El malabarismo nuclear de Hassan Rouhani en Irán

Iranian president Hassan Rouhani and his cabinet meet with Ayatollah Khamenei. Photo: Khamenei.ir

Cuando tenía alrededor de 10 años y vivía en Teherán, mi papá tenía un joven estudiante al que yo encontraba interesante. Este joven devoraba cualquier libro o revista que pudiera tener en sus manos y siempre estaba ofreciendo información general sobre temas al azar, desde la historia del croissant hasta el funcionamiento de los carburadores.

A pesar que el estudiante estaba cerca de los 30 años, no tenía educación formal ni destrezas profesionales ni trabajo, sólo vivía el día a día en la casa de sus padres. Recuerdo que un día mi padre se refirió a él, en un tono desesperado: «es un chico talentoso, pero es una pena que sea tan vasto como un océano pero tan profundo como un charco.»

Como es de esperar, ese no es el caso del presidente iraní Hassan Rouhani. Es mucho más conveniente para Rouhani tener solo una competencia en la que sea muy bueno, a diferencia de sus dos predecesores que únicamente lograron añadir pendientes a la larga lista de proyectos inconclusos y abandonados de Irán. Y esta habilidad podría ser un acto de malabarismo entre el ayatolá Ali Jamenei de Irán y los Estados Unidos, como hemos visto durante su reciente viaje a Nueva York.

El segundo viaje de Rouhani a Nueva York para asistir a la Asamblea General de la ONU terminó sin importantes progresos en las negociaciones globales sobre el programa nuclear de Irán. Esta negociación entre Irán y los países del grupo P5+ 1  ya lleva una década de existencia y Rouhani se refiere a ella como acuerdos con el «kadkhoda» (jefe del pueblo en farsi), por el apodo que puso a los Estados Unidos debido a su posición dominante dentro del grupo. Sin embargo, el viaje sirvió para comprender mejor cuál sería la estrategia de Rouhani mientras se acerca el plazo del 24 de noviembre para llegar a un convenio nuclear definitivo.

Aunque el presidente iraní está en general a favor de llegar a un acuerdo sobre el programa nuclear, se negó a reconocer cualquier violación a los derechos humanos en Irán. Su firme defensa del poder judicial iraní, que fue elogiado por el anterior presidente del tribunal Sadeq Larijani, sorprendió a algunos de sus seguidores y fue criticada por la oposición prodemocracia de la República Islámica. Pero a pesar de su impopularidad, esta postura podría ser tomada como un enfoque pragmático de Rouhani y su firme compromiso para resolver el asunto nuclear. La resolución de la crisis nuclear era, de hecho, la piedra angular de la campaña presidencial y fue la prioridad más importante en su administración desde el primer día.

Como era de esperar, la mayoría de los periodistas que le hicieron preguntas a Rouhani en Nueva York estaban preocupados por las negociaciones nucleares y el problema de seguridad más reciente en el Medio Oriente. Pero a diferencia de su predecesor Mahmoud Ahmadinejad, no fueron las respuestas de Rouhani a las preguntas sobre política exterior las que causaron mayor controversia, sino más bien sus respuestas a una serie de preguntas acerca de las últimas detenciones en Irán.

Lo que hizo Rouhani fue evitar las preguntas o volcar la responsabilidad de estas medidas enérgicas en el sistema judicial de la nación y otros funcionarios estatales no electos, o en algunos casos las defendió abiertamente. En una entrevista con la presentadora de la CNN Christiane Amanpour, él negó que los periodistas como Jason Rezaian hayan sido perseguidos a causa de su profesión y no reconoció que el castigo de 91 latigazos y de seis meses a un año de prisión que fue impuesto a los participantes en la versión iraní del clip musical «Happy» de Pharrel fuera desproporcionadamente duro.

Aunque estas posturas parecen decepcionantes para la libertad de expresión en Irán, quizá se podrían justificar por la estrategia de mediación de Rouhani entre los líderes religiosos no electos de Irán y Occidente para resolver la crisis nuclear. Esto forma parte de su interpretación acerca de la compleja interacción de los poderes en Irán y la manera de mantener el apoyo en el frágil proceso de negociaciones. Dicha táctica no es específica de su viaje a Nueva York, sino que ha sido evidente en los últimos meses en el planteamiento del gobierno, que cada vez más está más orientado a la reconciliación con la oposición conservadora religiosa. Es un signo de un verdadero enfoque pragmático realista para ganar el apoyo interno y así solucionar la amenaza más importante del país: las sanciones.

