Por qué no pierdo la fe en los políticos (todavía)

“Sort out this problem because we are suffering”. Students on strike in Madagascar, by Jentilisa (used with permission)

“Queremos una solución a nuestro problema porque estamos sufriendo”. Estudiantes en huelga en Madagascar, Jentilisa (uso autorizado)

El 25 de octubre del 2013, mi país de origen, Madagascar, elegirá por fin un nuevo presidente. Durante los últimos años, los ciudadanos de Madagascar han visto cómo su economía se hundía por completo, al ser desprendidos de sus recursos. Según algunos cálculos, más de cuatro millones de personas se han hundido en la pobreza [fr] en los últimos cinco años. No existe actualmente Estado de derecho en el país, y desde que el golpe de estado llevado a cabo por un sector del ejército en 2009 acabó con el Gobierno y el Parlamento elegidos, el sistema político ha estado desprovisto de legitimidad.

Se han retrasado las elecciones cinco veces desde el golpe de estado y la transición, que debería haber durado como máximo un año, ha durado ya tanto como el promedio de legislatura. Incluso a pesar de la complicada historia de Madagascar, decir que la situación política es un desastre es poco.

Serán 33 los candidatos que participarán en las próximas elecciones a Presidente. A solo cuatro días de la votación, un número significante de votantes todavía dudaba si las elecciones se celebrarán realmente, ya que todavía no han recibido sus tarjetas de votantes. Es una pregunta que está en el aire si se imprimirán a tiempo las suficientes.

Pase lo que pase, el 25 de octubre será un punto de inflexión en Madagascar, por lo que consideré que era el momento perfecto para salir a la palestra política por primera vez y apoyar de forma activa a una de las dos únicas mujeres que se postulan para Presidente. Me he ofrecido voluntario para ayudar en la campaña de Sahara Georget Rabeharisoa [fr], líder del Partido Verde (Green Party) desde 2009, creando conciencia de su causa y explicando su plataforma en la red.

Últimamente, parece que la desconfíanza en los políticos y la política es la posición de rigor para la mayoría de los votantes en el mundo. El Barómetro de Confianza de Edelman indica que la mayoría de los países desconfía de sus Gobiernos [fr]. ¿Y cómo podemos culparlos? La lista de políticas disfuncionales en todo el mundo, empezando por las suspensiones del Gobierno hasta el descarado encubrimiento del desastre nuclear, es demasiado larga como para mencionarla.

Aún así, a pesar de las dudas, la política y el activismo político sigue siendo el único camino efectivo mediante el cual el cambio social ha tenido lugar a lo largo de la historia.

He tomado partido en diferentes proyectos de la sociedad civil malgache (aquí [en] y aquí [en]), y soy consciente del valor que pueden aportar a las comunidades. También he visto como todo su gran trabajo se puede deshacer en un abrir y cerrar de ojos debido a una sucia política y a una crisis política innecesaria. Me gusta pensar que es el enfado más que las esperanzas de mis compañeros activistas lo que me lleva a saltar al ruedo. Algunas prácticas podridas solo pueden cambiarse desde dentro. La joven activista pakistaní, Malala Yousafzai, lo expresó perfectamente cuando explicó por qué cambió su objetivo profesional de querer ser médico a la política [en]: «Creo que está bastante bien porque a través de la política puedo servir a todo el país, convertirme en el médico de todo el país, ayudar a que los niños tengan una educación».

A diferencia de Malala, creo que mi motivación principal ha sido la de dejar de ser un «observador», porque la neutralidad es producto del miedo y la falta de valentía para tomar partido. Como Dante Alighieri [en] dijo, «Los lugares más oscuros en el infierno están reservados para aquellos que mantienen su neutralidad en tiempos de crisis moral». Que quede bien claro, la crisis de Madagascar está más allá de la fase política. Se ha convertido en una crisis social y moral, con la mayoría de la carga llevada por una población que ya estaba sobrecargada. 

No estoy diciendo que el Partido Verde de Madagascar y su candidata Saraha Georget Rabeharisoa vayan a tener todas las respuestas. Pero Sahara y yo tenemos razones similares para dedicarnos a la política. Ella fue la directora de la organización no gubernamental New Mind hasta que la crisis política la empujó a levantar su voz y formar después su propio partido.

Ella tiene la claridad de los objetivos y principios que uno desea ver al frente de su país. Sabe que no hay una receta mágica para sacar a Madagascar de la pobreza, pero cree que no va a cambiar nada hasta que tengamos en cuenta el ecosistema que es nuestro país en su totalidad: nuestra juventud, nuestra tierra y recursos naturales, y la necesidad de dejar que todo ello se desarrolle de una forma equilibrada. 

Yo apoyo a Saraha porque es una mujer y porque ya ha sido puesta a prueba por sus esfuerzos por hacerse camino en un campo dominado por los hombres. Apoyo a Saraha porque se ha puesto manos a la obra, dispuesta a trabajar. 

Quizás yo sea demasiado optimista, pero he tomado detenidamente esta decisión. Se puede leer el proceso mental que me ha llevado a tomar la decisión de apoyarla aquí [fr].

A fin de cuentas, simplemente no creí que fuera lo correcto permanecer en la sombra y ver cómo mi país se hundía en un pozo sin fondo. Creo que todos deberían mancharse las manos, empezando por el 25 de octubre, votando y participando de forma activa en el proceso de selección. 

Como malgache que vive en el extranjero, no puedo emitir mi propio voto. Pero como ciudadano que toma partido, quiero que se oiga mi voz. Creo que todavía hay algunos pocos políticos ahí fuera dispuestos a luchar por una recuperación sostenible en Madagascar. Saraha Rabeharisoa es una de ellos. Mi patria lo merece. 

Lova Rakotomalala es investigador en ingeniería biomédica y especialista en Salud Global. Crecido en Madagascar, tiene un fuerte interés en el desarrollo internacional y los medios digitales como herramienta para promover el cambio social y la transparencia de los países en desarrollo.

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