Chungui, desenterrando el horror del terrorismo en Perú

Chungui, el distrito, es parte de la provincia de La Mar en el departamento de Ayacucho. Una parte del distrito es conocida como Oreja de Perro por la forma de la zona en el mapa del Perú.  Foto de Moner Lizana de la web chungui.info

Chungui, el distrito, es parte de la provincia de La Mar en el departamento de Ayacucho. Una parte del distrito es conocida como Oreja de Perro por la forma de la zona en el mapa del Perú. Foto de Moner Lizana de la web chungui.info

Hace 30 años cientos de civiles fueron víctimas del grupo terrorista Sendero Luminoso y también de las acciones antisubversivas de las fuerzas del gobierno peruano en las localidades de Chungui y Oreja de Perro, en Ayacucho. Muchas de esas víctimas fueron enterradas en fosas comunes de ubicación incierta, y no ha sido hasta hace poco que se han iniciado las labores de exhumación e identificación de restos. 

La agrupación terrorista Sendero Luminoso surgió precisamente en Ayacucho, y su estrategia era levantar en pie de guerra al campesinado pobre y tradicionalmente explotado para así cercar los grandes centros poblados del país. La puesta en práctica de esto significó que muchos campesinos fueron obligados a ser parte de Sendero o brindar distintos tipos de ayuda a las células armadas, lo que para el Ejército los calificaba como terroristas.

La Comisión de la Verdad y la Reconciliación presenta, entre otros, los testimonios recogidos en Chungui y Oreja de Perro y hace una cronología de lo sucedido desde el año 1967 hasta 1995. Al leer dicha historia queda patente que el distrito no sufrió ni uno ni dos ataques, sino que a lo largo de los años 80 sus diversos pueblos fueron testigos de muchas incursiones armadas y acciones de amedrentamiento por parte de Sendero Luminoso, incluyendo asesinato masivo de los comuneros y ajusticiamiento de las autoridades civiles. Se calcula en 1,384 el total de víctimas de la época del terrorismo sólo en el distrito de Chungui.

A continuación, lo que una mujer testigo de la matanza de Santa Carmen en 1982 narra a la comisión:

Esos hombres tenían un libro grande y llaman lista y dicen su nombre de mi papá, pronuncian XZ diciendo dice pues y de ahí le sacan y a mi papá le dicen XZ «presente jefe» dijo mi papá. Decían ya muy bien, muy bien te están llamando corre, corre te están llamando allá le dicen y le hacen correr a la escuela y detrás le estaban esperando varios más o menos como seis o siete estaban esperando, y alrededor de la muralla también estaban. Entonces mi papá llega y ni bien estaba volteando a la espalda de la escuela, uno le agarro de atrás y le empezó a patear y mi papá al querer defenderse más ya lo acuchillaron.

El relato continúa:

Un cuchillo se lo meten por la espalda y mi papá empieza a agarrar a puñete y patada y paj, paj paj. Lo tiran y en el suelo lo pisotean y mi papá no muere y cuando le meten otro cuchillo en la barriga y en el corazón grita mi papá «ayyyyyyyy, ayyyyyyynooo» gritó sólo tres veces. Y después de esto al otro señor ya también, le llama lista y él le dice presente y otra vuelta el otro también corre, corre y el otro también igualito corre y en la lista le llaman, ocho personas habían muerto. Los ocho eran autoridades ellos eran como teniente, presidente de la ronda creo que ha sido el señor PJ creo que él ha sido el presidente de la ronda.

En enero de 2013 se entregó a los familiares los restos de 78 víctimas exhumadas de la zona de Chungui, y eso sólo fue el principio. En agosto de este año el Equipo Forense Especializado (EFE), órgano del Ministerio Público, anunció el hallazgo de los restos de más de 200 personas en fosas en la zona de Oreja de Perro y el inicio de los trabajos correspondientes que permitan entregar los restos a los familiares. El jefe del equipo forense, Ivan Rivasplata, manifestó que aún no se tiene claro si estas personas fueron víctimas de Sendero Luminoso o del Ejército.

La crónica de la realización de las exhumaciones, publicada por un medio local, es un doloroso recuento de los años del terror, y de cómo a pesar de haber pasado tanto, los deudos aún están interesados en recuperar lo que quede de sus familiares asesinados, y colaboran brindando los datos necesarios para ubicar mas fosas y enterramientos clandestinos: «En este pueblo [Amaybamba] espera Valentín Casa Quispe, un joven arriero de 36 años que carga en sus 10 acémilas todo el equipaje y herramientas para las exhumaciones. Él tiene un interés adicional en apoyar las labores del equipo fiscal, porque cree que en una de las fosas se encuentran los restos de su madre asesinada en 1986, cuando era un niño de 9 años.»

Fueron muchos los niños que quedaron huérfanos y tuvieron que arreglárselas de cualquier manera para sobrevivir. «Eugenia tenía 7 años cuando ejecutaron a sus hermanas en el caserío de Chaupimayo y a su padre en la base militar de Mollebamba en 1984. Tras esta desgracia, la niña pasó dos años en el monte comiendo hierbas sancochadas y maíz crudo. […] «Cuando los militares me capturan y me llevan a Mollebamba yo había cumplido 9”. Los militares la entregaron a la campesina Lorenza Hurtado Alarcón, quien la obligó a pastar su ganado y servir en su casa. “A mí la señora me maltrataba, me gritaba y siempre comentaba en la comunidad que había recogido a una terruquita”. Un año después, su tío Antonio Quispe Nieve la rescató y la llevó a Andahuaylas.»

A pesar de todo, podría decirse que Eugenia tuvo suerte, comparada con otros niños que no sólo perdieron a sus padres sino su identidad, cuando no fueron asesinados.

La periodista Jacqueline Fowks, en el blog de NoticiasSer, comparte la historia del hermanito menor de Rigoberto y Marina, quienes le pidieron a un helicóptero del Ejército que lo llevara al Hospital de Huamanga pues estaba muy enfermo. Luego de eso, nunca más supieron de él. La periodista añade:

Éste no es un caso aislado. Una trabajadora del sector Salud de Ayacucho ha referido a trabajadores y asistentes sociales que en aquel tiempo, llegaban en helicópteros a Huamanga niños heridos o enfermos, o porque su comunidad era arrasada, y luego no los devolvían: pasaban a orfanatos, sin nombre, y más tarde los trabajadores los inscribían, hasta con sus propios apellidos.

En el GranComboClub, el economista Silvio Rendón luego de pasar revista a la violenta historia de Chungui y Oreja de Perro, compara y concluye:

La zona de Chungui, aquí, fue escenario de la guerra insurgente-contrainsurgente de los ochentas y noventas y es parte de lo que hoy se denomina “el VRAE”, el valle de los rios Apurímac y Ene, zona cocalera y donde persisten las acciones armadas contra el estado peruano. Lo ocurrido hace 45 años es muy indicativo de algunas persistencias en la historia peruana reciente. Y como ya vimos en 1965: insurgencia en el Gran Pajonal, en 1965 no hubo “comisión de la verdad” ni juicios a militares, ni acusaciones, ni nada por el estilo. Ahí quedó la cosa.

Este 2013, 30 años después de las masacres, parece que por lo menos los muertos, y sus familiares, recuperarán algo de dignidad y memoria.

Post original publicado en el blog Globalizado de Juan Arellano.

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