Después del fracaso de los reformistas en las elecciones de 2009, la profunda recesión y las sanciones económicas intensificadas y ratificadas por el Consejo de Seguridad de la ONU convirtieron las elecciones de 2013 en un referéndum virtual de la estrategia de negociaciones nucleares en el régimen iraní. Por consiguiente, la victoria de Rouhani envió un mensaje claro al régimen: mejorar las relaciones con Occidente y evitar más hostilidad.

Es importante señalar que los iraníes no eligieron a Rouhani sólo por ser el principal ex negociador nuclear con Occidente. Más bien, lo eligieron para desempeñar el rol de mediador entre los dos dueños del poder real en esta crisis: el líder supremo iraní, el ayatolá Ali Jamenei, y los Estados Unidos. Al ser Rouhani el canal seguro para la comunicación entre las dos partes, su posición conservadora manifestada en Nueva York sobre cuestiones de derechos humanos de Irán se vuelve explicable. Un mediador siempre debe mantener la confianza de ambas partes negociadoras, de lo contrario habría pocas posibilidades de lograr cualquier cosa. Es por esta razón que él no intensifica la tensión con instituciones como el poder judicial iraní, incluso cuando critican públicamente su política cultural, social e interna, ya que estas son a menudo órganos designados por el ayatolá Jamenei o están vinculados estrechamente a él. Cualquier tensión interna en Irán en este último capítulo de las negociaciones antes del 24 de noviembre podría descarrilar todo el proceso.

De hecho, el error más grande que Rouhani podría haber hecho es renunciar a su influencia y credibilidad dentro de los puntales no electos de la nación en beneficio del prestigio y el apoyo público desde la oposición iraní en los próximos meses. Esto alejaría a los componentes religiosos más poderosos del régimen.

En los últimos meses, el gobierno de Rouhani tuvo una serie de grandes conflictos con el Parlamento y otros grupos de instituciones políticas principistas. Hay variados orígenes de estas disputas, entre los que se destacan los siguientes: el nombramiento de los reformistas en los Ministerios de Ciencia y Cultura, la negativa a hacer cumplir firmemente el código de vestimenta islámico (hiyab), la decisión de mantener abiertas ciertas plataformas de comunicaciones y aplicaciones móviles como Viber y WhatsApp, el descubrimiento de la corrupción dentro de la administración de Ahmadineyad y lo más importante, sus esfuerzos para reconciliarse y entablar relaciones con Occidente, especialmente en lo que respecta a las conversaciones nucleares.

La negociación nuclear es el asunto más apremiante que figura en el programa de Rouhani y no puede ser pisoteada por los enfrentamientos con sus opositores internos. Por el contrario, un cierto compromiso en las demandas sociales, políticas y culturales conservadoras puede fortalecer su mano en estas delicadas negociaciones en los próximos meses. Es importante tener en cuenta que Rouhani llegó al poder por la fuerza de la promesa de crear una apertura en las conversaciones nucleares. No es sólo en el interés nacional de Irán de levantar las sanciones económicas: el futuro de la administración y moderación política Rouhani en Irán depende de ello.

En las semanas previas a la Asamblea General de la ONU y en los días siguientes a su regreso a Teherán, el gobierno de Rouhani ha tratado de absorber y generar confianza entre la élite política del régimen a través de revocación de sus políticas reformistas. Hay una larga lista de estos casos, entre los que se encuentran: cuando Rouhani y Mohammad Baqer Nobakht (portavoz del estado) se refirieron a la violación del código de vestir el hiyab como una enfermedad; cuando el Ministro de Cultura y Orientación Islámica asumió posiciones a favor de la censura en la industria cinematográfica; la eliminación de altos directivos reformistas del Ministerio de Ciencia; el retraso en el incremento programado de amplitud de banda de Internet; la formación de un comité para forjar lazos más estrechos con los principales clérigos chiítas y el abandono de cualquier intento de liberar a los disidentes políticos Mir-Hossein Mousavi y Mehdi Karoubi.

Es este enfoque realista y pragmático con respecto a la política el que le ha permitido a Rouhani estar al mando del gobierno en uno de los momentos más delicados de la historia reciente de Irán. Fue uno de los pocos políticos mesurados que se negaron a tomar partido por los manifestantes en 2009, después de que millones de iraníes salieron a las calles para protestar contra el presunto fraude electoral que restituyó a Ahmadineyad como presidente. Su silencio sobre ese asunto le dio la autorización del ayatolá Jamenei para administrar las elecciones del año pasado. Tal vez otro gesto conservador de Rouhani puede desbloquear el impasse nuclear mucho más complicado y afianzarlo como el líder excepcionalmente experto en una cosa: mediar entre Jamenei y los Estados Unidos.

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