Analizando la cultura de violación del Caribe

La repugnante violación en grupo – y posterior muerte – de una joven mujer en Delhi, India, ha suscitado indignación mundial y debate sobre la violencia de género. Un puñado de blogueras con sede en el Caribe han compartido sus opiniones…

Code Red, un blog que tiene una postura pro-feminista a nivel regional, hacía una declaración contundente en su entrada del 8 de enero, diciendo que la violencia sexual es un problema de hombres [en]. El post comenzaba en defensa de los grupos de derechos de las mujeres, que un columnista de un periódico de Trinidad sugirió [en] deberían hacerse oír más en su defensa de las víctimas de violación:

Roberta Clarke, en su blog Roots and Rights [en], señaló que durante los últimos 20 años las organizaciones de mujeres de hecho han alzado su voz, abogando por legislación, operando albergues y centros de crisis, etc. Las mujeres del Caribe han hecho de todo menos estar calladas frente a una violencia implacable y continua.

Entonces le dio la vuelta al post:

Cuando se trata de violencia sexual la gran mayoría de las personas que han sido violadas o asaltadas sexualmente son mujeres y niñas y la inmensa mayoría de los violadores son hombres. Hombres y niños también son víctimas de violación [en] (aunque no en la misma proporción que mujeres y niñas) y también en estos casos, la abrumadora mayoría de los violadores son hombres. Por consiguiente, debería ser evidente que la violencia sexual es un problema de hombres. Y la pregunta más apropiada sería por qué los hombres, siendo la mayoría de los líderes electos de la región, como individuos y miembros de diferentes organizaciones de hombres, no están haciendo todo lo posible para poner fin a la violencia sexual. La violación es un problema de hombres. Terminar con las violaciones, hablar en contra de la violencia contra mujeres y niñas es una responsabilidad colectiva de los hombres.

Sin embargo, los hombres colectivamente, siendo los agentes de poder más importantes de la región, guardan silencio. ¿Por qué el silencio de los hombres no es ofensivo?

Annie Paul [en], una bloguera con raíces indias que reside en Jamaica, comenzaba su post con un extracto de la novela Listening Now por la escritora Anjana Appachana, que «capta los horrores a los que se enfrentan las mujeres en la capital de la India, donde manadas de hombres abusivos aterrorizan regularmente a las mujeres y lo han hecho durante décadas». Comentaba:

Lo que hace a Delhi una ciudad encantadora a la que sigo volviendo son las espléndidas ruinas de antiguas tumbas y templos que irregularmente interrumpen el paisaje de la bulliciosa ciudad. A regañadientes he llegado a creer que existen mentalidades proporcionalmente antiguas, si bien desagradables -cargadas de lógica feudal y patriarcal e incompatibles con las exigencias de la vida contemporánea en ciudades como Delhi. En el caso de estas chicas violadas nos enfrentamos a psiques arcaicas interrumpidas por la posmodernidad, sin duda ellos mismos víctimas de injusticias clasistas, reaccionando a los asaltos con violencia y crueldad salvaje. El fallo de la policía en hacer lo correcto por las mujeres es también un síntoma de esta mentalidad vetusta desgastada por el tiempo. Estamos en medio de una crisis cultural de grandes proporciones. Yo no creo que esto se pueda solucionar mediante legislación.

Appachana, amiga y antigua compañera de clase de Paul, respondía a su entrada de blog, que comparte Annie aquí [en]:

Anjana, como muchas otras feministas, hervía de ira por la flagrante falta de respeto con la que las mujeres fueron tratadas, y se indignó en particular por la impunidad con que los hombres se comportaron, sus acciones circunscribiendo las vidas de las mujeres de forma perjudicial. Pero ¿fueron sólo hombres los culpables de cómo están las cosas? No, en absoluto. Su respuesta a mis citas de la escena en su libro remarca que a menudo son las propias mujeres quienes niegan la existencia de la violencia de género, lo que permite que continúe sin control. Como ella dijo:

A veces me parece, incluso en otras cosas, que son las mujeres las más indignadas por algunas de las cosas que escribo. Es la actitud de “Ya-no-es-así.” Y por lo que he visto y vivido, es peor ahora, porque nosotras las mujeres vamos hacia delante y los hombres van rápidamente hacia atrás. Además, todas estas manifestaciones contra las violaciones son buenas y necesarias, pero ¿han hecho las mujeres algún cambio en sus propias vidas? ¿Creen apasionadamente en lo que es correcto e incorrecto y luego tratan de hacer algo al respecto?

