China endurece el control sobre Internet mediante el comercio social

El 29 de abril de 2013, la mayor empresa china de comercio electrónico, Alibaba Group, anunció [en] que va a adquirir el 18% de las acciones de Sina Weibo por 586 millones de dólares, un trato que podría remodelar el panorama de Internet en el país. Sina Weibo es la plataforma china más popular de microblogs al estilo de Twitter, con más de 500 millones de usuarios, pero aún no ha encontrado un modelo rentable de negocio.

La conexión de los millones de usuarios de Weibo con Alibaba, una plataforma de comercio electrónico que el año pasado generó más transacciones que Amazon y eBay juntas [en], se ha publicitado profusamente como un cambio en las reglas del juego que podría impulsar en China una era de comercio social o de comercio inducido por los medios sociales.

Exclusión en la era del comercio social

Alipay se ha convertido en la tercera plataforma mundial de pagos en la red. Por IvanWalsh.com. (CC: BY)

Alipay se ha convertido en la tercera plataforma mundial de pagos en la red. Por IvanWalsh.com. (CC: BY)

Pero la operación también abre una sutil puerta que permitirá al autoritario estado endurecer su control sobre Internet. Al ir erosionándose la línea que divide la economía y la política en Internet, surgen nuevas posibilidades para que los gobiernos intenten sistemáticamente una persecución en la red más allá del control de contenidos. Eric Schmidt y Jared Cohen, de Google, explican claramente este panorama en su nuevo libro «The New Digital Age» (La nueva era digital) [en]:

Puesto que el mundo está cada vez más conectado, Internet y los aparatos móviles ofrecen medios vitales a las personas para trascender su entorno actual, poniéndolas en contacto con información, trabajos, recursos, entretenimientos y otras personas. Excluir a las poblaciones oprimidas de participar en el mundo virtual sería una política drástica y muy dañina (…). Al aumentar la migración de las transacciones bancarias, salariales y de pagos a plataformas en línea, la exclusión de Internet irá teniendo un efecto cada vez más restrictivo en las perspectivas económicas de la gente. Será mucho más difícil acceder al propio dinero, pagar con tarjeta de crédito o conseguir un préstamo.

Como país que se enfrenta al «dilema del dictador» [en] en Internet, el esquema anterior proporciona a China grandes posibilidades de aprovechar Internet para restringir la libertad en la red. Al aceptar Internet, el gobierno chino obtiene beneficios para el desarrollo económico y social, y así se legitima. Según McKinsey [en], una empresa consultora de gestión global, China es el segundo mercado [en] electrónico del mundo, tras los Estados Unidos, con unas ventas totales de 120 000 millones de dólares en 2011. Pero al mismo tiempo, Internet se ha convertido en una vibrante esfera pública repleta de críticas sobre la corrupción y las políticas del gobierno.

El conocido «gran cortafuegos», que bloquea webs extranjeras poco deseables y es artífice de la censura en los medios sociales con la obligada colaboración de las compañías de Internet, es la respuesta oficial. Un reciente reportaje especial [en] del Economist describía la Internet china, con su peculiar mezcla de libertad económica y falta de libertad política, como una floreciente «jaula gigante» constantemente vigilada.

Las autoridades chinas van dando pasos para hacer esta jaula mucho más sólida con una astuta manipulación de los deseos y necesidades económicas de los ciudadanos. El trato con Alibaba es un anticipo de cómo puede hacerse. Bill Bishop, editor del Boletín Sinocism China, explica este siniestro aspecto en su columna Dealbook [en] del New York Times:

El trato con Alibaba persigue una mejora del posicionamiento móvil y estimular el comercio social. Probablemente el gobierno estará encantado de ver a Weibo pasar de ser un caldo de cultivo de comentarios y críticas sociales y políticas a una galería de compras en línea que, mediante la funcionalidad integrada del pago en la red, consigue el registro voluntario del nombre real de muchos usuarios.

Sina Weibo, el mayor servicio de microblogs de China

Sina Weibo, el mayor servicio de microblogs de China. Por jonrussell CC: BY-SA.

