Paraguay: El aumento en la producción de soja provoca conflictos

Este post fue encargado como parte de una serie de el Pulitzer Center/Global Voices Online sobre inseguridad alimenticia que recurre a informes multimedia presentados en el portal de Pulitzer a la Inseguridad Alimenticia y los bloggers están discutiendo el tema a nivel mundial. Comparte tu propia historia sobre inseguridad alimenticia acá.

En un momento en que la demanda global de soja está aumentando, Paraguay se ha convertido en el productor mundial de más rápido crecimiento. Pero junto con las ganancias también han llegado las batallas sobre los derechos de propiedad y los temores sobre el daño al ambiente.

La semilla de soja se utiliza en la producción de alimentos, aceites comestibles y piensos para animales, así como para biocombustible. La industria ha crecido exponencialmente en los últimos años, en parte a causa de la creciente demanda de carne y piensos para ganado en China, y al aumento de la industria de biocombustibles en Europa. Muchos países suramericanos, incluido Paraguay, han respondido a esta demanda con un aumento en su producción de semilla de soja.

Fotografía de Calvo Rodríguez de una serie sobre la soja y los derechos de los campesinos en Paraguay (ver presentación de diapositivas más abajo).

Paraguay es el cuarto exportador mundial de esta cosecha [eng], detrás de EE UU, Brasil y Argentina, y el sexto productor de semillas de soja. A principios de este año se produjo una cosecha récord de granos de soja [eng] en este país. Pero este crecimiento tiene un precio, ya que ha ocasionado disputas sociales y problemas sobre los derechos de propiedad de la tierra para los pequeños granjeros del país, así como inquietudes acerca de las consecuencias para la salud y el entorno.

En el blog de la oficina en Bruselas de la Fundación Rosa Luxemburg (alemana), Edgardo Lander desde Venezuela escribe que el reciente crecimiento en el comercio de Latinoamérica es «predatorio» y que los gobiernos de izquierda deben buscar opciones sostenibles [eng]:

Dada la creciente demanda internacional y los altos beneficios, las corporaciones agrícolas han respondido con un rápido incremento en la producción de esta planta en Argentina, Brasil, Paraguay y Bolivia. Además de los impactos negativos del monocultivo y los cultivos transgénicos, la tremenda expansión de la soja ha llevado a una mayor concentración de la propiedad de la tierra y al desplazamiento de los campesinos, lo cual afecta la producción de otras cosechas como arroz, maíz, girasol y trigo y el fortalecimiento del poder político y económico de los grupos empresariales que participan en las diferentes fases de producción y mercadeo de la soja. Syngenta (una de las principales corporaciones agrícolas) se refirió a ello, cínica y arrogantemente, como la República Unida de la Soja.

En particular, la industria ha tenido efectos adversos para los pequeños agricultores paraguayos y los pueblos indígenas, muchos de los cuales han sido obligados a abandonar sus tierras.

El fotógrafo residente en Nueva York Evan Abramson documentó los conflictos sociales generados por la producción industrial de la soja [eng] en algunas de las comunidades rurales de Paraguay. En un reportaje fotográfico para NACLA Report on the Americas [«Informe sobre las Américas»], dice:

El auge de la soja ha sido desastroso para los pequeños agricultores que, después de haber estado viviendo durante años en tierras designadas por el Gobierno, ahora tienen que abandonarlas. En la última década, el gobierno paraguayo ha cedido o vendido ilegalmente estas tierras públicas a sus amigos políticos en el negocio de la soja, y han expulsado a los campesinos. Hoy, alrededor de un 77% de la tierra en Paraguay pertenece a un 1% de la población… Desde el primer boom de la soja en 1990, casi 100.000 pequeños granjeros se han visto obligados a emigrar a los barrios pobres de las ciudades; unas 9.000 familias son desahuciadas todos los años a causa de la soja.

En 2009, el fotógrafo Olmo Calvo Rodríguez, miembro del colectivo de fotógrafos latinoamericanos SUB, tomó las fotos que aparecen en la presentación más abajo. Escribió que los campesinos de las fotos forman parte de una comunidad de 40 familias a las que la industria de la soja desalojó 17 veces en los últimos seis años, pero todavía no han perdido la esperanza de poder construir sus vidas en su tierra. (Fotografías sujetas a la licencia atributiva no comercial de Creative Commons).

