Las tensiones psicológicas del activismo digital

El Movimiento Verde de Irán comenzó en 2009, cuando grupos de ciudadanos acusaron a funcionarios gubernamentales de alterar los resultados de las elecciones nacionales. Ciudadanos y activistas se reunieron en las calles para protestar y también confiaron en redes sociales como Twitter para difundir su mensaje y coordinar acciones. Cuando el gobierno trató de controlar los informes de los medios de comunicación de lo que estaba sucediendo en el interior del país, los activistas utilizaron herramientas para eludir los sitios web bloqueados y compartir contenidos para su distribución más amplia al mundo, a menudo con la ayuda de simpatizantes en otras partes del mundo.

Esto marcó uno de los primeros movimientos a gran escala en que los nuevos medios sirvieron de plataforma para la coordinación y la comunicación entre los activistas y jugaron un papel vital en mostrar al mundo lo que estaba ocurriendo sobre el terreno. El siguiente relato proviene de Cameran Ashraf, un ciudadano iraní-estadounidense que vive en los Estados Unidos, que ayudó a facilitar la comunicación y el intercambio de información para activistas y manifestantes durante ese período.

Manifestación del Movimiento Verde en Irán, 2009. Foto de Jeff McNeill. (CC BY-SA 2.0)

Manifestación del Movimiento Verde en Irán, 2009. Foto de Jeff McNeill. (CC BY-SA 2.0)

Mi blog ha permanecido en silencio durante bastante tiempo. Las razones se encuentran en el post que voy a escribir.

De 2009 a 2011 jugué un papel central a través de Internet en el Movimiento Verde iraní. Esto me trajo muchas oportunidades, como co-fundar AccessNow, atención de los medios (incluyendo del gobierno iraní), y profundas conexiones con personas de ideas afines. Me ayudó a formular mis pasiones y mi deseo de hacer el bien en el mundo, a entender mucho sobre quién era yo y como veía el mundo. También fue psicológicamente devastador y algo que todavía estoy intentando entender.

Hay diferentes tipos de activistas digitales. Algunos se centran en Twitter o la difusión de información. Otros movilizan apoyo en Facebook. Algunos hacen carteles, videos motivacionales, o aprovechan otros talentos. Algunos, y me incluyo en esta clase, proporcionan apoyo tecnológico directo a movimientos y activistas dentro del país. Nuestro equipo ofreció alojamiento seguro a docenas de sitios web clave, apoyó a periodistas y activistas clave en el país, y yo facilité más de 3 millones de descargas de video desde el interior de Irán, entre otras actividades. Estaba de guardia las 24 horas del día desde 2009 hasta 2011 y puedo recordar sólo rara vez más de 4 horas de sueño cada noche.

Si suena como si estuviera presumiendo o exagerando, no es así — esto es parte del proceso de curación y parte de aceptar los sentimientos de no hacer suficiente, no ayudar lo suficiente, y no ser suficiente. Hay algo en el compromiso material geográficamente distante que empuja los sentimientos al margen, hasta el punto que tu cuerpo vive el momento en otra tierra y lo único que te motiva es la pureza de la ayuda en sí.

Aunque se presta gran atención al activismo digital y la capacidad para ayudar que nos brinda Internet, se presta poca atención a sus costos para los que ayudan. Debido a tu extrema proximidad virtual emergen intensos sentimientos de incompetencia y de «no hacer lo suficiente». Estás haciendo lo que puedes hacer en detrimento de tu propia salud — pero las personas que apoyas y cuya seguridad digital depende de ti — están allí enfrentándose a todos los riesgos que tu experimentas indirectamente. Reconoces la seriedad, pero al mismo tiempo lo absurdo, mientras contratiempos incluso mundanos, como estar atrapado en el tráfico, se convierten en momentos extraordinarios donde ves lo que es «realmente importante» en el mundo. Centrarte constantemente en lo que es «realmente importante» significa que a menudo descuidas el lado mundano de lo que es «realmente importante» — tu salud mental, las relaciones con familia y amigos, y el tiempo de diversión para relajarte. El placer de una conversación normal, los absurdos de la vida cotidiana, el sol, las estrellas, los abrazos, todo se disuelve poco a poco a medida que comienzas a vivir las crisis y las realidades de otras personas a miles de kilómetros de distancia. Esas ansiedades se interiorizan y son exteriorizadas en ira, irritación, arrebatos — yo hice todo eso.

Se trata de «la causa», después de todo. Ese movimiento que arreglará el mundo, que corregirá las terribles injusticias de las que estabas al tanto a diario. Vengará a los amigos detenidos, torturados o asesinados. Vives, respiras, comes, sientes, tocas, todo lo relacionado con esa causa. Los momentos lejos del ordenador se dedican a llamadas telefónicas, textos o reuniones y eventos presenciales. Mi cuerpo estaba en Los Angeles, pero mi mente estaba en Irán.

Estar tan conectado a algo de lo que estás desconectado es, creo, profundamente perturbador para tu psique. Tarde o temprano las cosas cobran sentido y tu mente se da cuenta de que ha estado viendo y leyendo una cosa y viviendo otra. En ese momento simplemente sucede — te “apagas”. Desapareces. No se lo dije nadie. Dejé de responder a los emails, textos y llamadas telefónicas. Fue un colapso total del que todavía estoy recuperándome. Hasta hoy, vuelvo mi móvil boca abajo y lo mantengo de forma permanente en silencio porque lo asocio con tanto trauma y malas noticias.

Estuve en silencio durante un año, viendo a un terapeuta pero guardándome todo dentro. Las pocas personas en las que confiaba sólo podían vagamente intentar entender, de la misma manera en que sentimos empatía por alguien que ha perdido a un ser querido, mientras que nosotros seguimos enteros. Aunque yo no me dí cuenta en ese momento, un buen amigo e importante activista me dijo cuatro palabras que poco a poco se incrustaron en mi interior: Cumpliste con tu parte.

Eso fue todo. Cumpliste con tu parte. Me repetía constantemente esas palabras — cumpliste con tu parte — día y noche. Fue mi propio Movimiento Verde — que se puso en pie por mí. Fue correcto, pero no fue una epifanía. No me curó ni cerró una etapa. Lo que hizo fue abrir una puerta para que viese lo que había hecho y comprender que eso era lo que podía hacer desde donde yo estaba. Había cumplido con mi parte. Había respondido a la pregunta que yo mismo me había hecho en junio de 2009: ¿Qué vas a decir si tus hijos te preguntan qué hiciste cuando los iraníes salieron a las calles? Ahora podía responder, como si yo no lo supiera desde el principio: cumplí con mi parte. Podía permanecer comprometido con el activismo digital, pero de una forma manejable, honrando las causas que apoyo, así como a mí mismo.

Cada activista digital involucrado con activistas dentro de un país se enfrentará al estrés de manera diferente. El trauma de la crisis a distancia jugará con su psicología de una manera única con repercusiones únicas. Este es un aspecto diferente y sin embargo heroico del activismo digital, apartado y oculto de los ideales de privacidad, seguridad, democracia y derechos humanos. Se trata de un heroísmo personal que sólo pocos ven y sólo una persona siente.

He compartido brevemente mi propia historia como medio para abrir un verdadero diálogo sobre salud mental y activismo digital — algo que me gustaría haber hecho mucho antes y que debería formar parte de cualquier juego de herramientas y formación para activistas. Cada activista digital, en última instancia, tiene su propia historia, su propia confesión, que le permite continuar por el camino hacia un sentido de normalidad e integridad personal. Este es el comienzo de la mía.

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