Vadim Elistratov de Tjournal dice que es el momento político para ser ruso

Vadim Elistratov's battle against political polemics. Images mixed by Kevin Rothrock.

Vadim Elistratov (centro) lucha en contra de las polémicas de la política. Jen Psaki, vocera del departamento de estado de EE.UU (Izquierda) vs. Vladimir Putin (derecha). Imágenes mezcladas por Kevin Rothrock.

Lo que sigue es la traducción completa de un artículo de Vadim Elistratov que apareció en la página web rusa Tjournal el 8 de agosto de 2014. En la misma, Elistratov emite sus opiniones personales de cómo la política influye en la vida diaria rusa, diciendo que la reciente barrera de leyes opresivas (regulación de la web, prohibición de las importaciones de comidas populares, etc.) está cambiando el tono del discurso social del país. Elistratov asocia la situación del Internet en Rusia con las luchas en el mundo real. Por esa razón, Runet acerca el artículo a los hablantes del castellano.

Vadim Elistratov, 4 de julio de 2013. Facebook.

“Nunca se sabe” por Vadim Elistratov

El jefe de redacción de TJournal explica por qué es prudente no opinar sobre política, pero cada día que pasa se hace más difícil.

He logrado mantenerme alejado de la política durante los últimos años, y mientras más escribo de este tema en privado o en el trabajo, más evidente se me hace que debo evitarlo.

Siempre he visto a la política como un área de conocimiento muy efímero. Es como la continua edición de un artículo de Wikipedia que hacen dos personas con perspectivas totalmente opuestas: lo que se escribió en blanco y negro ayer, se refuta hoy, y esa refutación, a la vez, tendrá otra refutación aún más elaborada al día siguiente. A medida que el debate se va desarrollando, el argumento central va quedando en segundo plano y termina dejando a las dos personas discutiendo y una serie infinita de declaraciones subidas de tono.

Por eso, por lo general me sorprendo cuando me siento con personas que empiezan a discutir sobre hechos que ocurren a miles de kilómetros de distancia, como si fueran expertos o testigos. Tal vez puedas convertirte en un genio de la fotografía, los gráficos de computadora o los bordados en punto de cruz por leer unos buenos libros, pero eso no te convierte en una autoridad frente a un escenario político en desarrollo.

Los únicos expertos en esas cosas son los que tienen participación directa. Estas personas al menos saben por qué arriesgaron sus vidas y mataron a otras personas, o por qué establecieron varias restricciones a los ciudadanos de su país y prohibieron esto o aquello. Claramente, a esta gente no le interesan los debates calientes en las redes sociales.

No me refiero a que debería haber un grieta oscura en el lugar del dialogo político, pero nuestros “expertos de la gente” se extralimitan casi todos los días. Hablan con firmeza sin dejar duda alguna, llevan a cabo completas investigaciones usando solo fotografías extraídas de las redes sociales y hacen generalizaciones que equiparan naciones enteras con algunas decisiones políticas y opiniones individuales con la opinión pública.

Además, esto no sucede solamente con los analistas de sofá, sino también con los medios de comunicación. Un claro ejemplo es la historia reciente de la bota [ortopédica] de Jen Psaki (un modelo casi ideal de las discusiones políticas en Rusia), donde la búsqueda de sentido se ve sustituida por la búsqueda de una entrega atrayente. No importa de qué manera lo abordes, lo más seguro es que salgas sucio de pies a cabeza por haber usado alrededor de una docena de mentiras en tus argumentos sin que te hayas enterado. Solo podemos hablar con convicción de las consecuencias, pero nunca de las causas.

Sin embargo, evitar opinar sobre política pasó a ser una dificultad increíble estos últimos días. Muy pronto, mucha gente perderá la capacidad de poder escribir lo que quiere en sus amados blogs porque sus creaciones se han vuelto demasiado famosas [registro gubernamental de mandato]. Ya nadie más podrá usar un Wi-Fi público o enviar mensajes sin preguntarse quién más los estará leyendo. La situación del mundo este año ha llegado al punto en el que la “política” entra a nuestros hogares y se deshace de nuestros quesos y yogures favoritos, diciéndonos que debemos elegir otra cosa.

Es cierto, esta parte sobre yogures parece ridícula. Yogures, yogures, yogures. No llegan a ser un producto esencial (ni siquiera aquí en San Petersburgo, donde los estantes están abarrotados de  tantas marcas finlandesas que la situación podría ser bastante seria). No pasó nada tan terrible; alguien solucionará la falta de yogurt. Lo que más importa es lo que simbolizan estos yogures: algo que pasamos a ver como natural; algo que nos sacaron porque “así debe ser”.

Y cuando al fin nos decidimos en preguntar porque “debe ser” de esa manera, nos envían por este camino confuso, donde parece que nadie es en realidad un experto. Estos yogures son los que nos llevan a sentir que estamos yendo a algún lugar en un tren que esta fuera de nuestro control y aquí es donde se pone raro.

Este texto es una traducción completa del artículo de Vadim Elistratov que se publicó en ruso en la página web Tjournal el 8 de agosto de 2014.

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