Marruecos: Una década con Mohammed VI

En junio de 1999, cuando el rey Mohammed VI de Marruecos -un hombre con aparente reputación de benevolencia, empatía por su pueblo y compasión por los pobres- ascendió al trono, las expectativas de cambio y progreso eran tales que muchos observadores internacionales previeeron una difícil aunque inexorable marcha que llevaría al país a un futuro próspero, liberal y democrático. La ejemplar experiencia del vecino reino de España sirvió como modelo y un buen ejemplo para que el país imitara y siguiera. Era la primavera marroquí y el aire estaba perceptiblemente lleno de altas expectativas y, a veces, extravagantes esperanzas, en un país que ha experimentado décadas de una terrible dictadura: a saber, los Años de Plomo. La creencia era que Marruecos tenía un momento oportuno; una ventana histórica con el potencial para convertirse en el primer país árabe en pasar por un proceso de democratización total con una clara separación de poderes, y con el objetivo de establecer instituciones fuertes e independientes. El doloroso y tumultuoso pasado debía ser confrontado; el pueblo terminaría reconciliándose con el sistema y con la monarquía. La prensa se estaba haciendo más libre; los tabúes se estaban acabando uno detrás del otro.

Diez años después, la sensación dominante es la de una oportunidad perdida, una partida de la retórica oficial pasada y un firme retroceso como lo expresan muchos bloggers y sitios web de noticias esta semana, cuando los marroquíes conmemoran la primera década del reinado de Mohammed VI.

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10 años marroquíes

Entre las preocupaciones acerca de las crecientes restricciones impuestas sobre la prensa independiente y los periodistas ciudadanos, el sitio web marroquí de noticias en idioma árabe Hespress [ar] publica una traducción en árabe de la carta abierta enviada al rey por el veterano periodista, Khalid Jamaï [fr]. Acá un fragmento:

Señor;

Nuestras palabras son cazadas, nuestras frases crucificadas, nuestros pensamientos engrilletados por denominadas líneas rojas, nuestros escritos ridiculizados, nuestros diarios, semanarios y revistas arrastrados a las cortes.

Muchos de nuestros colegas han enfrentado la prisión e incluso, en algunos casos, tortura. Ciertamente todos nos hemos vuelto “prisioneros”, con sentencia suspendida.

Nuestros oponentes, los enemigos de cualquier democratización real en este país, parecen haber firmado nuestra orden de muerte y tal vez estén a punto de lograrlo. Pero nuestra exclusión no ocultará los hechos y seguramente no resolverá los males de este país; todo lo contrario.

Este ataque en contra de la libertad de prensa y de opinión es solamente evidencia adicional de la falta de democracia en un país donde el pueblo pierde la confianza, como se vio durante las últimas elecciones, cuando rechazaron a una clase política que tornó a la escena política marroquí en una mezquina “subasta”.

Señor;

Usted reina y gobierna, como declaró públicamente, usted optó por una monarquía ejecutiva. Hoy, usted es el único titular de la autoridad, y como tal le pedimos que detenga el acoso y los ataques dirigidos en contra de la prensa independiente. No estamos rogando por un privilegio, sino que estamos pidiendo nuestro derecho.

La carta provocó un fiero debate, no menos entre los partidarios del status quo, como Hassouna que comentó en Hespress acusando al señor Jamaï de oportunismo. Escribe:

Cuando el fallecido Hassan II [el difunto padre del actual monarca] trató de construir un país moderno, usted hizo todo lo que pudo para bloquear el camino. Y cuando Mohammed VI llegó al poder, que Dios esté con él (sic), y le dio la libertad que usted necesitaba, ¿qué pasó? Todos querían explotar la situación. El problema reside en el pueblo, no en el gobernante.

Ciertamente, los recientes años del reinado de Mohammed VI, han visto una firme reducción de la libertad de prensa. A comienzos de este mes, 20 importantes publicaciones marroquíes salieron con editoriales en blanco, como lo informó The View from Fez, protestando por una “decisión de la corte que fue emitida en contra de tres periódicos en árabe y una revista económica mensual francófona, condenadas por difamación” en contra del líder libio Muammar Gaddafi a quien se le indemnizó por perjuicios. La resolución de la corte provocó consternación y disgusto a lo largo de la blogósfera. Nibrass A'shabab, un sitio web de blogueo colectivo dirigido a escritores marroquíes jóvenes, publicó esta caricatura [ar] de Saad Jalal [ar] representando al premier marroquí felicitando servilmente al líder libio diciendo:

- Debe estar usted complacido, señor, ahora que hemos disciplinado a esos periódicos que se atrevieron a escribir sobre su buena persona.

