Cuando mostré Karachi a Jill Abramson y Dean Baquet

Jill Abramson on Seaview Beach in Karachi, Pakistan. June 2011. Picture taken by author.

Jill Abramson en Seaview Beach en Karachi, Pakistán. Junio de 2011. Imágen tomada por Sahar Habib Ghazi.

Soplaba una brisa cálida cuando tomé esta foto de Jill Abramson al final de los dos días que pasé con ella y con Dean Baquet en su primera visita a Pakistán.

El sol se estaba poniendo en Karachi, y Seaview Beach estaba curiosamente salpimentada con miles de conchas.

En junio de 2011, antes de que Jill y Dean tomaran posesión de sus nuevos cargos como directora y redactor jefe del New York Times, ambos visitaron Pakistán y Afganistán para tener una impresión de los paises que habían pasado a dominar su portada.

Yo había hecho algunos trabajos y reportajes para Jane Perlez, la jefa de la oficina del NYT en Pakistán, y ella me pidió que fuera su guía en Karachi, la mayor ciudad del país.

Mientras caminábamos contra el ululante viento por la playa, recuerdo cómo me impresionó el thehrao de Jill y Dean. La traducción más aproximada de thehrao que puedo encontrar es la de «calma que llega con la sabiduria.» Es un palabra muy hermosa en urdu, y contradice completamente la palabra «prepotente,” que se ha usado repetidamente para describir a Jill en artículos [en].

También recuerdo que yo tenía grandes esperanzas para las mujeres y para el periodismo. Un mujer, por fin, iba a liderar la que se puede considerar como la más poderosa redacción del mundo. Y no solo tenía planes para innovar, sino que se encontraba de verdad entusiasmada con la idea de abrazar la era digital.

Por entonces recuerdo pensar: ¿Hemos llegado de verdad al momento en que una mujer como Jill Abramson – tan llena de thehrao – puede ser una líder? ¿O es simplemente que el New York Times es increíblemente maravilloso?

Este último pensamiento fue destrozado, como una casa de cristal golpeada por una sola piedra [en], en cuanto Jill fue repentinamente despedida [en]

Más adelante volveré a esto.

El mes de junio es insoportablemente tórrido y pegajoso en Karachi. Allá en 2011, en la mayor ciudad de Pakistán, con 20 millones de personas, la seguridad no era un asunto tan importante como lo es ahora, pero ya era un problema. Por tanto, viajábamos en un coche corriente para evitar atraer cualquier atención sobre nosotros.

La mayor parte de su visita la pasé encajada entre Jill y Dean en los traslados en coche entre reuniones. Fue Jane Perlez quien sugirió este arreglo, para que pudiera indicarles lugares interesantes mientras viajábamos, y también para que les preparara para su siguiente encuentro.

Como cualquier persona sentada entre dos extraños, traté de hacerme más pequeña de lo que soy para no estar constantemente chocando hombros con ellos. Pero las carreteras llenas de baches de Karachi hicieron que esa fuera más la norma que la excepción. Ellos se turnaron para hacer que todos nos riéramos de la situación, y pronto, gracias a la naturaleza cálida y jovial de Dean, y al sentido del humor de Jill, se convirtieron en simplemente Jill y Dean.

Les llevé a conocer a los principales políticos, expertos en seguridad y periodistas de Karachi. Cuando fuimos al Mohatta Palace Museum [en] y a una galería de arte moderno en Saddar, cerca del lugar donde Daniel Pearl fue secuestrado, admiraron el talento de los jóvenes artistas políticos de Pakistán. Comimos en el exclusivo Sindh Club de Karachi y en un restaurante de moda llamado Okra.

Una de nuestras citas resultó problemática: había enfrentamientos entre bandas apoyadas por partidos políticos, y al final tuve que cancelar la visita a las oficinas del MQM, un popular y poderoso partido a menudo acusado de avivar la violencia en la ciudad. Mientras trataba de calmar a un político del MQM que me gritaba al teléfono por el insulto de que hubiera cancelado el encuentro, Jill mostró auténtica preocupación por mi estado de ánimo. No todos los periodistas muestran preocupación por mediadores en países en desarrollo, por lo que recuerdo bien aquel momento.

También recuerdo estar esperanzada de que la cobertura de Pakistán por parte del New York Times iba a ser más equilibrada y justa.

A pesar de que había trabajado para el Times, estaba cada vez más desilusionada con la cobertura del periódico sobre Pakistán. El mero hecho de que Jill y Dean pensaran que era importante visitar Pakistán y recibir información de primera mano parecía un paso en la dirección adecuada.

Después de su visita le escribí a una amistad: «La nueva directora y el redactor jefe son un soplo de aire fresco. Además de estar entre la gente más agradable y llana que he conocido nunca, también eran los más observadores. Durante dos días, como antropólogos, simplemente se empaparon de Karachi. Había una calma y sabiduría en ambos que rara vez he visto en la escena periodística de aquí e incluso de EE.UU. Quizá proviene de que ambos son periodistas de investigación. Tengo el presentimiento de que vamos a empezar a ver cambios positivos en el periódico en los próximos meses.»

