y discriminatorias contra las que otros luchan. La periodista Jacqueline Fowks en un artículo para el diario El País comenta un reciente hecho suscitado en las redes:

La polémica más fuerte se originó el sábado primero de marzo, con las reacciones racistas en las redes sociales tras la muerte de Edita Guerrero, cantante del exitoso grupo de cumbia Corazón Serrano. “Todas las cholas feas y los serranos emergentes ya estarán yendo al velorio de Edita Guerrero de Corazón Serrano. Cuiden sus billeteras”, “Falleció Edita Guerrero de Corazón Serrano. Pucha, ahora mi empleada me va a pedir descanso”, escribieron tuiteros. Emergente es el término para los migrantes o pobres que han mejorado significativamente su condición económica.

Fowks cita otro caso más, bastante mediático en esta ocasión, donde la discriminación, no sólo por el color de la piel, estuvo presente:

La discriminación en Perú también es socioeconómica. El domingo, un programa de televisión difundió el audio en el que el regidor de Lima Pablo Secada insultaba a una mujer policía que le imponía una sanción por infringir las normas de tránsito. “No sea babosa, ¿ha ido al colegio, la han educado, entiende lo que he dicho? En un Cenecape seguro ha estudiado leyes”. Los Cenecapes eran centros de formación técnica, estatales, que surgieron con la reforma educativa a inicios de los años 70. Secada, un destacado economista y tecnócrata, fue hasta el martes aspirante a la alcaldía de Lima.

Pero no son los únicos casos acontecidos este mes. El regreso de un programa televisivo llamado La Paisana Jacinta también generó diversas reacciones. Si bien el programa se produjo originalmente entre 1999 y 2002, y luego brevemente en el 2005, ya desde ese entonces empezó a generar críticas por la caracterización mas bien ridiculizante del personaje principal, una mujer andina. Las continuas repeticiones de los capítulos de la serie todos estos años también generaron comentarios en contra y el canal de televisión se vio obligado a reducir la frecuencia de repetición.

En esta nueva etapa, en la cual el programa ha tenido un buen rating, si bien la caracterización es básicamente la misma, según algunos críticos el humor de tinte racista ha bajado un poco su tono. Pero mucha gente no está de acuerdo con que una serie de estas características regrese a la televisión de señal abierta peruana y en horario preferencial.

El escritor Jaime Bedoya del blog Trigo Atómico comenta sobre las circunstancias en las que se lanzó de nuevo a la Paisana Jacinta, superando en audiencia a un nuevo reality show local:

EN UNA DIALECTICA SINGULAR y propia del estado actual del supuesto bienestar nacional el prejuicio le ganó a la estupidez, abriendo el debate entre si el moco o la baba, la caca o la pila. La Paisana Jacinta se apropió del rating que supuestamente debería tener la madre de todos los realities. Un hombre haciendo humor rastrero disfrazado de una mujer indígena había derrotado el invencible dominio de la imbecilidad sexy.

En el blog del Colectivo Dignidad republican un artículo donde se cuestiona el papel y la responsabilidad de los medios de comunicación:

La pregunta es ¿hasta qué punto deben los medios de comunicación dar a la gente ‘lo que quiere’? ¿Han olvidado quienes manejan los medios que además de entretener, su función también es informar y educar? En una sociedad como la nuestra, con un contexto en el que aún se soporta una pesada carga racista, ¿hasta qué punto es legítimo explotar los estereotipos como recurso humorístico?

Por su parte, Gonzalo Meneses, estudiante de sicología, publica en el blog Feministas relatando lo que su hermano menor le cuenta sucede en su salón de clases:

hay una pequeña y tímida niña chaposa de apellido Ñaupari, a la que ya algunos empiezan a llamar “Jacinta” […] Me cuenta que a los profesores parece no importarles. Me cuenta que no pasa nada, porque cada salón tiene su Jacinta o su Jacinto (o su Huasaberto). Cuando le pregunto, «¿qué te parece gracioso de la paisana?», sus respuestas son directas: es bien cochina; es bien estúpida; es bien fea (y él no deduce que es fea, se lo dicen en el programa, y él aprende que ese cuerpo es un cuerpo feo); por cómo tiene los dientes; por las cosas que le hacen; por cómo habla; cómo camina; por cómo se viste, por cómo se orina en las calles. En resumen, por cómo es. Por lo que es.

En Facebook el usuario Qullana Qhapaq Amaru escribe sobre una niña imaginaria, pero a la vez muy real, que debido a las burlas crecerá creyendo «que es bruta, torpe, que no sabe hablar en castellano […] Creerá que es sucia, desaliñada, que su vestimenta es motivo de vergüenza», y que esta niña cuando sea grande tendrá 3 opciones: aceptar pasivamente la discriminación, alienarse, o rebelarse:

Ella no renegará de su identidad, la reafirmará tercamente, estudiará, investigará y descubrirá la verdad, la terrible verdad, de todo un pueblo subyugado política, económica, social, cultural y religiosamente desde hace 500 años. Ella luchará por cambiar el actual estado de cosas, la sociedad colonial la odiará: la llamarán «terrorista, chola rebelde» «el mejor indio es el indio muerto» le dirán que es una radical que busca el caos, el atraso, la llamarán «resentida social» «fronteriza»

Pero no todos ven negativamente al programa. En el blog Sin Sentido, Arturo, a quien le gusta el programa, opina que es un clásico de la televisión peruana y espera que se propale una temporada completa y no sólo un piloto. Además añade:

Como es obvio, este anuncio causará el enojo de aquellos sectores acomplejados que se niegan a reconocerse tal como son, porque la Paisana Jacinta es sin duda alguna, la típica representante de la mujer peruana que vemos en las calles de Lima, Es mas, ese personaje habría sido inspirado en una vendedora de golosinas del cruce de las avenidas Las Palmeras y Javier Prado, tal como confeso su creador en una reciente entrevista.

El tema del racismo en el Perú fue objeto de una reciente nota en la versión en castellano de National Geographic. Aunque mayormente se ocupan del caso de la fallecida cantante Edita Guerrero, también mencionan lo sucedido en un partido de la Copa Libertadores entre el local Real Garcilaso y el brasileño Cruzeiro, cuando los aficionados se dedicaron a imitar sonidos de mono cada vez que el futbolista brasileño negro Tinga tocaba el balón.

El racismo está lleno de paradojas. Ese partido se jugó en la ciudad andina de Huancayo y la mayoría de asistentes eran mestizos con marcada esencia indígena, es decir, esos mismos que sufren la discriminación y los insultos de los «blancos». Siempre aparecerá uno más oscuro para burlarse y tomarse revancha, explican expertos. Sociólogos, antropólogos y demás estudiosos coinciden en que el racismo está fuertemente instalado en Perú, quizás con pocos similares en América Latina.

La misma National Geograhic ha publicado recientemente un estudio de ADN a nivel global donde se encuentra que los habitantes de Lima tienen un 68% de sangre indígena.

Si bien nada cambia de la noche a la mañana, es interesante que se hagan propuestas para mejorar la actual situación, aunque suenen descabelladas, como la de un procurador antiracismo, o se tome acción aun cuando esta parezca una más de esas de activismo de salón, tal como la petición de firmas como muestra de rechazo al programa La Paisana Jacinta.

Post original publicado en el blog Globalizado de Juan Arellano.

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