A lo que Gaddafi responde:

- ¡Escupo en su prensa marroquí!

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Badr Al Hamri [ar], también en protesta en contra de la decisión de la corte, enlazó a un video que muestra al veterano humorista y activista marroquí Ahmed Snoussi, burlándose [ar] del líder libio (y del presidente tunecino también de pasada).

En un país donde el Poder Judicial está muy ligado con el Ejecutivo y el Legislativo, muchos observadores y el Sindicato Nacional de Prensa [ar] consideraron esta resolución como un nuevo retroceso y otra extensión de las denominadas líneas rojas que hasta entonces “solamente ” pertenecían a la monarquía, el conflicto de Sáhara Occidental y el Islam, y que ahora podría incluir críticas a dictadores extranjeros, amigos del régimen marroquí.

La corrupción ha sido una característica constante durante la última década. The Snipers (Los francotiradores), como afectuosamente los llaman sus pares blogguers han ganado fama por rodar videos que muestran a policías de tránsito aceptando sobornos, que después publican en la web, exponiendo así un problema que ha asolado al país por años y, aparentemente, provocando fuerte iniciativas gubernamentales.

Algunos, como eatbees, un estadounidense que visita Marruecos después de tres años de ausencia y que publica sus observaciones de viaje sobre la evolución de la sociedad marroquí bajo la nueva monarquía, piensan que las iniciativas que se han tomado han sido muy pocas muy tarde. En cambio, un nuevo sistema está reemplazando al antiguo. Escribe:

A pesar de un gran anhelo de cambio entre el pueblo marroquí, nada ha cambiado, y no hay intención de traer cambio. Ciertamente, […] parece que se está preparando a una nueva generación de especuladores para reemplazar a los antiguos.

Larbi [fr] surgió con la idea de una plataforma, e invitó a sus colegas a reflexionar sobre la última década, y ofreció publicar posts seleccionados en sus propias páginas. Mientras que las contribuciones siguen entrando de manera vacilante, Mounir Bensalah [fr] ofreció un análisis inquisitivo, aunque bastante equilibrado, donde explica que la abdicación de la oposición ha dado un reino libre para un gobierno de tipo autocrático, aunque admite que se ha logrado algo de progreso. Escribe:

Hoy en día, cuando el reinado de Mohamed VI pierde su calidad de «nuevo»luego de diez años, las elecciones del sobernano parecen estar hechas: reforzar las infreastructuras del país, reforzar los polos económicos regionales, trabajar en una política social, reforzar la imagen moderna de Marruecos en el extranjero, … en cuanto a la democracia, la separación de poderes, la igualdad social, … están en segunda prioridad. La modernidad económica, […] … ¡la modernidad política que será aplazada sin fecha!

Larbi también publicó [fr] un post como invitado de Mostapha Arrifi que repitió un sentimiento a menudo expresado por otros muchos bloggers. Explica que nada del progreso alcanzado debe ser visto fuera de la perspectiva de las obligaciones naturales de cualquier régimen que pide benevolencia para su propio pueblo. Escribe:

[L]os más optimistas de nosotros preferimos ver la mayor parte de los logros de carácter económico y «social». Los proyectos de infraestructura, a veces muy ambiciosos, han sido iniciados y a veces concluidos para ser cuidadosamente exhibidos a favor del «nuevo» reinado. Se felicitan al punto de satisfacerse como suficiente respuesta a las enormes expectativas heredadas de la era de Hassan II. ¿Pero verdaderamente es ese el caso? Un sentimiento parecido, ¿no es acaso el resultado de la larga ausencia de una verdadera política de desarrollo que ha terminado por hacer olvidar una noción simple según la cual el desarrollo no es un acto de limosna, sino sobre todo un derecho, una traducción simple del rol «natural» del Estado que tiene el deber de gestionar equitativamente las riquezas del país y el dinero de los contribuyentes en beneficio de todos? O la resignación, fruto de una larga tradición de prácticas antidemocráticas y antisociales, dado que (el deber del estado) ha sido transformado en acto de beneficencia del que nos enorgullecemos día y noche como si se tratara de una generosidad que nos impone una deuda moral hacia el Estado y su cabeza.

Han pasado diez años desde que un joven, prometedor monarca árabe sucedió a su padre en el trono alauita de Marruecos. Diez años que han visto a algunas personas creer que el cambio puede estar por llegar. Y como los bloggers marroquíes tratan de resumir y evaluar la pasada década del reinado de su monarca, algunos resistiéndolo, otros alabándolo por sus “logros”, parece haber un común denominador: el puro apetito por un futuro mejor.

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