Totalitarismo de la información

En diciembre de 2011, el gobierno municipal de Pekín aprobó una normativa que exigía a los servicios de microblogs que verificaran la identidad de sus usuarios. En diciembre de 2012, el Congreso Nacional Popular aprobó una ley que ordenaba a los usuarios proporcionar sus nombres reales [en] cuando se registraran en un proveedor de Internet. Aunque hasta ahora no se ha implementado completamente, los líderes chinos lo ven como una prioridad. A finales de marzo de 2013, el Consejo de Estado publicó su lista de tareas [zh] para los cinco próximos años, que incluye la implementación de un sistema de registro de nombres reales en Internet antes de junio de 2014.

Pero la lista de tareas incluye algo más preocupante, concretamente el establecimiento de una plataforma de información unificada para el crédito y un sistema unificado de codificación para el crédito social basado en el número de identificación de los ciudadanos, que en combinación con el sistema de nombres reales en la red, darán al gobierno una capacidad sin precedentes para recabar y utilizar datos de usuarios. En el futuro, será más fácil que nunca aislar electrónicamente a personas concretas de las oportunidades sociales y económicas. Mo Zhixu, escritor disidente radicado en Pekín, lo llama estado de «totalitarismo de la información» [en], en el que no quedará ningún lugar para esconderse (en Seeing Red in China [en]):

Primero, una vez que se utilice el sistema de nombre real en la gestión interna de una web, buscando las coincidencias de tarjetas de identidad y números de identidad, como hace Alipay (支付宝), será inútil el uso repetido de estos números de identidad obtenidos en línea. Segundo, en cuanto a los activistas que utilizan números de identidad de familiares y amigos, si no funcionan las medidas disuasorias convencionales, el gobierno podría recurrir a controlar ciertos servicios vinculando la tarjeta de identidad y el código de crédito social correspondiente a actividades de interés personal. De esa forma, los familiares y amigos no querrán, o no se atreverán, a ceder sus números de identidad a cualquiera.

Una vez establecida la «plataforma unificada de información para créditos con una introducción gradual de información sobre finanzas, registro comercial, pago de impuestos, contribuciones a la seguridad social, infracciones de tráfico y otra información sobre crédito», la información personal de crédito tendrá que incluir información sobre el uso de Internet. Por tanto, el sistema de nombre real en Internet estará vinculado al código de crédito social de cada personal, e incluso al sistema de bienestar social. A partir de ahí, es fácil imaginar que el gobierno utilizará el código de crédito unificado como código exclusivo de identificación en la red.

Cuando hay tanto en juego, la amenaza de verse excluido de Internet tendrá un potente efecto disuasorio. La autocensura aumentará hasta niveles desconocidos por la preocupación de quedar excluido del comercio, las finanzas y la seguridad social.

Jack Ma, fundador de Alibaba, reconoce [en] que Sina Weibo ha aumentado la transparencia en China, e insiste que Alibaba quiere que tenga más éxito, pero no convirtiéndose en una prominente plataforma publicitaria. No obstante, con el sombrío totalitarismo de la información, se erosionará y manipulará la libertad de maneras sutiles, especialmente donde convergen los espacios económico, político e ideológico. Solo hay una fina línea entre la libertad y la esclavitud. El mayor peligro surge cuando los internautas no son conscientes de cómo se ejerce el poder sobre ellos, como señalaba [en] Rebecca Mackinnon, cofundadora de Global Voices y autora de «Consent of the Networked: The Worldwide Struggle for Internet Freedom» [El consentimiento de los cibernautas: La lucha mundial por la libertad en Internet], en un artículo para The Atlantic:

En la era de Internet, la mayor amenaza a largo plazo para una sociedad auténticamente centrada en el ciudadano –un mundo en el que la tecnología y los gobiernos sirven al ciudadano y no al contrario– se parece menos al 1984 de Orwell, y más a la granja rebelde de Aldous Huxley: un mundo en el que nuestro deseo de tener seguridad, entretenimiento y comodidades materiales se manipula hasta un punto en que que todos nos sometemos voluntaria y jubilosamente a la sumisión. Si queremos evitar este destino antiutópico, la innovación política tendrá que ponerse al día con la innovación tecnológica.

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