Sobre la responsabilidad de los estudiantes

American University of Beirut students attending a concert in AUB’s Green Field, 1980. From Maroun Baghdadi’s ‘Whispers’

Estudiantes de la Universidad Americana de Beirut en un concierto en el Campo Verde de la AUB en 1980. Procedente de ‘Whispers’ (Susurros) de Maroun Baghdadi.

El texto que sigue es un ensayo no terminado, inspirado en parte por «La Responsabilidad de los Intelectuales» (1967) de Noam Chomsky y «La responsabilidad de las Personas, y Otros Ensayos de Crítica Política» (1957) de Dwight MacDonald, así como las obras de varios periodistas, intelectuales, activistas e historiadores, a saber, Howard Zinn, Edward Said, Hannah Arendt, y Murray Bookchin. Sobra mencionar que ha sido una elección práctica más que moral el centrarse en el Líbano. El ensayo es aplicable independientemente de tu nacionalidad y/o lugar de residencia. Apareció originalmente en AUB's Outlook en una version ligeramente modificada, tanto impresa como en línea, para la semana del 28 de octubre de 2014.

Corría el año 1980. El músico Haitham Haddad era un estudiante de arquitectura en la Universidad Americana de Beirut (AUB) cuando Nadia Tueni, la célebre poeta líbanesa, se acerca a él. Había estado recorriendo nuestro país en guerra con el director de cine Maroun Baghdadi cuando, al final del viaje, hizo una parada en la AUB. El intercambio de ideas, visto en el siguiente video, es surrealista.

La escena procede de «Susurros«, uno de los documentales más terroríficamente bellos de Baghdadi. A lo largo de la película, el incesante optimismo de Nadia Tueni contrasta fuertemente con el cínismo y la destrucción que la rodea. Las calles destrozadas por las que andaba ella son las mismas por las que andamos nosotros hoy, lo que sugiere quizás que aquel optimismo logró una pequeña pero importante victoria.

«Susurros» nos permite tener una breve visión del pasado, a pesar de ser una visión inquietante, con Tueni narrando su viaje de vida desvaneciente entre las ruinas de la muerte. Pero «Susurros» no es solo una ventana al pasado. Los fantasmas qué persigue aun están presentes hoy, no obstante de una forma más discreta.

Hoy vivimos en un estado de profundo cinismo en el cual no se cree que una acción individual sea capaz de llevar a un cambio auténtico. Al mismo tiempo, los que estamos en el Líbano vivimos en un país repleto de talento y extraordinaria resistencia. El desafío, entonces, es romper la barrera imaginaria que separa la imaginación de la fría realidad de la vida diaria. Esto no es solo posible, si no que es un imperativo moral.

Haitham Haddad being interviewed in Maroun Baghdadi’s ‘Whispers’

Haitham Haddad siendo entrevistado en «Susurros» de Maroun Baghdadi. [Texto: Hay de todo en el Líbano]

Aquí es donde reaparace una profunda creencia: que así como los estudiantes han estado en la vanguardia del cambio en virtualmente todas las sociedades por más de un siglo -desde Chile a Sudáfrica, de Hong Kong hasta Vietnam, de Egipto a Palestina, desde Francia a los Estados Unidos- nosotros también, los estudiantes del Líbano, tenemos un gran papel en la dirección de este país. De hecho, tenemos el papel más importante.

Los estudiantes han dado forma a la historia cuando esta parecía estar en su estado más rígido, y el Líbano no es una excepción. El intercambio entre Haitham Haddad y Nadia Tueni desveló a un estudiante que se atrevía a tener esperanza y confiaba en que los jóvenes pudieran unirse y cambiar el mundo a su alrededor. Treinta y cuatro años más tarde, ¿Hemos traicionado aquella confianza?

Nuestro gobierno es por su propia naturaleza incapaz de llevar a cabo un cambio radical. Lo único que ha logrado el parlamento ha sido extender su propio mandato de forma ilegal. Miles tuvimos que tomar las calles para exigir, una y otra vez, que las mujeres de este país fueran protegidas de la brutalidad de la violencia doméstica; y cuando los parlamentarios finalmente lo aceptaron, la ley que establecieron resultó ser una versión mucho más débil de la que habíamos exigido tantas veces y con tanta intensidad. (La violación sigue siendo ilegal, por si lo olvidabamos. Esto podemos agradecerselo a las «autoridades» religiosas.)

¿Por qué esperamos que les importen las injusticias que a incontables mujeres libanesas se les dice que ‘acepten'? Más de la mitad de estas votaron en contra de la ley contra la violencia doméstica. Nuestro ministro de asuntos exteriores confunde representar al Líbano en las Naciones Unidas con representar a su pene, y el mismo hombre que propuso la extensión ilegal del mandato del parlamento parece estar demasiado ocupado golpeando a mujeres en el cuello como para escuchar a lo que tenemos que decir.

