Nueve preguntas para Arien Chang Castán, un fotógrafo de La Habana

Arien Chang_Ciudad

Andaba buscando a alguien. Luego de mi primera incursión en hacer entrevistas ilustradas, me quedé con ganas de más. Entonces, mi editora Solana Larsen me sugirió a un amigo, Arien Chang Castán, un fotógrafo de La Habana, Cuba. Tan pronto vi su hermosa página poblada de viejos, mares, soledades, ciudades, colores y oscuridades, le escribí.  

Las preguntas de esta entrevista se basan únicamente en lo que observé de sus fotografías y lo que leí de él en su página. Las preguntas, y las respuestas, se dieron en un intercambio por email que tomó varias semanas. Haría falta más tiempo, y más cercanía, para poder describir y contar a Arien Chang, pero a falta de esto, a continuación, un fotógrafo en/de La Habana.

Global Voices (GV): Háblame de la historia de tu apellido.

Arien Chang (AC): Mi abuelo llegó a Cuba como inmigrante ilegal en 1927. Se mudó a La Habana Vieja, muy cerca de donde he vivido toda mi vida. Comenzó entonces en negocios de casinos, casas de juegos, bares, incluso se afilió a un partido político que reunía a muchos chinos de ultramar que como él habían llegado a Cuba en espera de nuevas oportunidades. Algunos, incluso, utilizaban a Cuba como puente para cruzar a Estados Unidos (puente, que todavía utilizamos…) Por supuesto, que trabajando y viviendo en La Habana Vieja, se enamoró de una mulata, que resultó ser mi abuela; de ahí la mezcla de razas y el apellido.

Chang es uno de los apellidos más comunes en China. Tuve la oportunidad de comprobarlo en febrero, gracias a “Red Gate”, una reconocida institución que ofrece becas para artistas de todas partes del mundo. Durante dos meses estuve trabajando en mi proyecto que consistió en tratar de buscar mis raíces, el lugar donde mi abuelo nació y creció, no porque me sienta desarraigado o necesitado de encontrar en China una identidad, si no por esa impaciencia que nos persigue que  nos hace creer que existimos, simplemente, porque sabemos de dónde venimos.

Como fotógrafo siempre estoy buscando en mi casa, en mi barrio, en mi país, una nueva imagen, un nuevo concepto, algo que me indique por qué somos, a dónde vamos. La fotografía es mi medio y mi apellido, tal vez, parezca exótico en esta isla pero de ahí lo magnífico y fotogénico de Cuba: las razas, las épocas, la historia de un pueblo entero se mezcla en sus calles.  Y hay más, en Cuba utilizamos dos apellidos, el del padre y después el de la madre, mi segundo apellido, es Castán, proviene del árabe, y eso es también otra historia de raíces e inmigrantes. 

Arien Chang_Bailarina

GV: ¿Fotógrafo, por qué?

AC: No creo que haya un por qué, pero puedo hablarte un poco de cómo empecé, cómo mi vida, más bien, como la fotografía cambió mi vida o como mi vida se convirtió en la fotografía.

Todo empezó en un caluroso verano del 2003 (no tan caluroso como ahora), en el teatro América, espectacular construcción representativa del Art Deco, en la céntrica avenida Galiano de La Habana Vieja, ofrecían un curso de fotografía, junto a otros cursos que no tenían mucho que ver como era el de masaje y otro de peluquería, pero yo solo deseaba aprender cómo manejar una cámara (en esa época ni siquiera pensaba en la luz). Fue un curso muy básico, pero en el que por fin pude aprender cómo usar la cámara rusa que mi padre había traído de la Unión Soviética, era una Zenit que estuvo en una gaveta de mi casa desde que era pequeño. Yo solía jugar con ella y mover sus controles, todo parecía muy divertido, en esa época, claro, no imaginaba que la fotografía sería mi vida, pero ya sabía que me gustaba aquello de tener una cámara cerca y apretar el obturador.

Cuando terminé el curso en el teatro América, descubrí que, efectivamente, sabía manejar los controles pero que de hacer fotos no sabía nada. Como yo soy un poco obstinado y cuando se me mete algo entre ceja y ceja, tengo que hacerlo, descubrí que mi mejor escuela eran las calles de La Habana. La fotografía documental es lo que quería hacer, lo que he hecho y seguiré haciendo; soy un adicto a la fotografía y ya es demasiado tarde para remediarlo, ahora solo me queda deberme a esa adicción y alimentarla cada día con más trabajo. La fotografía existe y la gente la puede ver, pero hay que descubrirla. 

