El padre del código

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Alan Emtage, de Barbados, inventor del primer motor mundial de búsqueda en Internet. foto de Michael Rhodes. Utilizada con permiso del autor.

«Escribí un código que dio lugar a una industria multimillonaria. No me dio ningún dinero, pero no cambiaría nada».

Estas palabras de un hombre con acento de Barbados son las primeras que se oyen en un vídeo publicado en el Huffington Post [en] el pasado mes de abril, en el que muchos caribeños conocieron a Alan Emtage [en], el informático de 48 años que escribió el trozo de código del que nació la multimillonaria industria llamada búsqueda en Intenet.

Cada vez que utilizamos un motor de búsqueda como Google nos remitimos al trabajo de Emtage, quien a pesar de haber sido descubierto hace muy poco en su lugar natal, es un auténtico pionero de la técnica. Su invención en 1990 de Archie, el primer motor de búsqueda mundial, figura en cualquier relación histórica de Internet que se respete.

Nacido en Barbados en 1964, Emtage se crió en una extensa familia que le inculcó una gran curiosidad y la «capacidad de descubrir cosas». La mayor influencia fue la de sus tías maternas. La tía Constance Inniss, profesora de ciencias y directora de la escuela St. Gabriel, lo animó a que escuchara los programas científicos de la BBC y lo llevaba a pescar al dique cercano a la casa familiar de Carlisle Bay, donde debatían lo que veían y pescaban. Emtage recuerda cómo una vez lo acompañó a las 3 de la mañana a ver un cometa.

En el Harrison College, una de las escuelas de secundaria más elitistas, Emtage se encontró en otro entorno de aprendizaje muy positivo. Tomó la vía de las ciencias, estudiando matemáticas, física y química en los «A levels» [equivalente al bachillerato], y ya de muy joven se sintió atraído por los ordenadores, comprando un Sinclair ZX81 con una imponente memoria de 1K durante una visita al Reino Unido en 1981. En la Universidad McGill de Montreal, donde estudió Emtage desde 1983 tras ganar una beca en Barbados, se presentaron varias opciones para su carrera. Consideró licenciarse en Meteorología, y tras ser uno de los mejores alumnos del curso de introducción a la Geología, recibió una propuesta del presidente de dicho departamento.

Emtage admite que eligió la informática por un proceso de eliminación. Desanimado por la perspectiva de «pasar el tiempo en la tundra rebuscando diamantes» o de languidecer en «una estación de radar en St. James» como meteorólogo en Barbados, pensó que la informática era una carrera con futuro. «En 1983 estábamos en lo más hondo de una recesión bastante grave y los ordenadores eran una de las cosas que parecían prometedoras, al menos desde el punto de vista del empleo», dice.

Tras obtener su licenciatura en 1987, Emtage entró en el programa Master de McGill. Como estudiante de posgrado y administrador de sistemas del departamento de Tecnología de la universidad, disfrutaba de una posición privilegiada para acceder a la tecnología más puntera y de un ventajoso punto de observación del incipiente fenómeno llamado Internet, por no mencionar su pertenencia a una comunidad de expertos programadores. La época de mediados de los 80 a principios de los 90 fue un momento excitante para ser informático en una universidad de América del Norte, sobre todo en una tan prestigiosa como la McGill. La universidad tuvo la primera conexión a Internet de la zona oriental de Canadá y la segunda del país. Los precios de la microinformática iban bajando y compañías como Sun Microsystems y el ordenador NeXT de Steve Jobs ponían sus ojos en el mercado de la educación superior: NeXT hizo lo que entonces fue su mayor venta cuando McGill adquirió 50 de sus aparatos.

Aún así, los ordenadores de entonces estaban muy lejos de lo que son ahora. Las tareas informáticas se llevaban a cabo desde un ordenador central, una máquina enorme que solía instalarse en un lugar dedicado a la informática. Se enviaban las tareas al ordenador central, donde hacían cola esperando su turno para que las procesaran. Los informáticos como Emtage perdían horas esperando que las impresoras sacaran automáticamente su trabajo en largas hojas de papel continuo.

Estas fueron las circunstancias en las que Emtage escribió el código que se convertiría en Archie, el primer motor de búsqueda del mundo. Su labor como administrador de sistemas incluía encontrar programas para estudiantes y profesores, lo que significaba buscar manualmente archivos de ordenador en servidores públicos, un proceso aburrido como ninguno. Emtage creó Archie para automatizar el proceso y facilitarse las cosas: «En vez de perder el tiempo entrando en almacenes de archivos e intentar imaginar lo que contenían, ideé unos scripts informáticos que hacían lo mismo, pero mucho más rápido».

Esto es, en pocas palabras, lo que sucede entre bambalinas cada vez que hacemos una búsqueda en Google, pero cuando Emtage desarrolló Archie en 1989 debió parecer cosa de magia. Enseguida se difundió la noticia de esta herramienta, gracias a Peter Deutsch, colega de Emtage y jefe del departamento de tecnología de McGill, que sugirió hacer pública la herramienta y permitir que los usuarios externos entraran por su cuenta. Archie se hizo viral en Canadá, y después en todo el mundo. «Había mucha demanda mezclada con frustración» dice Emtage, «Todo el mundo decía «¡Vaya, claro! ¿Cómo no hemos pensado en esto?»

