«Soy fuerte. No soy una víctima», afirma esta «coalcaldesa» turca

One year in to her term as co-­mayor of Kocakoy, Kilic is not interested in talking about her painful past. “I am strong...I am not a victim,” she declares in between phone calls in her office. Credit: Bradley Secker. Published with PRI's permission.

Tras un año como coalcaldesa de Kocakoy, Kilic no está interesada en hablar sobre su doloroso pasado. “Soy fuerte… No soy una víctima”, declara en su oficina entre llamadas telefónicas. Créditos: Bradley Secker. Publicado con el permiso de PRI.

Este artículo y reportaje radiofónico de Dalia Mortada para The World como parte del proyecto Across Women's Lives apareció originalmente en PRI.org el 30 de marzo de 2015. Se republica aquí como parte de un acuerdo para compartir contenidos.

Aunque Turquía sea una democracia, por lo general su sistema democrático relega a las mujeres a un segundo plano. De los 1.395 alcaldes elegidos el año pasado en toda Turquía, solo 37 fueron mujeres.

Entran las coalcaldesas.

En las áreas de mayoría kurda dentro de su competencia, el partido político minoritario Paz y Democracia ha nombrado coalcaldesas a 46 mujeres, junto con sus homólogos masculinos electos. Una de ellas es Berivan Elif Kilic, de 34 años, coalcaldesa de Kocakoy, una tranquila aldea de 17.000 habitantes localizada en la subida a las montañas del sudeste de Turquía.

De joven, su familia la forzó a un matrimonio ilegal con un familiar. A los 28 años, Kilic escapó de la relación abusiva con dos hijos a cuestas.

Cuando asumió el cargo de coalcaldesa el año pasado, los medios de comunicación se centraron sobre todo en su pasado dramático. Pero al visitarla tras llevar un año en el cargo, está claro que Kilic no está interesada en hablar de su pasado. «Soy fuerte… No soy una víctima”, declara en su oficina entre una llamada y otra. El homólogo masculino de Kilic es, además, el imam del pueblo. Es decir, que también tiene que realizar las oraciones de los viernes en la mezquita y atender las necesidades religiosas de la gente, por lo que a veces Kilic está sola.

“Durante los 11 meses que llevo siendo alcaldesa, he estado 11 días en la ciudad”, explica Kilic respecto a su apretada agenda. “Intento ocuparme de las necesidades de mis electores por teléfono”.

Kocakoy es uno de los muchos pueblos que ha acogido a refugiados del norte de Siria e Iraq. Por este motivo, la alcaldesa dedica la mayor parte de su tiempo a conseguir suplir las necesidades de los sirios e iraquíes desplazados. Acaba de regresar de un viaje de un mes a la cercana frontera de Turquía con Siria, donde la batalla contra ISIS continúa.

A man walks through the snow covered streets of the old part of the town of Kocaköy, Diyarbakir province, Turkey. Credit: Bradley Secker. Published with PRI's permission.

Un hombre camina por las calles nevadas de la parte antigua de Kocaköy, en la provincia de Diyarbakir, Turquía. Créditos: Bradley Secker. Publicado con el permiso de PRI.

Simplemente tratando de hacer bien su trabajo, Kilic persigue un objetivo más amplio: cambiar la percepción que las sociedades turcas y kurdas tienen sobre lo que las mujeres pueden hacer. Tradicionalmente, a las mujeres se las «considera como la madre, esposa, hija o novia de alguien. Son siempre percibidas en relación a otra persona», dice Kilic.

Es cierto tanto a nivel político nacional como local, afirma Zeynep Alemdar, cofundadora de un grupo de Mujeres Turcas en Política Exterior, una iniciativa dedicada a conseguir una mayor participación de la mujer en la formulación de políticas. Alemdar declara que es básicamente imposible que se tomen en serio a las mujeres como candidatas en Turquía.

“Siempre se nos exige que tengamos una mejor educación, mejores habilidades lingüísticas… Tenemos que ser mejores en todo”, explica Alemdar. “Si les echamos un vistazo a los [currículos] de las parlamentarias… veremos que todas las mujeres tienen una mejor educación que los hombres».

Por si fuera poco, prosigue Alemdar, a menudo hace falta tener un padre o marido poderoso para que las mujeres reciban una candidatura política. E incluso entonces, normalmente se restringe su poder de decisión al ámbito doméstico. El único miembro femenino del gabinete de Turquía dirige el Ministerio de Familia y Política Social.

No obstante, muchas de las nuevas coalcaldesas no han seguido este estrecho sendero marcado para las mujeres turcas en la política, que es lo que las hace únicas, manifiesta Alemdar. También le complace que mujeres como Kilic se nieguen a caer en otra trampa para mujeres, la de la “mártir” que merece piedad.

“Lo que le haya sucedido en su vida privada no importa, pero sí que aprendió de ello, que tomó otro camino y que decidió hacer algo más, algo bueno también para la comunidad”, sostiene Alemdar.

Por su parte, Kilic espera que se cree más infraestructura para ayudar a otras mujeres tanto en Kocakoy como en otras zonas: por ejemplo, un centro comunitario de mujeres y un bazar donde las mujeres puedan vender bienes. Sin embargo, no tiene intención de seguir en el cargo después de su mandato de cinco años; también está intentando obtener el diploma de secundaria que no pudo conseguir cuando se casó de adolescente. Y después quiere ir a la universidad.

Además, dice, no hay escasez de otros coalcaldes calificados.

“Quiero que otras mujeres tomen el relevo cuando deje mi puesto”, declara Kilic.

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