El periodista Charles Lane, en una serie [eng] patrocinada por el Centro Pulitzer de Cobertura de Crisis, llama a este escenario «las guerras de la soja». Pero los agricultores desposeídos están luchando, afirma, protestando e incluso protagonizando invasiones armadas de las tierras de los productores de soja, quienes a su vez han sido acusados [eng] de recurrir a la violencia.

Muchos de estos agricultores tenían esperanzas de que el presidente de Paraguay, Fernando Lugo, quien recibió apoyo unánime de los campesinos en las elecciones de 2008, los ayudaría. Pero en marzo de este año miles de agricultores protestaron en Asunción para pedirle que cumpliera sus promesas electorales.

Kyle Tana, un bloguero del sitio web del Consejo para los Asuntos del Hemisferio Occidental, indicó que Lugo está atrapado entre dos grupos polarizados [eng], el movimiento campesino y el congreso paraguayo:

«Durante la campaña, el entonces obispo se presentó a sí mismo como «el obispo de los pobres», y consiguió dar esperanza a los indígenas y comunidades marginadas del país. Sin embargo, dos años después se ha hecho relativamente poco para implementar la prometida redistribución de la tierra a los agricultores desposeídos y solucionar las tensiones entre los campesinos y los grandes productores de monocultivos (principalmente soja).»

La creciente industria de la soja también tiene efectos en el ambiente, al contribuir a la destrucción del bosque lluvioso y utilizar grandes cantidades de productos químicos tóxicos. En su reportaje fotográfico, Abramson sostiene [eng] que los cultivadores de soja en Paraguay utilizan al año más de 26 millones de litros de pesticidas y herbicidas, incluidos algunos productos extremadamente peligrosos, en parte debido la poco rigurosa aplicación de las leyes medioambientales. Algunos temen que además de dañar el ambiente, estos productos estén afectando la salud de los habitantes locales. Para empeorar las cosas, un artículo en el blog del Sindicato de Periodistas del Paraguay señala que la prensa no está informando acerca de las muertes o enfermedades que pueden estar relacionadas con el uso excesivo de productos químicos, sino que prefieren limpiar la imagen de las multinacionales:

Este tipo de información negativa que afecta la imagen de los poderosos sojeros no son publicados con frecuencia por los grandes medios del Paraguay, como ABC Color, que inclusive niega el poder destructivo de los «agrotóxicos». El diario del empresario Aldo Zuccolillo prohibe a sus periodistas utilizar este término en caso de que no pueda evitar la publicación de una denuncia de intoxicación (la palabra autorizada por el diario es «agroquímico»).

Otro tema que preocupa a personas como Alan Raúl Banda Huatay desde Cancún, México, es el cultivo de la soja modificada genéticamente (MG). Después de ver un documental sobre el tema, Huatay dijo esto en un panel de discusión en Facebook:

Es lamentable comprobar que lo único que realmente importa es el beneficio económico, ni la salud, ni los derechos de los campesinos, todo queda en segundo término ante la soja transgénica y no se sopesa el riesgo de los alimentos transgénicos. A los campesinos sólo les queda plantar cara e intentar frenar el avance del monocultivo…

Las sugerencias de los blogueros para minimizar todas estas consecuencias van desde comer menos carne [eng] a establecer regulaciones voluntarias [eng] para la producción de soja ecológica, o incluso alertar a los estudiantes [eng] chinos sobre estos problemas. Un artículo en The Socialist WebZine [«El Webzine socialista»] afirma [eng] que el primer paso, sin embargo, es reconocer que todos estamos juntos en esto:

Para salir de este atascadero tendremos que crear un movimiento que pueda unir al consumidor de soja en el norte con el granjero paraguayo o ver si es posible que la yuca, el maíz, los frijoles o la patata puedan producir un mayor beneficio para el planeta que los monocultivos. Las políticas socialistas del «nosotros» tienen muchas más posibilidades de solucionar las terribles necesidades de nuestro planeta, que las del «yo» del consumo capitalista.

Gracias a Juliana Rincón Parra y Belén Bogado por su ayuda en encontrar blogs en español.

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