De hecho, a otros se les habían ocurrido ideas similares, como suele pasar con los descubrimientos científicos. «Algunas personas, poco después de darlo a conocer, me dijeron que estaban haciendo cosas similares, pero que nunca habían pensado en hacerlo público» dice Emtage. «Resultó que llegué el primero, y como en esa época no había competencia comercial, no tenían incentivos para reproducirlo».

En 1990, Emtage y Peter Deutsch formaron Bunyip, una empresa diseñada para distribuir una versión comercial de Archie mucho más potente, que también fue la primera compañía de Internet de la historia, ya que estaba expresamente pensada para vender un servicio relacionado con la red.

Como Deutsch tenía familia, recayó sobre Emtage hacer el trabajo de promocionar Bunyip y Archie. «Fue una experiencia apasionante viajar por todo el mundo, a conferencias y encuentros, reunirme con toda la gente que creó Internet», dice. Como miembro fundador de la Internet Society y de la Internet Engineering Task Force, Emtage trabajó codo con codo con figuras como Sir Tim Berners-Lee, Vint Cerf y Jon Postel.

Pero la revolución acabó arrollando a Bunyip. Montreal tenía unas cuantas empresas tecnológicas, pero le faltaba el ecosistema y la comunidad que sostienen Silicon Valley. Emtage y sus socios tenían distintos puntos de vista sobre la inversión exterior en la compañía (él estaba a favor). En 1996, un agotado Emtage partió a un viaje de tres meses como mochilero por el Pacífico Sur; a su vuelta a Montreal a finales de 1996, dimitió. Siguió trabajando para un cliente de Bunyip durante un año, y después se unió a Mediapolis, la firma neoyorkina de diseño que ha sido su casa los últimos 15 años.

Alan Emtage haciendo skydiving en Brasil. «Los ordenadores son mi profesión. Pero no son mi afición». Foto por cortesía de Alan Emtage.

Alan Emtage haciendo skydiving en Brasil. «Los ordenadores son mi profesión. Pero no son mi afición». Foto por cortesía de Alan Emtage.

Sobre la supuesta oportunidad perdida de haber hecho dinero con Archie y haber conseguido riquezas y fama sin límite, Emtage se muestra modesto y filosófico. «Seguro, me encantaría haberme hecho millonario», dice, «Pero no se puede echar atrás la máquina del tiempo para cambiar una cosa: si la echas atrás, todo cambia. No tengo claro del todo si me hubiera podido convertir en millonario. Quizás si hubiera patentado esas tecnologías. También es posible que no hubiera tenido la suficiente astucia para hacer una patente lo suficientemente amplia. El primero que llega no siempre es el que tiene más éxito. Google no fue ni de lejos el primer motor de búsqueda, ni siquiera el primer motor de búsqueda en la web. Simplemente, buscaba mucho mejor que sus predecesores, tanto que se pudo crear una industria multimillonaria a partir de él».

También es posible que la mejora en la calidad de vida que representa hacerse millonario no hubiera encajado con el carácter de Emtage. Al contrario de lo que sucede con el estereotipo del «geek», los ordenadores no son su vida, ni siquiera una afición, como se recoge en una cita atribuida a él en la web Greatest McGillians [en]. Después del crack de las tecnológicas en 2000-2001 y los sucesos del 11-S, Emtage y sus tres socios de Mediapolis tomaron la poco ortodoxa decisión, en lo que a hacerse millonarios respecta, de reducir la empresa de 17 empleados a solo los cuatro socios.

Este acuerdo ha dado a Emtage la libertad de dedicarse a sus pasiones —los viajes y la fotografía— y pasar tiempo en su casa de campo en el idílico paraje de Provincetown, Massachusetts. También ha podido interesarse en ciertos aspectos de la tecnología y la política estadounidense. «De repente puedo pensar en mí mismo como minoría de cuatro o cinco formas distintas», dice. «E Internet es mi bebé, en el sentido de que solo tiene cinco años menos que yo. Por eso tengo gran interés en la ley de propiedad intelectual, que considero fundamentalmente inservible, y en las libertades civiles».

Pero formar parte de un grupo de cuatro personas también significa que «no hay nadie que pueda ascender», dice Emtage. «Para algunas personas resulta raro ver que por mucho que haya avanzado en mi carrera, o en edad, sigo escribiendo códigos y hablando con clientes. Pero no quiero hacer otras cosas. No quiero tratar con las estupideces corporativas ni con la política de oficina. Conozco muy bien a esos tres, y he trabajado con ellos durante años. Sé de un montón de personas que llevan vidas miserables, yo solo intento no ser una de ellas». 

Georgia Popplewell (@georgiap) es una escritora y productora de medios de Trinidad y Tobago, y es directora administrativa de Global Voices. Este artículo apareció originalmente en el Caribbean Beat Magazine [en].

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