Maltratada criada indonesia anima a las trabajadoras migrantes de Hong Kong a no sufrir en silencio

1. After the abuse of Erwiana was publicized, many migrant workers unions organized processions to demand the Hong Kong government to address the problems migrant domestic workers face in Hong Kong and to have policies to eradicate discriminations suffered by migrant workers. Photo from inmediahk.net

Después de que saliera a la luz el caso de malos tratos de Erwiana, muchos sindicatos de trabajadores migrantes organizaron manifestaciones para exigir al Gobierno de Hong Kong que solucione los problemas a los que estos trabajadores se enfrentan. Fotografía de inmediahk.net

Hace un año salieron a la luz los malos tratos que sufrió la trabajadora doméstica indonesia Erwiana Sulistyaningsih por parte de una ama de casa hongkonesa. El 8 de febrero de 2015, un tribunal de Hong Kong declaró a la mujer de 44 años culpable de 19 cargos, entre los que se incluían daño físico, agresión e incumplimiento por no pagar el salario de Sulistyaningsih.

Antes del juicio, Wong Siu Woon, un activista que trabaja para la Confederación de Sindicatos de Hong Kong y que ha apoyado a Sulistyaningsih desde que el caso salió a la luz, la entrevistó para conocer más sobre su experiencia en Hong Kong. En la entrevista Sulistyaningsih criticó a las agencias de colocación y a los Gobiernos de Hong Kong e Indonesia por fingir no conocer las condiciones de explotación a las que se enfrentan las trabajadoras domésticas.

La entrevista se publicó originalmente en chino en la plataforma de medios de comunicación ciudadana inmediahk.net el 12 de febrero de 2015 poco después de que el tribunal anunciase el veredicto. Cheung Choi Wan tradujo la entrevista al inglés y se publica en Global Voices como parte de un acuerdo de intercambio de contenidos.

El nombre de la criada indonesia Erwiana apareció en los medios de comunicación locales e internacionales durante 2014 por su experiencia como trabajadora doméstica migrante en Hong Kong, ya que sufrió malos tratos por parte de su empleadora. Las fotografías de sus aberrantes heridas se hicieron virales en internet. Incluso la incluyeron en la lista de las 100 personas más influyentes de la revista Time.

En la actualidad hay más de 300.000 trabajadoras domésticas migrantes en Hong Kong que proceden de países de Asia Sudoriental, como Filipinas, Indonesia y Tailandia. Se ocupan del cuidado de los niños y de las personas mayores, además de realizar tareas domésticas para las familias hongkonesas. Erwiana era una de ellas. Su terrible historia ha atraído la atención de los hongkoneses en cuanto a la situación que sufren las trabajadoras domésticas migrantes.

Hong Kong es una ciudad de migrantes. Ir a un país extranjero para ganarse la vida es una opción con la que muchos de nosotros estamos familiarizados. El destino ha elegido a Erwiana para que pueda hablar en nombre de todas las trabajadoras domésticas migrantes que han sufrido malos tratos en silencio. Un año después de que se descubriese su historia, Erwiana habló con CTU Newsletter sobre lo que pensaba de la situación de las trabajadoras domésticas de Hong Kong.

Al igual que la mayoría de las trabajadoras domésticas migrantes de Indonesia, Erwiana dejó su casa en Java central cuando terminó la enseñanza secundaria. Fue a Yakarta, la capital de Indonesia, para trabajar como camarera en un restaurante. Cuando se enteró de que podía ganar más dinero trabajando en el extranjero, se matriculó en un curso de formación organizado por una agencia de colocación. A menudo los representantes enviados allí por las agencias de colocación contratan a mujeres jóvenes de áreas rurales que quieren ganar dinero. Les dicen que es fácil ganar dinero en el extranjero y que llevarían una vida cosmopolita. Muchas mujeres jóvenes se sienten atraídas por esa vida ideal en el extranjero. Los agentes perciben una remuneración de acuerdo al número de personas que contratan. Por tanto, el cálculo se basa en el número de personas que consiguen que se inscriban en el curso de formación de la agencia de colocación.

Erwiana no tenía familiares ni amigos en Hong Kong. En su imaginación, Hong Kong era una ciudad cosmopolita donde todo el mundo vivía en libertad. A diferencia de muchos países vecinos, las trabajadoras domésticas migrantes de Hong Kong tienen un día libre a la semana. Después de meses de formación, las agencias de colocación de Indonesia ayudan a las mujeres jóvenes a encontrar empleadores en Hong Kong. Ellas van a Hong Kong cuando el empleador las selecciona. Cuando llegan a Hong Kong, la agencia de colocación las recoge inmediatamente y pierden la oportunidad de informarse sobre sus derechos. Erwiana nunca se había imaginado que durante los ocho meses que estuvo en Hong Kong no tendría ni un día libre. A pesar que las trabajadoras domésticas tienen derecho a un día libre a la semana, muchos empleadores se aprovechan del hecho de que las trabajadoras viven con ellos e insisten en que trabajan durante toda la semana.