Y los vimos. Bill Keller, el predecesor de Jill, visitó Pakistán y escribió un largo reportaje titulado “Los paquistaníes tienen una razón de peso” [en]. Declan Walsh, un corresponsal extranjero que, en mi opinión, realmente entiende el país y ha estado 8 años escribiendo sobre Pakistán para the Guardian, fue contratado como el nuevo jefe de prensa en Pakistán para el NYT.

Desafortunadamente, parece que Declan chocó con el espionaje paquistaní y fue expulsado [en] del país dos años después. Ha continuado sus funciones en el exilio como jefe de prensa en Pakistán para el periódico.

No he mantenido el contacto con Jill o Dean desde el tour de 36 horas por Karachi. Pero ello se debe más a que estaba intimidada por sus cargos que por ellos.

Cuando visitaron Karachi en 2011, Jill y Dean todavía no habían asumido formalmente sus cargos, y se encontraban tratando de averiguar su dinámica como equipo. Cuando tenía que presentarles a alguien, sin embargo, empezaba según antigüedad, Jill en primer lugar. Pero casi todos estrechaban primero la mano de Dean. Así es como funcionan las cosas en Pakistán. Tenemos todas estas líderes femeninas, pero la gente asume que el hombre debe ser el jefe. Dean pareció incómodo con esta situación y, después de la segunda reunión, rápidamente dirigió a la gente hacia Jill. Pero Jill le quitó importancia, diciendo que Dean iba mejor vestido y por tanto él parecía el jefe. Todos nos reímos.

No he estado presente en la redacción del New York Times estos tres últimos años, por lo que no sé cómo han evolucionado Jill y Dean como líderes. No sé por qué Jill fue despedida tan repentinamente [en] después de, claramente, hacer un increíble trabajo [en] estos últimos tres años.

Como muchas mujeres, sin embargo, estoy enfadada y desconfiada [en]. Las especulaciones [en] y los rumores que han hecho que etiquetas como #pushy [prepotente] #equalpay [mismo salario] #Abramson #NYT sean populares pintan un sombrío escenario.

Jill fue etiquetada como “prepotente”, y a Dean, que es realmente una buen tipo, se le presentó como el hombre que la empujó fuera de su puesto.

Al parecer, había cierta tensión en torno a la decisión de Jill de contratar a Janine Gibson, redactora de the Guardian, para compartir con Dean el cargo de redactor jefe. El Presidente del Time ofreció más detalles sobre este incidente [en].

Pero los dos días que pasé con Jill y Dean hacen que me sienta muy incómoda con todas las palabras que se usaron para describirles.

Jill y Dean hicieron que me sintiera esperanzada por el hecho de que personas con thehrao—sencillas, humildes y sabias—pudieran conseguir tan codiciados cargos de liderazgo.

Dias antes de conocerles, había finalizado una beca de periodismo en Stanford, donde, entre otras cosas, había tomado una clase sobre liderazgo en la escuela de negocios. Nunca pensé que me inscribiría en una clase llamada “Caminos hacia el Poder”, pero estaba allí porque quería entender por qué tantos líderes eran unos imbéciles. Jill y Dean eran la prueba viviente de que gente buena y decente podía alcanzar la cima.

Quiero vivir en un mundo en el que los líderes no son sólo carismáticos, sino también justos, humildes y sabios. Como la mujer con la que estuve en 2011, Jill personificaba el thehrao. Dean también, pero él era al mismo tiempo encantador y cercano. Él me dijo que me pasara por el Times cuando estuviera en Nueva York. Jill también se mostró cálida conmigo. Cuando estaba sola con ella, me habló de su familia. Miestras rebuscábamos entre las estanterias de Khaddi, una tienda de ropa étnica, me habló sobre la brecha de confianza [en].

Su hija la describió mejor en Twitter el año pasado:

No es aduladora. Sí, intimidante y difícil de leer. Pero sobre todo mi madre es una estrella del rock, una heroína para las mujeres ambiciosas.

En su charla a la redacción, Arthur Sulzberger, editor del NYT, dijo confiar en que [en] “el nuevo liderazgo va a mejorar algunos aspectos de la gestión de la redacción.” Afirmó que no se trataba de una cuestión de género. Pero la realidad es que vivimos en una mundo donde los mismos rasgos a la hora de gestionar hacen que los hombres sean “tenaces”, “ambiciosos” y “con capacidad de mirar al futuro” y las mujeres sean «prepotentes» o “autoritarias”, así que quizá debería haber escogido sus palabras más sabiamente.

Todavía tengo la esperanza de que el New York Times va a intentar hacer su cobertura sobre Pakistán más equilibrada. También tengo la esperanza de que Dean va a ser tan decidido y resuelto como Jill para hacer realidad la idea de primero-lo-digital” [en].

No sé que será lo próximo para Jill, pero la optimista en mi espera algo mayor, mejor y más emocionante, porque chicas duras con su ambición, visión y thehrao necesitan liderar.

Sahar Habib Ghazi es periodista y redactora adjunta en Global Voices. Puedes encontrarla en Twitter @SaharHGhazi o en aeropuertos entre Pakistán y EE.UU.

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