«No puedo respirar»: Miles bloquean el tráfico exigiendo justicia en Boston

Demonstrators in Boston. Photo by @windowlej via Twitter.

Manifestantes en Boston. Foto de @windowlej por Twitter.

Miles de personas y yo invadimos el parque Boston Common la noche del 4 de diciembre para manifestar indignación por las decisiones judiciales de exonerar a los oficiales de policía que mataron a Michael Brown, de Ferguson (Missouri) y a Eric Garner, de la ciudad de Nueva York. La multitud, compuesta en su mayoría de jóvenes, inundó el gran parque en el centro de la ciudad, superando a la ceremonia anual de iluminación del árbol de Navidad que se llevaba a cabo a cientos de metros de la Casa del Estado, que está en lo alto de la cima principal del parque.

Los disturbios empezaron en Ferguson, Missouri, a fines de noviembre luego de que doce jurados –nueve de los cuales eran blancos– decidieron no acusar a Darren Wilson, el oficial de policía que disparó y mató a Michael Brown, el adolescente negro de 18 años cuya muerte desencadenó muchos días de manifestaciones masivas y militarización de fuerzas policiales en respuesta. A comienzos de diciembre, un gran jurado en Nueva York liberó de cargos al oficial de policía Daniel Pantaleo, que asfixió a Eric Garner hasta matarlo en medio de un altercado porque presuntamente Garner vendía cigarrillos por unidad sin tener la licencia correspondiente.

Hay una filmación de video grabada con teléfono móvil de la muerte de Garner que prueba que Garner rogó piedad a los oficiales, mientras repetía una y otra vez el pedido colectivo que ya se ha vuelto viral «¡no puedo respirar!» El video del incidente lo grabó Ramsey Orta, amigo de Garner que luego fue acusado de cargos por armas.

Las comunidades en todo Estados Unidos se han visto abrumadas con indignación y rabia ante las decisiones del gran jurado en ambos casos. En la ciudad de Nueva York, Chicago, Filadelfia y Boston a comienzos de diciembre, los manifestantes han puesto voz a etiquetas como #blacklivesmatter (las vidas negras importan) y #icantbreathe (no puedo respirar) que han inundado los medios sociales desde que se conoció la decisión de Ferguson. Y el regreso de otros cánticos clásicos de protesta muy anteriores a ambas etiquetas nos recordaron que este problema no es nada nuevo:

«¡Hey-hey! ¡Ho-ho! Estos policías racistas deben irse».

«Sin justicia no hay paz. Nada de policías racistas».

Demonstrators gather at statehouse in Boston Common. Photo by Ellery Biddle.

Manifestantes reunidos en la Casa del Estado en Boston Common. Foto de Ellery Roberts Biddle.

En Boston, la policía llegó en buses públicos con las palabras «Policía Estatal» en el lugar donde suele aparecer el destino final. Ataviados con chalecos de neón amarillo y sombreros de lana, los oficiales se alinearon fila tras fila, detrás de las majestuosas puertas que separan la Casa del Estado del parque público donde se ubica. La policía estuvo hombro a hombro en los grandes peldaños del edificio de gobierno, con las manos juntas delante de ellos. Cuatro hombres con trajes y largos abrigos estaban parados en la galería mirándonos. A pesar de las preguntas y gritos de frustración de los manifestantes, los policías permanecían siniestramente callados. Deben haber recibido instrucciones de no intervenir ni responder.

Los manifestantes empezaron entonces una marcha decidida, a temperatura gélida, alrededor de Boston –desde los principales puentes a las entradas de las autopistas, nuestra banda de miles detuvo el tráfico en muchas direcciones, durante lo que debieron ser horas.

Los choferes enviaban mensajes de texto, hablaban por teléfono, tomaban fotos y grababan videos de la multitud que pasaba. Muchos saludaban o tocaban bocina en muestra de apoyo. Algunos abrieron sus ventanas al amargo aire frío y extendieron sus manos enguantadas, intercambiando saludos con los manifestantes a su paso. Otros fruncieron el entrecejo y esperaron a que los caminos se despejaran.

Manifestantes tendidos en Rutherford St en Charlestown, Boston.

Marchamos por el puente Charlestown, escuchando fragmentos de los brutales incidentes de maltrato policial que desencadenaron que nos congregáramos. Una y otra vez a lo largo de la noche, miles de manos, pieles de todos los colores, se estiraron en el amargo aire nocturno y el cántico fue alto: «¡Manos arriba! ¡No disparen!» Una y otra vez, los manifestantes gritaban: «¡No puedo respirar!» Carteles de cartón conmemorando personas negras que habían muerto a manos de la policía, desde Oscar Grant a Rodney King a Amadou Diallo, el inmigrante guineano de 23 años a quien la policía de Nueva York disparó 41 balas en 1999 cuando metió la mano al bolsillo para sacar su billetera.

Importamos. Manos arriba, DC. Estamos listos.

¿Cómo es que tantas personas han perdido la vida para convertirse en símbolos de una crisis sistémica, algo tan grande para ser considerado simplemente un problema, algo que lleva siglos en proceso?

Al pie de Bunker Hill, lugar de una de las batallas más importantes de la Independencia de Estados Unidos, todos nos echamos en la calle ante largas filas de autos que esperaban que nos moviéramos. En lugar de seguir coreando, aplaudiendo o tomándonos de las manos, hicimos un largo silencio. Luego, como una bandada de aves, cada uno respondiendo al siguiente, nos levantamos y empezamos a caminar de nuevo.

Demonstrators in Boston. Sign reads: "White silence = white consent." Photo by Ellery Biddle.

Manifestantes en Boston. El cartel dice: «Silencio blanco = consentimiento blanco». Foto de Ellery Roberts Biddle.

Ellery Roberts Biddle es editora de Global Voices Advocacy y Becaria Berkman en la Universidad de Harvard.

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