Creo que todas estamos empezando a darnos cuenta de que si nosotras–es decir, las mujeres–queremos sentirnos seguras e iguales, vamos a tener que hacer algo al respecto nosotras mismas y esto incluye borrar o formatear nuestra propia socialización.

Code Red [en] era inflexible, sin embargo, en que:

Todo el mundo debería estar indignado cuando las escolares son acosadas sexualmente en la calle y en el transporte público, cuando las mujeres son asesinadas por sus parejas, cuando oficiales de la policía niegan la entrada a víctimas de violación por estar desnudas [en], cuando son aceptados pagos en lugar del enjuiciamiento en los casos de abuso sexual infantil, cuando nuestro sistema legal apoya esta forma de injusticia, cuando los comisarios adjuntos de la policía indican que las adolescentes son responsables de los delitos sexuales contra ellas [en]. Todo el mundo debería estar indignado. No sólo las mujeres. No sólo el puñado de mujeres parlamentarias. No sólo las organizaciones de mujeres con exceso de trabajo y mal financiadas. TODO EL MUNDO. Y eso incluye a los hombres que, vergonzosamente, han guardado silencio durante demasiado tiempo.

El post pasó a reflexionar sobre lo que ese silencio comunica, preguntando [en]:

¿Comunica una aceptación de la cultura de la violación, de la desigualdad de género? ¿Un entendimiento de que la violencia contra mujeres y niñas y su amenaza son parte de lo que ayuda a mantener los privilegios masculinos? ¿Un deseo de que esos privilegios se mantengan a toda costa?

Es hora de que oigamos qué piensan hacer los hombres caribeños para poner fin a la violencia de género.

Mientras tanto, la bloguera trinitense Tillah Willah [en] examinaba «nuestra propia cultura de la violación»:

¿Quién quiere tener una conversación sobre el desmantelamiento del patriarcado? ¿Quién quiere enfrentarse al hecho de que, tanto si se cree que la Primera Ministra hace bien su trabajo o no, las críticas contra ella siempre rayan en lo inquietantemente sexista y predominantemente sexual? ¿Quién quiere enfrentarse a la idea detrás de las extrañas observaciones del Comisario Adjunto de la Policía culpando a las adolescentes del incremento de delitos sexuales? Ya no estoy dispuesta a aceptar que la cultura de la violación forma parte de la carga que las mujeres tienen que soportar y sin duda alguien con un poquito de juicio tiene que decirle a Mervyn Richardson que la manera de abordar los delitos sexuales no es empezar por culpar a las niñas por presentar denuncias.

Cada carnaval tenemos una serie de anuncios y artículos amonestando a las mujeres sobre qué hacer para evitar ser violadas o atacadas en las calles. No salgas sola, dicen. No aceptes bebidas de extraños. Siempre se espera que las mujeres asuman la responsabilidad de sus acciones. ¿Dónde están las campañas dirigidas a los hombres?

¿Dónde están las campañas desafiando las nociones retrógradas de la masculinidad? ¿Dónde están los avisos para que los hombres se comporten como hombres y dejen de violar a mujeres? ¿Por qué criamos a las mujeres para ser víctimas y a los hombres para ser agresores?

Annie Paul añadía [en]:

Si queremos llevar una vida libre y sin trabas tendremos que asegurarla mediante la búsqueda de soluciones a cada una de las formas en que la sociedad falló sistemáticamente a esa joven desafortunada que intentaba hacer algo tan normal como coger un autobús a casa el pasado 16 de diciembre. Tendremos que reconocer que hay aspectos fundamentales en los que nuestra cultura(s) debe cambiar. Si no, el cambio no llegará en nuestras vidas ni en el futuro.

Tillah Willah tuvo la última palabra [en]:

Tal vez algún día dejemos de ver la cultura de la violación como un problema ajeno. Tal vez algún día nosotros también salgamos a la calle por todas las Daminis de nuestras comunidades, que están demasiado aterrorizadas para denunciar delitos sexuales por el temor de ser acusadas por una sociedad que sigue teniendo demasiado miedo de hablar honestamente sobre sexo.

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