Siria: Las mujeres de Al-Tall hacen lazos por la libertad

Este artículo se publicó originalmente en Syria Untold.

La pequeña ciudad de Al-Tall, que se encuentra en las afueras de Damasco, la capital siria, es conocida, a pesar del carácter tradicional de su comunidad, por el alto nivel educativo de sus habitantes y por sus activas organizaciones feministas. En este aspecto, destacamos la historia de las ocho mujeres de Al-Tall que contribuyeron al levantamiento sirio.

 

A symbolic collage of women raising the banners of dignity, freedom and citizenry.  Source: Syria Untold

Collage simbólico de mujeres alzando pancartas donde se lee: dignidad, libertad y ciudadanía. Fuente: Syria Untold

La pequeña ciudad se unió a sus homólogas sirias en manifestaciones al principio del levantamiento. Las primeras protestas comenzaron después de las oraciones del viernes 25 de marzo de 2011, donde se podía observar una gran participación femenina (según activistas, más de 150).

Revolucionarias de la libertad

Después de la manifestación, donde un hombre resultó herido de gravedad, la ciudad sufrió grandes restricciones por parte de las fuerzas del orden. Esto incluyó un gran número de arrestos y el posicionamiento de francotiradores en los tejados de edificios altos. Sin embargo, la amenaza de una masacre no asustó a la población y una segunda protesta tuvo lugar a la semana siguiente, lo que elevó el número de arrestos. Esta situación acabó finalmente cuando el ejército sirio entró en el pueblo, ya que este hecho provocó que las manifestaciones se convirtiesen en «breves protestas» de menos de dos minutos para así evitar las duras medidas de las autoridades.

Con la llegada del activismo organizado en la ciudad, un grupo de ocho mujeres decidió crear un grupo que pasó a denominarse Las revolucionarias de la libertad. Por su parte, el primer acto que organizó el grupo fue una protesta silenciosa en agosto de 2011 a la que había que asistir con las manos atadas, amordazado y con lazos verdes en los brazos. La marcha atravesó el bulevar más importante de la ciudad y acabó en el hospital Al-Zahraa, donde los manifestantes dejaron sus pancartas.

Las actividades de las jóvenes también incluían ocupaciones y el reparto de panfletos en las principales calles de la ciudad. Asimismo, su insignia eran los lazos verdes que se ponían en las muñecas así como en los panfletos que entregaban. Estos lazos representan su rechazo al sectarismo. En sus panfletos, también mostraban sus convicciones con lemas sobre la libertad, la unidad nacional, la desmilitarización y la violencia. Estas mujeres, que no han hecho pública su identidad, pronto empezaron a ser conocidas en el pueblo como «las jóvenes de los lazos verdes».

Este grupo también ideó formas para que los ciudadanos conectasen con el movimiento y, por tanto, estas formas de captación tenían que asimilarse a la vida diaria del pueblo. Por ejemplo, en la temporada de las aceitunas, la organización usaba, según un miembro del grupo, invitaciones de boda muy similares a las que hacen las familias locales para usarlas como invitaciones para asistir a las protestas. Además, con las invitaciones se entregaba una rama de olivo.

Desde el principio, las mujeres organizaron su trabajo en tres actividades semanales: un día de protestas, un día repartiendo panfletos y otro día para hacer grafitis. El grupo también tomó parte en campañas nacionales como, por citar algunas, el Día de la Libertad, Libertad económica, Somos la alternativa moral [en] y Nacemos para vivir. Entre sus actividades, también se contaba pintar todas las plazas principales de la ciudad de rojo y distribuir panfletos como muestra de solidaridad con otras ciudades y personas detenidas. Además, el grupo recibió apoyo de activistas de un espectro político y religioso variado.

A mediados de 2012, el grupo había crecido tanto que hasta incluía activistas de sexo masculino y, por tanto, las fundadoras decidieron renombrar a la organización como Nuestras calles. Asimismo, el grupo continuó activo hasta que los grupos armados de la oposición liberaron la ciudad de las fuerzas del régimen. En respuesta a esto, las jóvenes, acompañadas de dos hombres de edad similar, colgaron pancartas con nombres de personas detenidas en el edificio principal de correos para así recalcar la importancia de continuar con la resistencia pacífica.

«No a las armas, ni a las abayas«

Una semana después de que se anunciase la liberación de al-Tall, el régimen comenzó una campaña de bombardeos. La dureza de los ataques forzó a muchos de los residentes, incluyendo a miembros de la organización, a buscar refugio en otros lugares. Sin embargo, su forzoso exilio no duró mucho tiempo y las mujeres volvieron a la ciudad a los dos meses, después de que las fuerzas del régimen retomaron el pueblo. A pesar de esto, el ambiente general en la pequeña ciudad era mucho más tenso y reinaba el miedo. Por ello, los activistas decidieron pasar desapercibidos con un nombre nuevo para la organización. Así fue como nació Grano de Trigo. Según uno de los activistas, «el nombre rendía tributo a la ciudad ya que es conocida por su producción de trigo y, asimismo, la palabra ‘grano’ rendía tributo a la influencia femenina del grupo, ya que esta palabra en árabe es de género femenino». Lo primero que hizo la organización después de volver a estar en activo fue repartir caramelos con el siguiente lema: «Por respeto a nuestros mártires, no tenemos Eid [celebración islámica al final del Ramadán]».

Al-Tall, a diferencia de muchas otras ciudades sirias, no fue objeto de un control absoluto por parte de islamistas radicales. Por tanto, las banderas islámicas ondeaban junto a la bandera de la revolución. Sin embargo, incluso las primeras muestras de radicalismo llevaron a las mujeres del grupo a manifestarse. De esta forma, organizaron una protesta silenciosa en el centro de la ciudad. Los manifestantes portaban pancartas de color naranja y azul que denunciaban el sectarismo y promovían la paz: «El poder para el pueblo, no para la religión», «No a las armas, ni a las abayas» (trajes negros que visten las mujeres musulmanas), «Queremos ser ciudadanos», «Esto es una revolución popular, no islámica». Como la protesta se acercaba cada vez más a la mezquita principal, se colgaron pancartas en la puerta de esta y, además, se escribió con velas encendidas en el suelo la palabra «Libertad». También, los manifestantes cantaron la famosa canción de Sayyed Darwish «Construyan sus palacios sobre nuestras fábricas».

La historia de estas mujeres es parte de una tragedia siria mayor, una organización siria pacífica con pocos fondos y con apoyo externo que desafió tanto al régimen como a sus homólogos radicales a través de la sociedad civil y descartando la violencia.

Este artículo se publicó originalmente en Syria Untold.

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