GV: Cuba ha sido objeto de innumerables fotógrafos. Tanto, que se ha creado una imagen difícil de reinventar. ¿Cómo se fotografía a Cuba desde adentro?

AC: Fotografiar La Habana desde adentro es muy fácil… solo tienes que tener una Libreta de Abastecimiento y una residencia permanente, Carné de Identidad o cualquier cosa que te permita vivir aquí por un tiempo.

La vida del cubano no se reduce a ir al trabajo en la mañana y regresar en la tarde, las personas en este país atraviesan una odisea cada día. Son puestos a prueba constantemente por la dinámica de vida que tenemos en este país, por llamarlo de alguna forma. El (no)transporte, el (no) dinero, y todos los otros “no” a que cada cubano se enfrenta cada día deja huellas en sus caras, en sus ropas, en su espíritu, unas veces de desesperación, otras de diversión, pero siempre reflejan una historia que si no la vives no la puedes leer, no puedes hacer la foto. Podemos agregar a esto lo increíble de su arquitectura, que como todos sabemos está detenida en el tiempo y a veces nos hace creer que estamos en los años 40’. Es este aparente disfraz hace que La Habana sea fácil y no tan fácil de fotografiar. Esta maldita Habana es una navaja de doble filo a la que agradezco lo que soy y lo que hago.

Para crear la imagen hay que vivirla, hay que sufrirla, es por eso que a veces puedes encontrar fotos de Cuba muy bien compuestas, con una utilización impecable del color y la luz, pero al final están vacías, son una linda postalita, pues el fotógrafo no puede ir más allá de la impresión que causa La Habana en un primer contacto con ella.

A La Habana hay que tocarla cada día, manosearla, disfrutarla, hay que entenderla.

Arien Chang_Viejo

GV: ¿Por qué retratar a viejos?

AC: Por la experiencia, la tranquilidad y las arrugas.

Las personas de la tercera edad no miden sus palabras, han vivido lo suficiente como para no tener nada que perder. En mis fotos puedes ver dulces expresiones y también caras de odio-disgusto, por tener el lente apuntándoles directamente. Los ancianos, como los niños, dicen lo que piensan, actúan y se desenvuelven sin miedo al futuro, pues el futuro para ellos ya es pasado.

La serie “Longevidad”, que comencé a desarrollar hace unos años, consiste en hacer fotos de personas de más de 100 años. Un siglo es mucha historia, incluso para un país, alguien con más de 100 años a veces no tiene tanto que contar con palabras como con sus sentimientos, expresiones.

La tercera edad es intrigante, no espero vivir tanto como para hacer mi propio autorretrato y agregarlo a la serie; pero fotografiar a alguien con más de un siglo es siempre algo impresionante para mi.

Arien Chang_Malecón

GV: Cuéntame del mar.

AC: El mar es imposible ignorar dentro de la fotografía, sobre todo si vives toda tu vida en  una isla. Desde que era niño me escapaba de la escuela con mis socios para ir a bañarnos al Malecón y como yo, generaciones y generaciones de cubanos han crecido utilizando esta costa-playa, llena de arrecife, diente de perro, como lo conocemos aquí. Llegar al Malecón, quitarse el uniforme de la escuela y lanzarse desde la parte más alta, más peligrosa, más profunda, más que una acción es un sentimiento de pertenencia, una relación de poder, tú utilizas el mar, él a veces te utiliza a ti. Miles de accidentes han ocurrido en el Malecón de La Habana, pero aún así, nadie le tiene miedo. El Malecón, «el Bleco» como le decimos los socios del barrio cariñosamente, está ahí y siempre estará, a veces tranquilo otras alterado como la propia idiosincrasia del cubano. Ha aprendido a vivir con nosotros y nosotros con él, aunque espero dure poco la prohibición de no bañarse en el Malecón.

Yo extraño el mar, cuando no lo veo por unos días lo extraño, ha estado toda mi vida cerca de mi, de mi ciudad.  La serie del Malecón, la que en honor a mi infancia lleva el nombre de “El Bleco”, es mi reconciliación con esta ciudad, con este país. Es una deuda que le debo por ser cubano, por ser habanero, por vivir en él una parte de mi infancia, mi adolescencia, por ser parte de mi vida.

GV: ¿Blanco y negro o color?

AC: No creo que pueda decidirme por uno, es como escoger entre dos muchachas bonitas, la diferencia es que no tengo que escoger una sola, puedo quedarme con las dos y ser feliz.