Mothers and loved ones of victims of domestic violence at an anti-domestic violence protest organize by KAFA last summer. Photo by Cynthia Ghoussoub

Madres y seres queridos de víctimas de violencia doméstica en una protesta contra la violencia doméstica organizada por KAFA el verano pasado. Foto de Cynthia Ghoussoub

Y este es solo uno de los problemas en una lista de problemas que es demasiado larga. Darse cuenta de su urgencia es necesario para que la impotencia ilusoria a la que nos aferramos se desvanezca. En 1991, mientras nuestros padres celebraban el «final» de la Guerra Civil, el gran historiador norteamericano Howard Zinn escribió: «Si aquellos que están a cargo de nuestra sociedad –políticos, ejecutivos, propietarios de la prensa y la televisión– pueden dominar nuestras ideas, estarán a salvo con su poder. No necesitarán soldados patrullando las calles. Nosotros nos controlaremos a nosotros mismos.»

¿No es esto también verdad en el Líbano? La clase corrupta religiosa y política -esos caudillos militares, sus hijos y el clero que les absuelve de culpabilidad- que domina la complejidad de la vida libanesa nos ha domesticado. Hemos internalizado el statu quo tan profundamente, tan completamente, que no hacemos más que agachar nuestras cabezas y permanecer callados sin que se nos pida hacerlo. ¿No nos hace esto culpables? Permitanme citar a Edward Said quien, quizá más que nadie, fue capaz de resumir correctamente hace casi 20 años, la situación actual del Líbano:

«Casi me he rendido en intentar trazar los cambios y giros [en el Líbano], cada uno de ellos más denso y más complicado que los anteriores, a cada uno de ellos sorprendiendome con la capacidad del Líbano para hacer dinero, conspirar, y para el asesintato individual y en masa. Sin embargo, los así llamados líderes y su variada y mediocre progenie permanecen sin cambio, mientras forjan y casi inmediatamente traicionan alianzas entre si, así como con los sirios, palestinos, iraníes, norteamericanos, israelíes y sauditas (que parecen estar financiando a todos). No hay nadie a quien admirar o en quien confiar en este espectaculo demasiado lárgo y sórdido de violencia idiótica y corrupción sin límites. Hasta los ciudadanos inocentes que han seguido y seguido, con sus valientes rutinas, su habilidad de reconstruir y reiniciar sus vidas una docena de veces, con su coraje bajo fuego, deben haber confabulado en secreto, uno piensa, con los líderes que hacían seguir la guerra. De otra forma, ¿Cómo pudo haber continuado durante tanto tiempo?»

En verdad, cómo pudo. Y podríamos ir más atrás en el tiempo. Gibran Khalil Gibran escribió en los años veinte -hace 90 años- que hay dos Líbanos: el Líbano que es la «arena para hombres del oeste y hombres del este» y el Líbano de la vida diaria, de la belleza y las risas. ¿Necesitaremos otro siglo para darnos cuenta de que ese otro Líbano, el que detestamos y nos repugna, tiene que ser abolido para que el Líbano que amamos pueda volver a respirar?

Demasiadas veces los seculares han culpado al sectarismo de los problemas del Líbano. Pero también tendemos a retratarlo en términos simplistas: como un mero sistema que diferencia entre sectas, y que esencialmente pone en práctica la definición impuesta por el Estado de las creencias religiosas de la persona sin tener en cuenta la elección del individuo.

Pero el sectarismo no es solo divisiones nacionales que se basan en la secta de una persona, que él o ella de primeras raramente elige. Tiene fuertes raices históricas que han pavimentado el camino para el sistema actual del Líbano desde al menos los mediados del siglo XIX. Está en nuestra constitución, ha dado forma a nuestras clases sociales y a la manera en la que nos tratamos los unos a los otros. Paradójicamente, hasta ha roto con la división sectaria infectandonos a todos con su desenfrenada corrupción moral. En otras palabras, el sectarismo, como la muerte, es más «secular» de lo que somos la mayoría de nosotros

Recordemos a los incontables estudiantes alrededor del mundo que han tenido éxito en transformar su sociedad para mejor, por sus amigos y sus seres queridos, vecinos y desconocidos. Usemos nuestro estatus privilegiado como estudiantes del Líbano para provocar al mundo que nos rodea a que nos pregunte sobre cuestiones profundas para que, juntos, podamos en práctica el viejo proverbio marxiano, «Los filósofos tan solo han interpretado el mundo, de varias maneras; de lo que se trata, sin embargo, es de transformarlo.»

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