¿Si tienes dificultades en el trabajo, a quién acudirías para pedir ayuda? ¿A tu familia, a tus amigos o a los organismos gubernamentales? Las trabajadoras domésticas migrantes que llegan a Hong Kong no tienen familiares o amigos generalmente y no hablan el idioma local. Si una trabajadora no tiene ni un día libre a la semana, ¿cómo puede hacer amigos y crear su red de apoyo? Si no había nadie en quien pudiese confiar, ¿a quién iba a acudir para pedir ayuda?

¿Y qué pasa con la agencia de colocación que las envía allí? Erwiana declaró que para las agencias las trabajadoras domésticas solo eran una fuente de dinero fácil. Las agencias de colocación no se preocupan en absoluto por la situación de las trabajadoras, ni mucho menos piensan en dar la cara por ellas. Erwiana explicó que el Gobierno de Indonesia es el responsable de esta situación, ya que transfirió el deber de proteger los derechos de las trabajadoras domésticas migrantes a las agencias de colocación. Según la legislación de Indonesia, cuando una trabajadora cambia de empleador, debe hacerlo a través de las agencias de colocación que están registradas con la Embajada de Indonesia. Por tanto, las agencias pueden aprovecharse de la situación y cobrar comisiones adicionales muy altas. Todo el dinero que la trabajadora gana se utiliza para pagar a su agencia de colocación en lugar de mandarlo a casa para su familia. Sin embargo, la trabajadora doméstica apenas recibe ayuda por parte de la agencia cuando la necesita.

Erwiana se alegra de que el Gobierno de Hong Kong haya denunciado su caso. No obstante, de sobra se sabe que no todos los casos de malos tratos hacia las trabajadoras domésticas migrantes se abordan de una manera tan seria. Si no se toman en serio todas las denuncias de malos tratos, ¿cómo podemos evitar que los empleadores maltraten a sus empleados? «Venimos aquí para ganar dinero para mantener a nuestras familias. Deberíamos tener derecho a una protección justa», manifestó Erwiana. En su opinión, el Gobierno de Indonesia y el de Hong Kong deberían regular la comisión que las agencias cobran para garantizar que no sea demasiado alta. También deberían proporcionar a las trabajadoras domésticas migrantes información sobre la persona a la que deberían acudir para pedir ayuda.

Las agencias de colocación, que solo se preocupan por ganar dinero, y los dos Gobiernos, que solo actúan cuando los casos de malos tratos captan la atención del público, podrían no ser los que maltratan a las trabajadoras, pero ¿no serían cómplices del delito que cometen los empleadores al sancionar a los empleadores por maltrato a sus trabajadores?

Debido a lo que le ocurrió a Erwiana, Hong Kong ha recibido el apodo de «ciudad de la esclavitud moderna». Sin embargo, Erwiana no siente odio hacia Hong Kong. «En cada país hay gente buena y mala. Es lo mismo en todas partes», opina. Lo que le preocupa es el destino de otras mujeres jóvenes que fueron a trabajar a Hong Kong, el hecho de que su destino está en manos de instituciones poderosas y si sufrirán esta situación en silencio.

Nadie quiere que esta tragedia vuelva a ocurrir. Por eso, todos debemos colaborar para proteger los derechos humanos de las trabajadoras domésticas migrantes. Como Erwiana ha vivido una situación de malos tratos, aconseja a las mujeres que han ido a Hong Kong a trabajar que se informen sobre las leyes de su país y de Hong Kong, además de averiguar lo que deberían hacer si tienen algún problema. Si por desgracia una trabajadora tiene un empleador maltratador, tiene que ser valiente y no debería sufrir malos tratos en silencio. En su lugar, debería pedir ayuda a las organizaciones de trabajadores migrantes, muchas de las cuales llevan años funcionando y han colaborado con trabajadores migrantes. Algunos sindicatos de la Confederación de Sindicatos de Hong Kong (HKCTU) trabajan para trabajadores domésticos de distintas nacionalidades. También hay varias ONG que ofrecen servicios a trabajadores migrantes. No obstante, les resulta difícil contactar con trabajadores domésticos migrantes que sufren malos tratos, en especial cuando están aislados del resto del mundo. Después de conocer el caso de Erwiana, muchas organizaciones de trabajadores migrantes y grupos de trabajo locales se unieron para prestar ayuda.

Por una parte, los trabajadores migrantes van a trabajar a Hong Kong debido al desempleo que afecta a su país. Por otra parte, Hong Kong carece de servicios de atención a la infancia y a los ancianos, y de mano de obra para el trabajo doméstico. La relación entre los trabajadores migrantes y los habitantes de Hong Kong debería haber sido beneficiosa para cada parte. Sin embargo, debido al acuerdo entre las agencias de colocación de las fronteras nacionales, a las injustas políticas gubernamentales y a la discriminación, los trabajadores a menudo salen perjudicados.

Cuando le preguntaron a Erwiana acerca de sus próximos planes, declaró que ya no quería dejar su país para ir a trabajar. Debido a lo que ha tenido que soportar, ya no es capaz de aguantar físicamente un intenso volumen de trabajo. Sus oportunidades de trabajo en el futuro son limitadas. Ahora está estudiando en una universidad de Indonesia y quiere ser profesora. Tiene la esperanza de que la próxima generación de su país no tenga que sufrir nunca más el destino de los trabajadores migrantes.

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