Cuando empecé en la fotografía mi trabajo solo era en blanco y negro, analógico y procesado en un “laboratorio”, dígase el cuarto donde nací en la esquina de calle Monte y Ángeles, sin tener condiciones para hermetizarlo, muchas veces sin agua; pero con una buena ampliadora, de principios del siglo XX, que me permitió hacer yo mismo mis impresiones, controlar mi propia imagen desde otro punto de vista.  Ahí aprendí más que en cualquier otro lugar sobre luces, sombras, composición y realmente disfruté hacerle el trabajo completo a mis fotografías.

Siete años pasé haciendo solo blanco y negro, incluso, cuando hice ese temido cambio al digital, continué sin hacer color.  Es solo en los últimos años que mis fotos tienen “algo” de color. Siempre he creído que el color es una técnica que dentro de la fotografía documental es muy difícil, el dramatismo de una foto en blanco y negro es siempre más atrayente; pero el uso del color cuando es necesario, cuando la imagen, prácticamente, te lo pide a gritos, es indudable su fuerza. Pero, realmente, la fotografía cuando la ves logras saber cuándo es en color y cuándo es en blanco y negro. Es ahora que estoy intentando entender el lenguaje del color, traducirlo, estoy en la búsqueda de un estilo personal; apoyándome siempre en esos años en que solo hice blanco y negro, pero que me sirvieron para empezar a entender el color de una forma diferente, estoy tratando de reinventármelo en estas coloridas calles de La Habana.

Puedo decir que en los últimos tiempos he desarrollado cierto fetichismo por el color, me gusta muchísimo y no sé… la etapa en blanco y negro no ha terminado pero pienso que en un futuro el color sea lo que predomine en mi trabajo, es la intención que tengo.

Arien Chang_Ventana

GV: ¿Una ventana que sangra?

AC: Esa ventana que sangra solo tiene un culpable: La Bienal de La Habana. Estaba en esos momentos sucediendo este especie de gran fiesta de los artistas por las calles de La Habana, donde intervienen espacios con diferentes formas de arte, yo, simplemente, pasé por esa calle, por esa casa. La ventana sangrante, una casualidad, vi la imagen, el vestido, las sandalias, el contraste de color con la ventana, la pared amarilla, entonces, hice la foto.

Si la ventana hubiera sido de otro color o no estuviera sangrando, o la mujer no estuviera ahí, tal vez no hubiera hecho una foto o tal vez sí, pero, claro sería otra totalmente diferente. Yo no la busqué, la ventana vino a mí y de ahí lo increíble de la fotografía documental, la espontaneidad del momento.

Arien Chang_BN

GV: La soledad permea tu fotografía. 

AC: Es una pregunta interesante porque nunca me habían hablado así sobre mi fotografía. Yo simplemente hago fotografía y eso es lo que veo, quizás es la soledad y el abandono de esta ciudad que tiene tantas necesidades, tanta historia, tantos malos recuerdos, y buenos recuerdos también, pero son los menos.

La soledad, dices, permea mi fotografía, pero ser fotógrafo documental es una forma de soledad también, es una manera de estar solo, aunque estés rodeado de miles de personas, solo tú sabes lo que capta tu cámara que solo tú puedes controlar.  Qué puedo decir, hay personas solitarias, tristes, amargadas como mismo hay personas alegres, divertidas, sociables; yo simplemente trato de captar sus sentimientos, sus historias que arrastran muchas veces sin darse cuenta de que en su forma de caminar, de hablar, de moverse por el mundo, arrastran su propia carga, su propia y particular soledad.

GV: ¿Cómo es tu relación con la ciudad, La Habana?

AC: Realmente me siento como si estuviera en pijamas por las calles de esta Habana que me ha visto crecer y a la que constantemente estoy mirando y remirando y repensando. Llego a mi casa, después de un día entero moviéndome por ahí, y entonces, en vez de descansar, me llevo el trabajo a la casa porque al final eso somos los fotógrafos, unos esclavos de nuestra propia forma de vida. Descargo las fotos, edito, vuelvo a editar, las miro, las vuelvo a mirar, nunca se sabe las sorpresas que La Habana te reserva. A veces siento que la violo, que estoy aprovechándome de ella, que la utilizo para mi propio bien, pero al final siempre le agradezco con mis fotos, o al menos trato.

Redescubrir La Habana es mi principal proyecto, es mi aspiración constante, pues, a veces, no basta solo con salir a sus calles, hay que entrar en sus casas, subir a sus azoteas, hablar con los jugadores de dominó, con los que tienen gallos de pelea, con la señora que vende en la esquina y el niño que juega pelota. En fin, mi relación con La Habana es muy simple: despertarme todos los días y salir…

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